Si vas a correr al monte, ¿por qué lo ensucias?
Siempre he defendido que cuanta más gente vaya al monte a disfrutar de la naturaleza mucho mejor: así seremos más a la hora de defenderla. Porque, de la misma manera que cuando uno va a un concierto es porque le gusta la música, siempre he supuesto que si alguien va a la montaña es porque la ama. Y amar algo es la mejor razón para defenderlo.
Por eso nunca entenderé a esos deportistas que salen al monte a correr o montar en bici y lo dejan todo sembrado de basura. Seguro que como les ocurre a muchos lectores, cada vez recojo más envoltorios de productos energéticos que consumen los corredores y ciclistas que participan en las pruebas de montaña. Y sinceramente, no lo entiendo.
Conozco a un buen número de deportistas que participan en este tipo de pruebas y no me considero mejor que ellos por el hecho de ir con unos prismáticos al cuello en lugar de montar en bici o calzar unas deportivas. Es más, tengo muchos amigos que combinan ambas aficiones, la del naturalismo de campo y el deporte de montaña: todos admiten que esto se nos está yendo de las manos.
De igual modo, hace tiempo que frecuento los blogs dedicados a las carreras de montaña y compruebo que el aumento en el abandono de residuos está generando un importante debate entre quienes participan en ellas. Se habla de multar a los infractores, de retirar la licencia a quienes tiran los envases vacíos en mitad del monte, de prohibirles que vuelvan a participar en ninguna prueba, de asegurar que en todo caso después de cada competición la organización se encargará de dar una buena batida para recogerlo todo. Pero no se trata de eso.
No se trata de comprometerse a limpiar lo que otros han ensuciado, ni de multar o expulsar a quienes no respetan las normas. Es imposible recoger todos los envoltorios que el viento esparce por el monte. No se puede poner un comisario detrás de cada jara, de cada encina o de cada arbusto de boj para sorprender al corredor incívico. Además hay tantos runners y ciclistas incívicos como escaladores, cazadores, pescadores, esquiadores y naturalistas incívicos, sería injusto señalar tan solo a un colectivo. Se trata de anteponer el amor por la naturaleza al disfrute de la naturaleza: ya vayas con una bici, unos prismáticos o una escopeta al hombro.
Si dirijo este apunte a los participantes de las carreras de montaña es porque sé que llevan mucho tiempo reflexionando al respecto, que son plenamente conscientes del grave problema que genera la actitud de unos pocos entres ellos y porque me consta que están buscando la mejor manera de resolverlo.
Van a tener que establecer mayores y mejores medidas de autocontrol, va a ser necesario exigir un mayor compromiso personal de todos los que suben a correr al monte para que la desidia de unos pocos no acabe de estigmatizar al colectivo. Ojalá lo consigan. Mientras tanto seguiremos bajando de allí arriba con los bolsillos llenos de envoltorios de barritas energéticas.