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Tesis, másteres y doctorandos

Sánchez responderá este miércoles en el Congreso a preguntas sobre su gestión, la crisis catalana y la memoria histórica

Javier Pérez Royo

En la universidad española se leen todos los años varios miles de tesis doctorales. Algunas pocas son muy buenas o excepcionalmente buenas. Un número considerablemente mayor son buenas. El número mayor de tesis son medianas o mediocres. Hay también un número muy reducido de tesis impresentables, que nunca debería haber llegado al momento de su defensa pública.

Esto es así en todos los países, aunque el nivel medio de calidad de los estudios de doctorado no sea el mismo en todos. España se encuentra en la zona alta del nivel medio de calidad en términos comparados, pero no entre los primeros lugares de los países que se encuentran en esa zona alta. Como nos ocurre en general, excepto en lo que a clubs de fútbol se refiere, en lo que sí somos la primera potencia.

Las tesis buenas y muy buenas se justifican por sí mismas. Las muy malas se descalifican. Las medianas o mediocres merecen una valoración matizada. En un sector universitario al que acceden centenares de miles de alumnos es importante disponer de un cuerpo de profesores, que no pueden ser todos excelentes investigadores, pero que es importante que todos tengan algún contacto con lo que es la investigación. La elaboración de una tesis doctoral, aunque no sea buena, ayuda a su autor a ser mejor docente. Y esta contribución a la docencia no debe ser subestimada. Este tipo de tesis no son estériles ni para su autor, ni para el sistema universitario considerado en su integridad.

La tesis doctoral de Pedro Sánchez se inscribe dentro de las tesis medianas o incluso mediocres. Es una tesis más de las miles que se leen en la universidad española. No se ha hecho en el programa de doctorado de uno de los departamentos punteros en la materia, los miembros de la comisión que la valoró tampoco son investigadores destacados y la universidad en la que se defendió no ocupa un lugar sobresaliente entre las universidades españolas.

Pero no hay nada anómalo. Al contrario. La tesis de Pedro Sánchez es de lo más normal en lo que a calidad de la investigación se refiere. Indica que su autor sabe construir un discurso propio manejando la bibliografía y la documentación pertinente y que pasa el trámite de su defensa pública ante una comisión designada de acuerdo con lo previsto en la legislación vigente. Nada que pueda llamar la atención en ningún sentido.

El caso de los másteres de Cristina Cifuentes, Pablo Casado y otros alumnos VIP de la Rey Juan Carlos es diferente. Aquí no estamos ante másteres normales, sino ante másteres anormales, plagados de irregularidades que están siendo investigadas judicialmente. La conducta de Cristina Cifuentes y Pablo Casado oscila entre la desvergüenza y el delito. Todo en la conducta de estos dos políticos de primera fila del PP, así como de los demás alumnos VIP, es como mínimo desvergonzado y potencialmente delictivo.

Los tribunales de justicia acabarán tomando decisiones definitivas sobre dichas conductas que, de momento, están siendo simplemente investigadas. Habrá que esperar, por tanto, para ver si se llega a abrir juicio oral y a dictarse sentencias o no. Pero, por lo que se va sabiendo de la investigación, parece que la jueza considera que se han cometido presuntamente delitos. En el caso de Cristina Cifuentes y otras alumnas VIP se ha producido la imputación y la jueza está practicando diligencias de investigación que avanzan en esa dirección de que las conductas han sido presuntamente delictivas. En el caso de Pablo Casado, la memoria razonada elevada al Tribunal Supremo es inequívoca.

El 'doctorando' de Albert Rivera es un asunto jurídicamente irrelevante. El doctorando no existe, de la misma manera que tampoco existe el licenciando o el graduando. Existe el alumno que está matriculado en un grado o en una licenciatura o en un programa de doctorado. El doctorando es un término del que se hace uso en el acto de defensa pública de una tesis doctoral. Los miembros de la comisión ante la que se defiende la tesis se dirigen al autor de la misma como “el doctorando”. Ese es el único momento en que se hace uso de ese término con carácter general.

Doctorando, no jurídicamente, sino fácticamente, es, pues, el alumno del programa de doctorado que está a punto de dejar de serlo para convertirse en doctor.

'Lato sensu', se podría calificar con el término a aquellos alumnos que, tras haber alcanzado el que se denominaba Diploma de Estudios Avanzados o de haber cursado el máster habilitante, inscribe en el registro de la universidad el proyecto de una tesis doctoral con el visto bueno del director de la misma. Pero utilizar el término de esta manera induciría a la confusión. El número de alumnos que inscriben proyectos de tesis y que no acaban haciéndola es tan elevado, que utilizar el mismo término para ellos y para el alumno que está defendiendo su tesis doctoral ante la comisión que debe decidir si le concede el grado de doctor no parece apropiado.

La inclusión del término doctorando en su currículum es un intento de confusión. Albert Rivera hace uso de un concepto que puede dar a entender que está a punto de ser doctor, aunque todavía no lo es. Se trata de la expresión de una falta de rigor y de un cierto narcisismo, pero nada más. Es un indicador de frivolidad y de falta de respeto hacia los usos y costumbres universitarias. No habla bien, en todo caso, del que se comporta de esta manera.

Los términos que dan título a este artículo son compartimentos estancos y las circunstancias que concurren en las personas respecto de las cuales se está haciendo uso de los mismos no tienen nada que ver entre sí. La ceremonia de la confusión que se ha puesto en circulación no resiste el más mínimo análisis. Pero en estos tiempos de posverdad trumpista nunca se sabe el recorrido que puede acabar teniendo.  

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