Repetición

La nueva ley orgánica de educación en la que se sustancia la reforma que plantea el gobierno, la conocida como LOMLOE, persigue reconducir algunas de las disfuncionalidades que el sistema educativo español ha tenido históricamente. Entre ellas se encuentra la alta incidencia de la repetición de curso en España, esa costumbre tan arraigada en tantas cabezas y cuya sobredimensión actual no tiene defensa posible. Ahora que el debate “repetición sí, repetición no” llega, por fin, más allá de las tertulias, este post señala una de sus consecuencias menos aireadas en los medios en estos días en los que se discute la tramitación de la octava reforma del sistema educativo en democracia.  

¿Por qué es la repetición un objetivo de la reforma? 

La repetición de curso es una estrategia muy costosa y claramente ineficiente. Los estudiantes que repiten tienden a desmotivarse y padecen un mayor riesgo de desengancharse del sistema educativo en el corto y medio plazo. A pesar de este efecto no deseado, la repetición de curso forma parte de nuestra cultura educativa como un remedio que refuerza a los estudiantes en dificultades. Y así hemos llegado a tener una tasa de repetidores en España cercana al 30%. Que el 28,7% de los estudiantes que participaron en PISA 2018 haya repetido al menos un curso, nos sitúa muy por encima de la media del conjunto de la OCDE, donde solo lo hace el 11% (16,5% en Francia, el 13,2% en Italia, el 3,3% en Finlandia).

Con su reforma, el Gobierno se plantea restringir la repetición de curso al final de las etapas que dividirán la primaria, y que se pueda superar la secundaria obligatoria cuando los profesores consideren que no compromete el éxito en las siguientes fases del ciclo educativo. Aplaudimos esta iniciativa por las razones antes mencionadas, pero debemos poner el foco en algunas de las consecuencias menos conocidas de la repetición: se trata de una medida muy desigualadora de las oportunidades de los estudiantes en función de su origen social. Veámoslo a través de dos sencillos gráficos que resumen lo que PISA 2018 nos dice al respecto.

La probabilidad de repetir se distribuye muy desigualmente entre hogares con distintos recursos…

En primer lugar, la probabilidad de repetir curso al final de la secundaria obligatoria está muy desigualmente distribuida en función de los recursos del hogar, por ejemplo la educación de los padres. Prácticamente uno de cada dos hijos de padres con niveles educativos bajos (educación secundaria o menos) han repetido curso frente a uno de cada tres de los hijos de quienes se graduaron del bachillerato, y uno de cada cinco entre los hijos de los universitarios.

Fuente: Elaboración propia a partir de PISA 2018

 … y ello podría reflejar algo más que las diferencias en rendimiento.

Por supuesto, estas diferencias en el riesgo de repetir podrían ser el resultado de la propia desigualdad en conocimientos (y su reflejo en las notas), lo que a su vez causa la mayor parte de la diferenciación por origen social del logro educativo. Es necesario ver si las diferencias en el riesgo de repetir simplemente se deben a la brecha en resultados de los estudiantes en función de su origen social.

Esto es lo que se ve en el siguiente gráfico. Utilicemos la prueba de matemáticas que hizo PISA 2018. Entre los peores y los mejores estudiantes hay una caída en la probabilidad de repetir que se debe a las competencias demostradas por cada alumno. Sin embargo, las diferencias entre estudiantes según la educación de sus padres y dentro de un mismo nivel de rendimiento muestran con claridad el efecto desigualador de la repetición de curso. Blanco sobre negro, entre los peores estudiantes (aquellos cuyas puntuaciones les sitúan en el décimo percentil de la distribución de las notas), aquellos cuyos padres tienen un nivel educativo bajo y habrían repetido al menos un curso llegan a ser el 70%, frente al 50% de los que tienen padres universitarios. Y estos desequilibrios no solo se dan entre los peores estudiantes, entre los que alcanzan los míticos 500 puntos de la media OCDE en estas pruebas, el 30% de los hijos de padres con menos educación han repetido frente a solo el 20% de los hijos de universitarios.

Fuente: Elaboración propia a partir de PISA 2018

Atacar la repetición de curso no es solo una forma de incrementar la eficiencia en el gasto y, seguramente, de incrementar la calidad educativa. Además, es una medida que avanza en la dirección correcta hacia la equidad en educación.