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Están ustedes socializando

Para las niñas y niños es más seguro y más sano ir al parque que dar una vuelta a la manzana

Ruth Toledano

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Se dice que rectificar es de sabios. Pero rectificar también es de obtusos. El Gobierno de Sánchez ha rectificado sobre la apertura del confinamiento de las niñas y niños, que llevan seis semanas encerradas en casa. Para “aliviarlo” no se les había ocurrido idea más brillante, pedagógica, empática y segura que darles permiso para ir al supermercado (un buen foco de contagio), a la farmacia (foco de contagio nivel dios), al centro de salud (no sabemos si reír o llorar) y al banco (a la cola con los abuelos que no operan por banca electrónica y a pasárselo en grande, una juerga infantil). Bueno, han rectificado. Pero la carnaza que le han dado a la bestia de la derecha ultra y de la ultraderecha es de nota muy alta. Y la boca abierta que se nos ha quedado a las demás, de matrícula de honor. Boquiabiertas, no ya imaginando unas gestiones en la sucursal como bálsamo al largo encierro de nuestras niñas y niños, sino pensando que en algún momento eso les pareció una buena idea, que al presidente y a los ministros y a sus asesores y a sus equipos y a los equipos de sus equipos y al Ejército y a la Guardia Civil (que como ahora son portavoces del Gobierno quizá tengan también algo que ver) no les pareció una soberana sandez. Que es muy difícil gestionar una pandemia, sí. Pero hay niveles de torpeza que son aún más difíciles de alcanzar. Y, claro, si la metedura de pata es monumental en algo tan obvio, la desconfianza sobre lo que se nos escapa se hace total.

Como el Gobierno ha rectificado, las niñas y niños podrán salir a dar una vuelta a la manzana. Algo es algo, máxime teniendo en cuenta que muchos viven en pisos muy pequeños, interiores, oscuros. Al menos les dará un poco el sol, les mojará la lluvia, podrán respirar un aire que ahora, por cierto, no está contaminado. Algo es algo, pero no es suficiente. Y es fácil mejorarlo. Disponemos de plazas más o menos arboladas y de parques con tierra y vegetación donde su esparcimiento será más saludable, sin duda, que comprando paracetamol en la farmacia, pero también más beneficioso que dar vueltas sin sentido por aceras y asfalto. No va a ser difícil que en esas plazas y esos parques los niños y niñas y sus acompañantes mantengan la distancia de seguridad para evitar el contagio, teniendo en cuenta el estado policial en el que han sumido nuestra convivencia. Las autoridades deberían estar tranquilas por ese lado: 700.000 multas impuestas por saltarse el confinamiento son suficientes para amedrentar a madres y padres, que bastante tienen con cuidar y trabajar a la vez, si es que no se han quedado sin trabajo ni ingresos para mantener a la familia. Como para pagar multas. Lo de las 700.000 multas, con las calles desiertas, es para que se lo hagamos mirar a Interior: apesta a abuso de autoridad de esos uniformados que soñaban con que la calle fuera suya. “Están ustedes socializando”, espetó un agente a una persona con perro que se hallaba a cuatro metros de otra persona con perro a la que dijo algo, quizás algo un poco más largo (seguro que más alto) que un saludo entre dientes y bajo mascarilla. Cuando protestaron, al ser injustamente amenazadas con la sanción por el policía malo de turno, esa fue la respuesta que obtuvieron: “Están ustedes socializando”. Es una frase entre cómica y escalofriante.

Según un estudio realizado por un equipo voluntario de urbanismo de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, coordinado por la profesora Marian Simón, el 85% de los menores de 14 años tiene un parque de más de tres hectáreas a menos de 500 metros de casa. Es decir, a 8 minutos andando. El estudio apela a la necesidad de recuperar la salud física y mental de los menores, así como a la necesidad de ir recuperando nuestros espacios comunes respetando el distanciamiento. Se preguntan, con la lógica que faltó en el Gobierno, si no es más fácil controlar esa distancia en un parque que en una acera. El sentido común apunta a que sí. Pero también las conclusiones de los urbanistas expertos: incluso si todos los niños y niñas de una zona estuvieran en los parques a la vez, podrían estar separados por 2 metros, y hay muchos parques en los que todos ellos podrían estar a 10, 20 y hasta 30 metros de distancia.

Que los más pequeños no hayan sufrido encierro total en ningún otro país europeo, ni siquiera en Italia, Francia o Alemania, donde el contagio ha sido mayor, supone una total desconfianza en la ciudadanía del Estado español, una falta de respeto a nuestra capacidad como sociedad para hacernos cargo de las circunstancias y actuar con una sensatez que ya la quisieran para sí tanto el Gobierno, que toma decisiones absurdas, como la oposición, que está dando vergonzosos espectáculos políticos. Salvo excepciones, la sociedad española se está comportando de forma sobresaliente. Y, si no, ya están, como decíamos, Marlaska y sus muchachos para evitar que “socialicemos”. Esa ofensiva desconfianza de las autoridades, propia de un poder autoritario, paternalista, patriarcal, está pasando por alto no solo las necesidades básicas de los más pequeños sino las situaciones de tensión, acaso extrema y que puede derivar en violencia, que están sufriendo muchos niños y niñas, una tensión de consecuencias psicológicas y emocionales que se vería aliviada en los parques mucho mejor que en cualquier otro espacio público.

“Abrir el acceso regulado de los niños a los parques, según protocolos definidos por equipos científicos de urbanistas expertos es un caso paradigmático de las mutaciones que requiere la sociedad en su globalidad: decir la verdad sobre la extrema gravedad de la crisis sanitaria y ambiental, actuar ahora con la ciencia para el bien común y abrir la democracia a la participación directa y a la responsabilidad de la ciudadanía”, reflexionan desde Extinction Rebellion, movimiento internacional nacido en 2018 para reclamar una acción inmediata ante la emergencia climática global. Es increíble que ni el presidente ni los ministros ni sus asesores ni sus equipos ni los equipos de sus equipos (ni, en fin, sus portavoces: el Ejército y la Guardia Civil) hayan escuchado planteamientos tan sensatos, inteligentes, desarrollados, factibles y democráticos como los expuestos por expertos urbanistas y por la sociedad civil. Basta con atender a sus estudios, leer su conclusiones y escuchar sus propuestas. Todo ello es mucho más sabio que rectificar.

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