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PSOE y Unidas Podemos se presentan al primer pleno del Congreso tras la investidura fallida con los puentes rotos

Carmen Calvo en su escaño del banco azul

Carmen Moraga / José Precedo

Oficialmente, se había convocado un Pleno extraordinario para que la vicepresidenta en funciones Carmen Calvo rindiera cuentas en el Congreso sobre la crisis del Open Arms y la política migratoria del Gobierno, que ha generado críticas generalizadas de todos los grupos de la oposición. Pero la sesión parlamentaria fue más allá de eso. Mucho más. Cuatro horas y media de debate, en el que el PSOE y Unidas Podemos, que formalmente siguen llamándose “socios prioritarios”, escenificaron hasta qué punto están distanciados cuando el calendario señala un plazo de tres semanas para alcanzar un acuerdo de investidura y evitar las cuartas elecciones generales desde 2015.

La última vez que los diputados pisaron el Palacio de Las Cortes fue el 25 de julio, cuando la abstención de Unidas Podemos frustró la presidencia de Sánchez. Un mes de titulares y mensajes cruzados después, la situación no ha mejorado nada. Está peor. La sesión extraordinaria evidenció que a día de hoy los puentes entre las fuerzas de izquierda están rotos.

Ya desde la mañana el día se había iniciado con un cruce de reproches entre Pablo Iglesias, y el secretario de Organización del PSOE y ministro de Fomento, José Luis Ábalos. El líder de Unidas Podemos dijo en una entrevista en la Cadena Ser que estarían dispuestos a aceptar la primera oferta hecha por Sánchez en julio, es decir, entrar en el Gobierno con una Vicepresidencia social y los ministerios de Sanidad, Vivienda e Igualdad, junto a las políticas activas de empleo. “Si el PSOE vuelve a hacer la misma oferta nos sentamos con ellos y será cuestión de horas ponernos de acuerdo”, adelantó.

Un par de horas antes Ábalos ya había advertido que su partido sigue “desconfiando” de Unidas Podemos. En otra entrevista, también en la Cadena SER, el ministro en funciones declaró que “la oferta ya no es válida”. “¿Lo que antes era una farsa ahora va a ser suficiente? No es serio”, opinó. Después, abundaba en La Sexta: “No acabo de entenderlo, decía que lo que se ofreció en julio era humillante, irrespetuoso y nada serio y ahora resulta que está bien, me deja perplejo”, replicó, añadiendo que le parecía una “falta de seriedad” que se anduviera Iglesias con esas ahora.

El ministro se mostró extrañado por el cambio experimentado por el líder morado en estos dos meses y recordó que aquella oferta fue retirada por parte del PSOE porque consideraron que era “decorativa y sin competencias”.

Pero lo peor estaba por llegar en el Congreso, donde el debate -programado para la sobremesa- arrancó con cierta calma. Unidas Podemos había evitado in extremis la comparecencia de Sánchez por el Open Arms -que reclamaban PP y Ciudadanos- y en su lugar pidió que fuese la número dos del Gobierno, Carmen Calvo, la que diese explicaciones. Los socialistas consideraron igualmente una provocación que el grupo confederal votase junto a PP y Ciudadanos para hacer comparecer a la vicepresidencia en período inhábil.

La primera intervención del portavoz del PSOE, Rafael Simancas, encendió los escaños de Unidas Podemos. “Nos han demostrado que no son de fiar”, dijo el dirigente socialista. Y todo el hemiciclo supo que la intervención poco tenía que ver con el Open Arms.

“Fueron de la mano de la derecha para convocar este Pleno. ¿Sabe que lecciones hemos aprendido? Que no son ustedes de fiar, utilizan la primera oportunidad que ven para sumar sus votos a la derecha”, le espetó Simancas a Vera y a todo Unidas Podemos. “Con esta estrategia pierde España, pierde la izquierda”. “Le voy a hacer una reflexión”, añadió el portavoz socialista, que no soltó el látigo: “No se puede ser Gobierno y contragobierno a la vez”. “No hay justificación para este aquelarre de reproches”, lamentó el socialista, que defendió la gestión de Calvo y negaba “bandazo” alguno, con un semblante muy grave.

Como testigos, en sus respectivos asientos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ni cruzaron palabra. Tampoco en los pasillos del Congreso, según las fuentes consultadas. El presidente ya había advertido a la entrada que busca la confianza para un Gobierno socialista y pedido “responsabilidad” al resto de partidos.

“Los ciudadanos quieren un Gobierno socialista y pido responsabilidad para que no tengamos que vernos abocados a convocar elecciones y podamos tener un Gobierno que los ciudadanos españoles se merecen”, dijo el candidato, mientras Albert Rivera, desaparecido durante el último mes, aprovechaba el canutazo para escabullirse de la prensa y dirigirse a toda prisa a su escaño.

Una vez dio comienzo la sesión, la intervención de la portavoz de Podemos Noelia Vera había ahondado al principio en los cambios de posición del Gobierno sobre la política migratoria entre el Aquarius y el Open Arms: “¿Qué ha pasado en este último año? ¿Por qué de hacerlo tan bien han pasado a decepcionar a tantísima gente?”, había lamentado.

Pero en cuanto llegó la intervención de Simancas, Vera endureció el discurso: “Entiendo que tengan que utilizar este tono paternalista por el momento en que estamos... cuando quien ha puesto el tema han sido las organizaciones que están trabajando en defensa de los Derechos Humanos”. “Todo el discurso que han hecho pierde legitimidad. Con toda la vergüenza viene aquí a enfrentarse a Salvini cuando en todo un mes ha sido incapaz”, clamó la diputada, dirigiéndose a Calvo desde la tribuna de oradores.

Visiblemente dolida, Vera continuó: “¿Que no somos de fiar? Vamos a hablar de políticas migratorias ¿Con qué PSOE hablamos?, ¿con el que dice que va a quitar las concertinas de Ceuta y Melilla o con el que le da 35 millones de euros a Marruecos para que intensifique la persecución al otro lado?”. “¿Cuál es el PSOE del que nos tenemos que fiar?, preguntaba Vera con enfado, elevando la voz.

El intercambio de golpes entre quienes todavía pretenden pactar un Gobierno hizo incluso pasar desapercibido el debut de Cayetana Álvarez de Toledo, que acusó a Sánchez de “hacer negocio electoral bajo la máscara de la solidaridad” y de estar cerca de la ultraderecha italiana. “El sanchismo y el salvinismo son las dos caras de la misma moneda”, dijo Álvarez de Toledo en medio del ataque mutuo de las izquierdas.

El último turno de Calvo evidenció hasta qué punto se han hecho daño PSOE y Unidas Podemos y que alcanza incluso a las relaciones personales. La vicepresidenta se dirigió a Ione Belarra, portavoz de Podemos que no había intervenido en el debate, para reprocharle algunos de sus comentarios de las últimas semanas: “Señora Belarra, ya sé que no ha participado en el debate, y si me permite que la llame por su nombre de pila, Ione, yo no me llamo Matea, soy la misma Carmen que algunas mañanas temprano me llamabas y yo te atendía con mucho gusto para hablar de algunos asuntos que te preocupaban en materia migratoria donde nuestros criterios eran los mismos. Soy la misma, en política se aguantan muchas cosas, pero, créame, lo de parecerme a Salvini, ha llegado muy lejos”.

Al final de la sesión, Pablo Echenique escribió en Twitter que las cartas están echadas y culpó a Sánchez de haber decidido ir a elecciones.

Era la sensación generalizada entre quienes abandonaban el hemiciclo. En las filas de Podemos queda todavía algún optimista. Una diputada al salir del Congreso pedía esperar: “Hay mucha escenificación. Vamos a esperar. Aún hay tiempo”.

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