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Crónica

Anatomía de un instante en el Congreso: los 40 segundos que estuvo derogada la reforma laboral

Sánchez, Calviño y Díaz durante el momento en el que se anunciaba por error que quedaba derogada la reforma laboral.

Iñigo Aduriz

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Habían transcurrido nueve horas desde el inicio del Pleno del Congreso del pasado jueves cuando la presidenta de la Cámara Baja, Meritxell Batet, anunció el comienzo de la votación más esperada de la semana y una de las más decisivas de la legislatura: la convalidación del real decreto ley de la reforma laboral pactada por Gobierno, sindicatos y empresarios. “Convalidación o derogación de reales decretos-leyes. Real Decreto-ley 32/2021, de 28 de diciembre, de medidas urgentes para la reforma laboral, la garantía de la estabilidad en el empleo y la transformación del mercado de trabajo. Comienza la votación”, dijo Batet, según consta en el diario de sesiones.

La mayoría del hemiciclo no esperaba sorpresas y confiaba en terminar la votación y marcharse del Congreso tras una jornada agotadora. Después de semanas de durísimas negociaciones, el Gobierno no había logrado atar el apoyo de sus principales socios de investidura –ERC, PNV y EH Bildu– para que ayudaran a convalidar el nuevo marco laboral que, por primera vez, recuperaba derechos para los trabajadores. Sí había conseguido in extremis, negociando hasta la noche anterior, sumar una débil mayoría con otros partidos como Ciudadanos, PDeCAT, UPN y otros minoritarios que, siempre que todos cumplieran con su palabra y no se produjera ningún error, iba a permitir aprobar la reforma laboral con 176 votos a favor y 173 en contra.

Nada salió como se esperaba. Y el viraje de los acontecimientos se comenzó a evidenciar, según la grabación del momento, mientras los diputados votaban con sus dedos desde sus escaños. Durante la votación, el secretario general del PP, Teodoro García Egea y la portavoz del partido en el Congreso, Cuca Gamarra, miraron hacia arriba y a su derecha, justo donde se sentaban los dos diputados de UPN, Sergio Sayas y Carlos García Adanero.

Dos segundos después, la votación se visualizó en la pantalla que reproduce el hemiciclo y que representa en verde los votos a favor, en rojo los que son en contra, y en amarillo las abstenciones. “Presentes, trescientos...”, comenzó a decir Batet. Los aplausos y los gritos la interrumpieron. Todos provenían de las bancadas de PP y Vox que, sin aún haber escuchado el resultado, consideraron derogada la reforma laboral al dar por hecho que había más 'noes' que 'síes'.

Parecían conocer ya, en ese momento, que los dos parlamentarios de UPN habían decidido traicionar a la dirección de su partido que, la noche anterior, les ordenó votar a favor de la convalidación tras haber logrado un acuerdo con el Gobierno. Sayas y García Adanero votaron finalmente que 'no', alineándose con PP y Vox pero también con socios habituales del Gobierno como ERC, PNV y EH Bildu, que también habían optado por el rechazo.

Alborozo para las derechas, eternidad para el Gobierno

“Presentes, 335 más 14 votos emitidos telemáticamente”, dijo entonces la presidenta del Congreso. “'Sí', 166 más nueve votos emitidos telemáticamente. 'No', 169, más cinco votos emitidos telemáticamente. Ninguna abstención”, añadió. En ese momento, se hizo una brevísima pausa. Batet miró a los letrados de la Cámara Baja que se sientan a su derecha, en la Mesa del hemiciclo y, sin mucho convencimiento, dijo: “Por lo tanto, no queda (sic), queda derogado el real decreto ley”.

Ahí comenzaron 40 segundos de alborozo para las derechas y de desconcierto y decepción para las fuerzas del Gobierno. 40 segundos que resultaron un siglo para estos últimos y que supieron a muy poco a PP y Vox. 40 segundos de infarto en las redacciones de los periódicos que ya tenían preparadas las crónicas que daban por hecha la convalidación de la reforma laboral y que tenían que cambiar de planes, tras nueve horas de debate, y acercándose la hora del cierre de sus respectivas ediciones.

“Aplausos de las señoras y los señores diputados de los grupos parlamentarios Popular en el Congreso y VOX. Varios señores diputados: ¡Bravo!”, cuenta el diario de sesiones que sucedió, tras las palabras de la presidenta del Congreso. Las cámaras enfocaron entonces a la bancada del Gobierno y en la imagen del momento se puede ver al presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, al lado de la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, que a la vez estaba junto a la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, la principal muñidora de la reforma laboral que, a tenor de lo proclamado por Batet, había sido derogada de un plumazo, tras meses de negociaciones y cuando ya había empezado a dar sus primeros frutos en forma de contratos indefinidos.

Sánchez, incrédulo, miraba a un lado y a otro, parpadeó hasta en tres ocasiones y se fijó en la bancada de Unidas Podemos. Díaz, con semblante serio, se recolocaba la mascarilla, también miró hacia los diputados del grupo confederal y, finalmente, se giró hacia su derecha, pronunciando un breve comentario a Sánchez y Calviño que resultó indescifrable, ya que llevaba puesto el mencionado cubre bocas. La vicepresidenta económica, situada entre los otros dos, hizo entonces un gesto de extrañeza, miró a la pantalla donde se refleja la votación y también dijo algunas palabras. Los tres enfocaron entonces sus miradas en Batet y, en cuestión de milésimas, Sánchez hizo un gesto con sus manos, mirando a las vicepresidentas y a las bancadas socialista y de Unidas Podemos, como pidiendo calma.

Frente a ellos había una fiesta. La mayoría de los diputados del PP se habían puesto en pie y miraban a su izquierda mientras aplaudían a sus máximos jefes, que permanecieron sentados: el secretario general, Teodoro García Egea, la portavoz, Cuca Gamarra, y su presidente, Pablo Casado que, como si estuviera ajeno a la celebración de su bancada, miraba al frente. Dos parlamentarios populares con cargos en la dirección del partido, el responsable territorial Antonio González Terol y la vicesecretaria de Organización, Ana Beltrán, aplaudían en cambio en sentido contrario al de sus compañeros de filas. Ambos miraban a la derecha y arriba. En realidad, ovacionaban a los dos diputados de UPN que habían incumplido las instrucciones de su dirección y habían votado contra la convalidación del decreto.

También se giraron para dirigir sus aplausos a Sayas y Adanero prácticamente todos los diputados de Vox, que no ocultaron su júbilo. Y el portavoz de la extrema derecha en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, hizo un gesto con su puño derecho cerrado y sin dejar de mirar a los parlamentarios navarros, con el regocijo y la satisfacción que le producía que una de las leyes más importantes de la legislatura fuera tumbada por la traición de los dos diputados foralistas.

Debajo, en la bancada de los sillones azules del Gobierno, la portavoz del Ejecutivo, Isabel Rodríguez, hablaba con la ministra de Ciencia, Diana Morant. Ambas miraban a la pantalla de resultados y Rodríguez agitaba la cabeza, como si dijera “no puede ser” o “no es cierto, ha sido un error”, ya que las cifras de la votación verbalizadas por Batet no concordaban con el resultado anunciado, puesto que había más 'síes' que 'noes' y, por tanto, la reforma laboral debía haber sido convalidada.

En ese rato en que el tiempo se congeló en el Congreso, el portavoz del PNV, Aitor Esteban, realizaba otro gesto de sorpresa levantando las dos manos y, a continuación, se tocó la cabeza, como preocupado. Detrás de él, su compañero de partido, Iñigo Barandiaran dio un toque a Esteban y le hizo un comentario. El portavoz nacionalista también le pidió calma. Tres filas más atrás, los trece diputados de ERC apenas se movían, con la sorpresa instalada en sus rostros. El rictus del diputado de Unidas Podemos Antón Gómez Reino era de indignación. El amigo personal de Yolanda Díaz realizaba gestos con la mano pareciendo haberse percatado de que Batet se había equivocado al comprobar los resultados de los votos.

La agonía para los diputados afines al Gobierno y las celebraciones de los contrarios se intercambiaron en cuestión de dos segundos, los que Batet tardó en deshacer su error. “Señorías, los servicios de la Cámara me informan de que queda convalidado el real decreto-ley”, proclamó la presidenta del Congreso, que se vio forzada a elevar la voz al final de la frase porque los aplausos y festejos ya habían comenzado al otro lado, esta vez en las bancadas de PSOE y Unidas Podemos. 

Esa alegría quedó plasmada negro sobre blanco para los anales de la historia, en el diario de sesiones. “Prolongados aplausos de las señoras y los señores del Grupo Parlamentario Socialista y de los miembros del Gobierno presentes, puestos en pie”, apunta. “Prolongados aplausos de las señoras y los señores del Grupo Parlamentario Confederal de Unidas Podemos-En Comú Podem-Galicia en Común, puestos en pie, al tiempo que gritan: ¡Sí se puede!, ¡sí se puede!”.

El suspiro de Calviño y los besos de Díaz

Al final de esos cuarenta segundos que le resultaron eternos, probablemente los peores que haya vivido desde que franqueó las puertas de La Moncloa, Pedro Sánchez, ya de pie, se giró entonces a su izquierda. Agarró la mano de Calviño. Y enseguida Yolanda Díaz entrelazó las suyas. Los tres escenificaron un gesto de alivio y victoria. La vicepresidenta económica suspiró y llevó su mano a la frente, como retirándose el sudor frío que le había producido, durante ese medio minuto largo, que la norma estrella del Gobierno que condicionaba la llegada de 10.000 millones de los fondos europeos hubiera sido derogada. Sonriente, a los pocos segundos, se les sumó la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que se fundió en un fuerte abrazo con Díaz, para agarrar después también la mano de Calviño.

Detrás de ellos, justo en el escaño que está encima del de Sánchez celebraba el resultado el portavoz del PSOE en el Congreso, Héctor Gómez, quien intercambiaba gestos de complicidad con el secretario de Organización socialista, Santos Cerdán. Ambos fueron dos de los principales negociadores de la parte socialista, para intentar sacar adelante la reforma laboral. El presidente del Gobierno miró a la bancada de Unidas Podemos mientras levantaba su pulgar, dando su aprobación y mostrándose satisfecho pese a lo ajustado de la votación. Y Cerdán abrazaba, por su parte, a la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, dos filas por detrás de Sánchez.

Héctor Gómez animaba a su bancada, pero también a la de Unidas Podemos. Y, después, se incorporó hacia la bancada azul, justo debajo de él, y abrazó a Yolanda Díaz, que le besó en la mejilla. El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, otro de los negociadores, dejó su escaño y se fue a saludar a Sánchez. A esa hora, los diputados socialistas y los de Unidas Podemos coreaban ya, prácticamente al unísono, uno de los gritos del 15-M: “¡Sí se puede! ¡sí se puede! ¡sí se puede!”

Diputados de todo signo político consultados por elDiario.es reconocen que fueron 40 segundos “de infarto”. “Cuando la presidenta dijo que se derogaba, no nos lo podíamos creer. Nos dio un vuelco el corazón, aunque el susto duró poco porque enseguida nos dimos cuenta de que, según los números que dio la propia Batet, la reforma se había convalidado”, explica un diputado del PSOE que prefiere no dar su nombre. “Sabíamos que podía ocurrir” apunta otra parlamentaria de Unidas Podemos, refiriéndose a la posibilidad de que los diputados de UPN votaran 'no' a pesar de que su dirección había llegado a un pacto para votar 'sí'. “Pero en esos segundos se nos hizo muy difícil de digerir cómo, después de todo el trabajo [sobre la reforma laboral], quienes estaban de celebración eran los diputados del PP y de Vox”, añade.

La teoría del PP

“Fue un tongo”, apunta una dirigente del PP. De hecho, una vez finalizadas las votaciones, la portavoz de su grupo, Cuca Gamarra, pidió la palabra para denunciar que, “con carácter previo a la votación”, se había puesto “de manifiesto a la Mesa un error informático”, en alusión a la votación telemática de uno de los diputados del PP, Alberto Casero, que se equivocó y votó a favor de la convalidación de la reforma laboral. Su voto fue determinante para que la norma saliera adelante por un solo escaño, tras la traición de los diputados de UPN que se pasaron al 'no'. La presidenta Batet respondió a Gamarra que “precisamente porque la Mesa” era “conocedora” de lo ocurrido, se trataba de “una cuestión técnica de la Mesa” y no le daba la palabra en el Pleno, lo que generó un enorme enfado en las filas populares con gritos hacia Batet del secretario general del partido, Teodoro García Egea.

“Sánchez y Yolanda [Díaz] estaban acabados y por eso aplaudíamos con tanta fuerza”, explica otro parlamentario del PP. “Después, cuando la presidenta dijo que se convalidaba, no pudimos evitar el enfado. Ha sido un pucherazo”, añade. El PP llevará el asunto ante los tribunales porque, según su teoría, Casero, en realidad, votó 'no', pero el sistema lo registró como un 'sí'. También dijeron los populares que el diputado, parlamentario por Cáceres y enfermo, fue al Congreso para, presencialmente, intentar que fuese anulado su voto telemático, y que no se le dejó entrar en el hemiciclo. Las imágenes grabadas al final de la votación demuestran que es falso. Casero no solo entró en el hemiciclo sino que llegó a sentarse en uno de los escaños traseros al de García Egea.

El diario de sesiones explica que “varios señores diputados” del PP gritaron “¡tongo, tongo!” o “¡qué vergüenza!”. Pero Batet puso fin al Pleno. “Muchas gracias. Se levanta la sesión”. Como explica la transcripción del Pleno, “eran las seis y cuarenta minutos de la tarde”.

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