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¿Yolanda Díaz o Pablo Iglesias?
Los 5 millones de votos que alcanzó PODEMOS en diciembre de 2015 representa, prácticamente, la misma cantidad que la obtenida por el PSOE. Entre ambas organizaciones sumaban, grosso modo, aquella histórica cifra que el PSOE logró en octubre de 1982, a pesar del tufo dictatorial que impregnaban todas las instituciones.
Pero, en las elecciones del 10 de Noviembre de 2019, PODEMOS perdió la mitad de sus escaños y casi la mitad de votantes. Lo cual supuso la renuncia de Pablo Iglesias al frente de la coalición, un gesto que le honra; porque, la razón principal de tal descalabro habría que situarla en su imagen y talante de parecer la única autoridad moral superior al resto de fuerzas poseedora de la solución verdadera a nuestros problemas y frustrando ese atrayente liderazgo colectivo de la formación morada. Desde luego, a nivel teórico lleva razón; pero una cosa es lo que el profesor-filósofo piensa y sabe, y otra lo que la ciudadanía, tan variopinta, cree, teme y espera. Es decir, Pablo Iglesias parece no haber tenido en cuenta la polifacética realidad: “Los movimientos tipo 15M han dado la voz de alarma ante la ineficacia o falta de credibilidad de los partidos tradicionales en aportar soluciones a los grandes y graves problemas de la sociedad. ..han optado por iniciar la participación plural, el debate de ideas y la búsqueda de consensos (aunque) nada puede concretarse en medidas políticas si los partidos en el poder no los representan o ignoran”. (pp. 470, 475-476, 479)
Los Partidos, en su origen llevan un virus mortífero: su empeño por fortalecer su propia organización y mantenerse en el poder o sus aledaños a costa, casi, de cualquier medio. Y esto acaba desprestigiando a la Política e impide, en gran medida, llegar a consensos que faciliten la solución de los problemas. (pp.476, 480, 483-484).
Ante este panorama, la señora Yolanda Díaz con su peculiar manera de exponer sus intentos u objetivos políticos, está resultando una atractiva lideresa, lo cual es sumamente necesario e importante en la parafernalia política. Es decir, todavía, la inmensa mayoría opta y prefiere un rostro con carisma que aglutine respeto, seguridad, confianza y veracidad ante las dificultades; y se mantenga al frente mucho tiempo si no traiciona dicha imagen. (Por eso la ‘monarquía’ ha sido tan permanente a lo largo de la historia, -p. 480-). Sólo cuando la ciudadanía reciba y adquiera una formación, participación y control sobre todos los asuntos públicos, los cargos de mayor responsabilidad podrán cambiar regularmente en un corto plazo sin temor alguno.
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