ANÁLISIS | Del consenso constitucional de 1978 al disenso institucional de 2016
Del consenso al disenso. De 1978 a 2016. Del fin de una dictadura a un tiempo que vive entre la resistencia de lo viejo y lo nuevo, que no acaba de imponerse. De un modelo territorial inamovible a las tensiones soberanistas; de un país dominado por un núcleo reducido de dirigentes políticos y empresariales, a menudo salpicados por puertas giratorias y casos de corrupción; a una impugnación de esa forma de concebir el gobierno y el poder.
En 1978 hacía tres años que había muerto Franco y la violencia de la extrema derecha –que luego se manifestó en el fallido golpe de Estado de 1981– era real –desde los abucheos al cardenal Tarancón en el entierro de Franco hasta la matanza de Atocha en enero de 1977, meses antes de las primeras elecciones–. Por otro lado, la violencia etarra no cesaba: mató a Carrero Blanco en 1973, y entre 1974 y enero de 1977 murieron 19 personas a manos de la banda.
En este contexto, se producen unas elecciones en junio de 1977 que alumbran las Cortes que tendrán que redactar la Constitución. Y cuál es la sorpresa cuando el PCE, el principal partido de la oposición contra el franquismo, cosecha unos exiguos 19 diputados, lejos de los 118 de Felipe González y de los 166 de Adolfo Suárez.