Yamal y 'Malinche' sí, pero inmigrantes no
La matemática aleatoria de la actualidad ha querido que este martes coincidieran tres asuntos que reflejan el complejo debate de la migración y el cinismo y prejuicios que a veces lo secuestran: el encumbramiento de Lamine Yamal como héroe, la presunta utilización de jóvenes mexicanos sin permiso como mano de obra precaria en el musical de Nacho Cano y la discusión sobre cómo repartir la exigua cifra de 6.000 menores no acompañados en las comunidades autónomas de un país de 48 millones de habitantes.
Hay quien incluso ha zurcido los cabos destacando que de entre los niños migrantes que esperan hacinados en Canarias puede haber un futuro Yamal –que por otra parte nació en España– o apuntando a que los podríamos necesitar en el futuro como trabajadores pagapensiones en un país yermo en natalidad.
También hay quien, como el músico de Mecano, espeta –rodeado de jóvenes mexicanos con permiso de estancia en España denegado a los que pagas 500 euros por 10 horas diarias– que España “tiene inmigrantes por un tubo que viven del Estado”. Mucho mejor vivir tú de ellos, claro. Los que bailan barato, sí. Los de Canarias, no.
Lo que subyace en este tipo de argumentos es que inmigración sí, si me sirve, o si es adinerada y compra pisos de un millón, o si marca goles, si puedo sacar algo a cambio. Encaja en la mismísima definición de aporofobia que parió la filósofa Adela Cortina: el odio al pobre, pero también un cálculo inhumano del respeto al otro como una operación directamente proporcional a lo que yo pueda sacar de él, sea dinero, un trabajo o un favor.
La migración es, quizás, uno de los retos más relevantes que tiene Europa por delante, y la gasolina para que hayan crecido partidos ultra que venden como programa electoral anteponer los intereses de los que nacieron en un sitio a las necesidades y la mera posibilidad de existencia de quienes llegaron los últimos. Un espíritu que parte de la problematización del asunto, de plantearlo en términos negativos, cuando lo negativo es la incapacidad de los gobiernos para una integración, sea por falta real de recursos públicos, por xenofobia o simplemente por falta de ganas e interés.
La mal llamada crisis migratoria –más bien crisis de acogida y es seria– y sobre todo su 'problematización' tiene como efectos perniciosos y directos la crisis de convivencia y exacerbación del odio, un pegamento identitario fácil de inhalar pero que deja a las sociedades noqueadas y aumenta la violencia.
Cuando se dice que “no caben todos” –la natalidad está en 1,3 hijos por mujer– o que la inmigración debe ser “ordenada” –¿y quién va a ordenarla si no son los estados que reciben?– no queda claro a qué o a quién se apela, a menos que pretendamos ordenar las guerras, parar a necesidad de salir de dictaduras, enfriar temperaturas extremas o hacer renacer los estados fallidos. Algunos lo resuelven enviado a la Armada. Vale.
Mientras el PP intenta vender como solución a la saturación de Canarias la solidaridad voluntaria, la misma fórmula que ha fracasado y nos ha llevado al punto en el que estamos– Vox lanza puñetazos al aire contra aquella comunidad que acoja niños migrantes no acompañados, por ejemplo la Comunidad Valenciana. El partido de Abascal entiende que debe ser muy desestabilizador que una autonomía de 500 kilómetros de largo y 5 millones de habitantes integre en sus ciudades a unas decenas de niños más.
Mientras Borja Sémper declara en su rueda de prensa de pie en un atril que esto del reparto de niños no puede ser obligado, Junts pide más competencias de inmigración pero especifica que no quiere a los migrantes y Nacho Cano está siendo detenido por aprovecharse de 17 supuestos estudiantes mexicanos sin permiso de residencia. Al mismo tiempo, Lamine Yamal está concentrado en el partido en el que va a meter un golazo que hará levantarse a España: la racista, la integradora, la que duerme y la que madruga. A toda. Un gol directo a los prejuicios con una selección diversa, negra, blanca, alegre, solidaria, veterana y joven, como nos gustaría, puede ser y es España.
24