Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

¿Cuántas cañas valen la vida de nuestros mayores?

0

Creo que ha sido en parte producto del azar que Ayuso se haya erigido en la referente europea del “método inverso” en gestión de epidemias.

Desde el comienzo de la pandemia la posición de Ayuso ha sido sistemáticamente la contraria a la del Gobierno y esto llevó, ya en la primera ola, a promocionar las caceroladas oponiéndose al confinamiento decretado por aquel.

Se alineaba así el gobierno madrileño con las políticas de Trump en USA y Bolsonaro en Brasil. También de los primeros momentos de un Boris Johnson, que reculó posteriormente una vez que él mismo pasó por la experiencia de la UCI.

Los resultados de estas políticas son bastante conocidos:

A comienzos de marzo Estados Unidos era el país con mayor número de muertes por habitante, aunque desde entonces ha sido superado por Brasil.

En Brasil se contabilizaban 15 millones de casos y 420.000 fallecidos a comienzos de mayo de este año. Con una población de 211 millones de personas, esto equivale a 199 muertos por cada 100.000 habitantes.

Estados Unidos en la misma fecha llevaba 32,6 millones de casos y 580.000 fallecidos en una población de 328 millones de personas, lo que equivale a 176 muertos cada 100.000 habitantes.

Dentro de los países de nuestro entorno tenemos el caso de Italia que, a pesar de haber seguido una política restrictiva fue la primera en ser arrollada por el toro. 4,08 millones de casos y 122.000 fallecidos de una población de 60,36 millones, hace un porcentaje de 202 muertos por cada 100.000 habitantes.

En España a comienzos de mayo se habían producido 3,56 millones de casos y 78.726 fallecidos, lo que para una población de 46,94 millones supone 167 muertos por cada 100.000 habitantes.

En la Comunidad de Madrid ha habido un total de 18.200 fallecidos desde el comienzo de la pandemia lo que, en una población de 6,6 millones de personas, supone 275 muertos por cada 100.000 habitantes superando ampliamente los casos de Brasil o Italia.

Si los datos del conjunto de España son índice de una gestión lamentable, mucho más lo son los de Madrid donde, efectivamente, la posibilidad de morir ha sido un 65% más alta que en el resto de España.

Se han querido contraponer los datos sanitarios con los económicos haciendo creer a la población que mayores restricciones sanitarias suponían una mayor quiebra económica y que había que “aprender a convivir con el virus”. Lo cierto es que los mejores datos económicos se han dado en países del extremo oriente, donde ha existido un control férreo de la pandemia desde los primeros momentos.

Así, Australia ha tenido 3,5 muertos por cada 100.000 habitantes, pero su PIB cayó únicamente un 2,5% en 2020, cuatro veces menos que el español.

En Nueva Zelanda, con menos muertos aún, el PIB cayó un 1,1%.

No es excesivamente fácil conocer los datos económicos en España, donde una búsqueda en Internet nos muestra la propaganda espuria que los rodea. Tampoco son, además, fáciles de interpretar debido a los muy diversos factores que en ellos influyen.

El Instituto Nacional de Estadística cifra en 10,8% la caída del PIB nacional, mientras que Madrid según diversos estudios habría caído entre el 10,3 y el 10,5%, es decir, cercano a la media nacional. Pero este dato, conviene advertir, ha dependido fundamentalmente de la actividad productiva de cada Comunidad, más que de las medidas adoptadas por unas u otras; de manera que las más castigadas han sido aquellas con una fuerte dependencia del turismo, como Baleares, que cayó el 20%, o Canarias que lo hizo el 12,5%.

Por otro lado hay que destacar que aparte del ruido constante del Gobierno de la Comunidad de Madrid, que se ha posicionado sistemáticamente en contra de las decisiones del Gobierno Central, incluso cuando estaban apoyadas por el resto de las Comunidades; las medidas adoptadas no son excesivamente distintas de las adoptadas en otros lugares. En este sentido ha habido mucha más propaganda que hechos y quizá gracias a esto la debacle sanitaria no ha sido aún mayor.

Pero lo peor, en todo caso, ya no es la política desarrollada en sí, sino la legitimación de formas de actuar que atentan contra nuestros principios básicos de convivencia. Formas de actuar que se sitúan en la estela de algunas otras acciones llevadas a cabo por el PP o por Vox en los últimos tiempos que comprometen, sin el menor sonrojo, las mínimas normas de decencia democrática. Así, por ejemplo, la compra de diputados, que en Murcia se ha desarrollado a cara descubierta, a diferencia de operaciones previas semejantes. O la medalla puesta a la señora Cifuentes el día anterior a las elecciones con una desvergüenza difícil de digerir para cualquier persona decente. Eso por no hablar de la descarada ristra de testigos, la plana mayor de los últimos PPs, negando las obviedades (probadas ya judicialmente) durante las sesiones del caso Gurtel. El PP campa por sus respetos en España a la manera de Al Capone en el Chicago de los años 20.

Supongo que si hubieran sido nuestros niños y jóvenes los que hubieran muerto por millares el discurso hubiera sido otro. La alegría de las fiestas y los bares quizá se hubiera visto truncada si la tragedia hubiera escapado de los cementerios y las residencias.

Pero no hay cosa que envilezca más a una sociedad que la falta de cuidado a sus enfermos y sus mayores.

En Madrid murieron muchos mayores porque la precarización de la Sanidad Pública durante las décadas de gobierno del PP hizo imposible frenar el tsunami de la primera ola de la pandemia. Pero mucho peor que ese cataclismo inesperado ha sido la propaganda que ha llevado a Ayuso a arrasar en las urnas: La libertad para no confinarse. La libertad para tomarse una caña. La libertad para hacer fiestas. La libertad en definitiva de contagiar a los demás. Madrid, capital europea de la juerga.

Cada caña, cada bar, ha sido un eslabón más en la cadena de contagios que ha llevado a Madrid a lo más alto del pódium mundial en víctimas de la pandemia. La propaganda de Ayuso ha hecho copartícipes de su irresponsabilidad a numerosos ciudadanos que se han visto justificados para salir a disfrutar de una cerveza pensando que ayudaban a los hosteleros y sin pensar que esas cañas tenían su precio en muertos.

Los más débiles eso sí. Los ancianos, los enfermos, aquellos cuya voz no cuenta. Se me viene insistentemente a la cabeza ese otro momento histórico en que ese mismo colectivo sufrió idéntica suerte. Fue en Alemania, durante los años 30 del siglo pasado..

Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

stats