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Veinte años sin Enrique Urquijo, te he echado de menos

José Luis Úriz Iglesias

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Escribir un artículo que no hable de política, de la de aquí o la de allí, produce un cierto vértigo, un punto de pudor. Si no hablamos de los temas actuales, pacto para nuevo gobierno o Catalunya, tenemos que sacar a la luz sentimientos y sensaciones, en un mundo donde ocultarlas se convierte en deporte nacional. Es probable que nos dediquemos a analizar, reflexionar, exponer temas que se denominan serios, esos dos más Monarquía, Bolivia, Brexit, crisis, porque es mucho más fácil y así no nos exponemos a aparecer públicamente en carne viva.

Como dice una estrofa de “Ojos de gata”, “cómo evitar que me vuelva vulgar al bajarme de cada escenario”. O sea que los que escribimos constantemente sobre actualidad política, corremos el riesgo de volvernos vulgares al bajar del escenario de hacerlo sobre otros temas donde nos desnudamos y eso… eso produce terror en un mundo de cobardes. Pero esta mañana gris, tanto como sus canciones, me arriesgo y me lanzo al abismo provocado por las sensaciones tenidas al escuchar de nuevo los discos antiguos de mis queridos Los Secretos.

Antes de comenzar recordar aquella comida de hace 16 años con Álvaro y Víctor su manager, repleta de recuerdos de nuestros respectivos hermanos. De quienes se nos fueron demasiado pronto, quizás por vivir muy deprisa en una época donde dejamos atrás a las gentes más audaces, creativas, imaginativas y sensibles. En esa emotiva conversación le hablé de Javi, mi hermano que se lo llevó aquella cruel pandemia; líder y compositor de un grupo de rock que se pateó los garitos de Madrid allá por finales de los 70 y principios de los 80: RETALES. Sentí que a través de ambos, Javi y Enrique, se construía un vínculo, un fino hilo de comunicación entre nosotros.

Quizás la música actual sea un reflejo de la sociedad líquida que nos toca vivir-sufrir y la razón por la que un grupo como Los Secretos hayan cumplido 40 años sobre los escenarios, cuando los que aparecen hoy en día, al igual que sus canciones, duran apenas un telediario porque como la mayoría de las relaciones actuales son de usar y tirar. Los Secretos continúan porque son verdad, compromiso, profesionalidad y especialmente sentimientos a borbotones. Por eso emocionan, te llegan hasta lo más profundo y las gentes que asisten a sus conciertos se saben de memoria cada una de sus canciones y son unas cuantas.

Ahora recuerdo que este domingo 17 se cumplen  20 años de la pérdida de su líder Enrique Urquijo. Los aniversarios múltiplos de 5 adquieren una relevancia especial. Cada año suelo escribir una pequeña reflexión como humilde homenaje, para mantener vivo el recuerdo de quien me acompañó en tantas tardes, tantos viajes, instantes, tantos momentos especiales, buenos y no tanto. Su vida se truncó ese día de hace 20 en una calle de Madrid, se quebró como un juguete roto por la vida como se quebró la de Javi.

Estaba solo, o quizás con una mala compañía, y a muchos se nos heló el alma al enterarnos. A todos aquellos que admirábamos su música y la poesía de sus letras, a veces amargas como la vida misma, impregnadas de soledad y tristeza. Esa misma tristeza que se extendió entre quienes nos estremecíamos con sus palabras musicadas, en las tardes de cualquier otoño como el que se lo llevó, quizás porque sentíamos lo mismo que él aunque nos faltaba su creatividad, su sensibilidad a flor de piel. El 17 de nuevo volveremos a emocionarnos al recordarlo.

Canciones de amor pero especialmente de desamor, de tristeza, llenas de poesía, de pasión, salidas de lo más profundo del ser humano, de esos terrenos que hoy apenas nos atrevemos a pisar en esta sociedad fría y líquida. Caricias hechas canción, cataratas de emociones que te hacían SENTIR, así con mayúsculas y al mismo tiempo vivir cuando él estaba dejando de hacerlo. Ese día también entendí que había perdido a un compañero de viaje en esto del vivir de manera especial, a un amigo aunque nunca crucé una palabra con él, porque solo lo conocí a través de su música y de las veces que fui a verle actuar, alguien que entendía lo que había sentido muchas veces, y era capaz de transformarlo en letras, en canciones. De alguna manera volvía a perder a mi hermano.

Canciones que a uno le habría gustado haber compuesto: “Volver a ser un niño”, “Cambio de planes”, “Quiero beber hasta perder el control”, “La calle del olvido” y tantas otras y que ahora suenan en mi tocadiscos. Esas que forman parte ya de la banda sonora de mi vida, de la mía, y de una parte de aquella generación, aunque quizás nunca se hayan parado a pensarlo.

Ahora la mayoría de los jóvenes no le conocen, quizás su música hoy suene demasiado densa, probablemente les atemorice porque activa sensaciones hoy casi desaparecidas. Se pierden un tesoro. Mi “amigo”, mi “compañero de viaje”, Enrique Urquijo, seguirá vivo mientas sigamos vivos los que aún escuchamos y somas capaces de sentir su música. Nos seguirá acompañando en nuestros bajones, en los momentos de penumbra, de pena o desamor, y nos levantará el ánimo, nos hará un poco más felices al comprender que no somos los únicos.

Sentado frente al ordenador para escribir esta reflexión, que más que nunca sale de lo más profundo de mí, pienso en Javi, en Enrique y me emociono haciéndolo... El mejor homenaje que le podremos dedicar a Enrique ese 17 de Noviembre será escucharle, saborearle despacio como le gustaba a él. Ojalá las radios de nuestro gris y triste país lo tengan en cuenta y hagan programas especiales que lleven su música a las nuevas generaciones.

 Descansa en paz Enrique Urquijo, hermano, compañero del alma. Gracias por haber sido así, por ser capaz de activar nuestro lado más oculto, sensible y vulnerable.

 Gracias, eskerrik asko Álvaro, Jesús, Ramón, Juanjo, Santi por seguir ahí manteniendo su bandera, gracias por mantener viva su memoria, no os vayáis nunca, por favor.

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