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“El ecologismo político está donde nunca había estado en España”

Juan López de Uralde, en el parque del Retiro el pasado jueves.

Aitor Riveiro

Juan López de Uralde (San Sebastián, 1963) pasó dos semanas en una cárcel danesa en 2009. Su delito: irrumpir en una cena de gala de jefes de Estado y de gobierno mundiales en Copenhague para reclamar un acuerdo internacional contra el cambio climático. Nueve años después, el por entonces director de Greenpeace España deja la dirección del partido político que fundó poco después del fracaso de aquella cumbre. 

“La reflexión que hice aquellos días en la cárcel fue sobre la necesidad de la política ante unos líderes mundiales no se estaban enterando de nada. Y ahora puedo decirlo en el Congreso”, explica Uralde en una entrevista con eldiario.es. La cita se produjo el pasado jueves, después de un Pleno que liquidó el llamado impuesto al Sol  y una semana después de un acuerdo presupuestario entre el Gobierno y Unidos Podemos, donde se integra Equo, que recoge algunas de las reivindicaciones históricas del ecologismo político.

Uralde repasa en esta conversación su trayectoria política y la del partido que nació entre 2010 y 2011 en un coworking de Madrid y cuya sede se estableció en un garaje de un barrio residencial del norte de la ciudad. Y desvela su intención de repetir en en las listas electorales en las generales previstas en 2020.

Este fin de semana Equo celebra una Asamblea Federal que elegirá la nueva dirección ¿Por qué no se presenta a la reelección?

Siempre hemos dicho que en la política lo cargos no son vitalicios. Tiene que haber renovación y recambio. En nuestros estatutos se establece un límite al número de mandatos. Yo lo he cumplido y toca dar un paso al lado. Es bueno que venga gente con ideas frescas y otra energía.

¿Qué balance hace de la trayectoria del partido desde su fundación?

La situación política hoy no tiene nada que ver con la que había cuando presentamos Equo en septiembre de 2010. Entonces había un bipartidismo férreo en el que no había más que un pequeño espacio para IU y los partidos nacionalistas. Ese era el mapa. Equo fue una apuesta valiente de intentar abrir un hueco en medio de ese bipartidismo, adelantándonos a muchos mensajes que luego con el 15M se hicieron más populares, como la necesidad de recuperar la política como herramienta para la ciudadanía o la cercanía a los movimientos sociales. O las nuevas formas de hacer política.

Fuimos los primeros que hicimos primarias para las listas electorales, que ya no nos acordamos. También recuerdo la reunión en la que decidimos que no íbamos a pedir créditos bancarios y la gente que venía de la política nos decía que estábamos locos. Y lo hicimos.

Luego surgieron muchas iniciativas, como el Partido X que fracasó. Y llegó Podemos, que de alguna manera todo supo capitalizar lo que se había ido abonando.

El primer acto como partido político fue en un olivar de Madrid. Hacían actos en un espacio de coworking. La sede estuvo mucho tiempo en un garaje...coworking.

Nosotros empezamos prácticamente de cero. Hoy, tras una apuesta política clara por la confluencia, cerramos un ciclo con un eurodiputado, tres diputados nacionales, seis en regionales y cargos en concejalías en muchas capitales de provincia como Madrid, Valladolid, Granada, Las Palmas o Salamanca. El ecologismo político está donde nunca había estado en España.

El ecologismo político que representa Equo está donde nunca había estado como organización. Pero los planteamientos del ecologismo también han calado en el debate y con más concreción. ¿Es mérito de Equo o ha sido un goteo desde la sociedad a la institución?

Hay una mezcla de factores. Indudablemente la conciencia social ha aumentado. Pero también, y ese es el motivo por el que nace Equo, hacía falta una herramienta que llevase esa mayor conciencia social a iniciativas políticas concretas.

Una de las señas de identidad de la gestión de Manuela Carmena en Madrid tiene mucho que ver con Inés Sabanés y con Equo, con todas las iniciativas sobre movilidad. Y aquí en el Congreso lo mismo. Son iniciativas concretas que están haciendo personas concretas que son de nuestra organización.

Efectivamente, esa ola está ahí. Pero si no hay nadie que se siente a escribirlo, a proponerlo como una ley o lo que sea, no se concretaría. La diferencia es que ahora se está concretando. Nuestro valor cualitativo es mucho mayor que nuestro valor cuantitativo. Es algo que ha pasado siempre de forma general con los partidos verdes.

Sobre esto ha habido divisiones y críticas a la línea política marcada por la dirección de Equo a favor de la confluencia con Podemos e IU, precisamente ante el riesgo de que el proyecto del ecologismo político se diluyera. ¿Cuál fue el motivo de esta decisión? ¿No puede cuajar en España un proyecto verde independiente?

En España, en 2011 se produce una nueva situación con el 15M. Eso genera un cambio social importante. A raíz de esa movilización se producen una serie de propuestas políticas diferentes, pero claramente se genera un espacio de cambio que ya no cubría solo IU.

Nuestra apuesta ha sido formar parte de ese espacio de cambio. En España el voto verde tradicionalmente ha sido pequeño y no era probable que eso cambiara en el corto plazo. En 2011 lo intentamos en solitario y no cuajó. Nuestra opción fue formar parte de ese espacio y reverdecer ese espacio. Fue la apuesta correcta en ese momento.

Es verdad que cuando eliges un camino, estás renunciado a otro. Y eso tiene sus ventajas e inconvenientes. Uno de los inconvenientes es que la visibilidad se reduce, pero a cambio tienes una presencia mucho mayor en las instituciones y una influencia también mucho mayor. La realidad es que estamos negociando los Presupuestos con el Gobierno.

La mayoría de las propuestas políticas que ha venido haciendo Podemos y Unidos Podemos incluyen siempre menciones a la transición energética. Hoy mismo [por el jueves] se derogaba en el Congreso el 'impuesto al sol'. El impuesto al diésel ha estado en las negociaciones con el Gobierno. Antes mencionaba las restricciones al tráfico en Madrid. ¿Esto se hubiera hecho realidad sin Equo en este espacio?

Hemos tenido una influencia decisiva en que estas cuestiones estén en la agenda. Desde el principio hemos peleado porque la transición energética fuera uno de los ejes del programa y así ha sido. Nuestra aportación en Unidos Podemos va en ese sentido, en decir que el ecologismo, igual que el feminismo, son señas de identidad de este espacio. No son temas secundarios. No puede haber un cambio real, máxime ahora que nos están advirtiendo de que tenemos 12 años para frenar el cambio climática, sin asumir el ecologismo como una de las banderas. Y eso tiene mucho que ver con Equo, con nuestro papel y nuestra presencia.

Equo apuesta por la confluencia con Podemos e IU para el siguiente ciclo electoral. ¿No temen una disolución definitiva de proyecto? ¿“Reverdecer” un espacio a cambio de perder la marca?

Ya digo, cuando tomas una opción decides renunciar a la otra. Ese riesgo existe y mucho más por nuestra forma de trabajar que ha intentado más buscar los acuerdos que no buscar los conflictos. Otras fuerzas de la coalición sacan fuera el conflicto para hacerse ver. Nosotros optamos por intentar resolver los problemas de forma interna“ porque es la forma de construir.

El ecologismo está subiendo en Europa. Las últimas elecciones en Baviera están ahí. Y yo creo que va a seguir subiendo de forma natural. En la medida en que la conciencia sobre la crisis ecológica es mayor, la preocupación es mayor y eso se manifiesta en el voto. A nosotros nos une algo ideológico y es que somos ecologistas. Eso nos permite tener cierta tranquilidad y si eventualmente mañana tenemos que ir solos pues tenemos una identidad suficientemente significativa.

Hablaba de la negociación presupuestaria con el Gobierno. Uno de los elementos principales que defiende el ecologismo político es el cambio del modelo productivo. ¿Qué receptividad han visto? ¿Qué posibilidades hay de lograrlo en el corto o medio plazo?

España perdió de forma lamentable el tren de las energías renovables de forma lamentable. España se subió a principios del siglo XXI y por decisiones políticas posteriores hemos perdido ese tren. Hemos pasado de ser el segundo país de la UE en el desarrollo de energías renovables a ser el 16. Esto ha tenido como consecuencia el desmantelamiento de la industria, con el cierre de Vetas en León como último coletazo. España no puede perder más trenes y debe apostar por el medio ambiente. El otro día decía la FAO que la agricultura ecológica era la vía de futuro para el sector.

Nosotros apostamos por una industrialización que tenga en consideración factores diferentes, el cambio de paradigma, la crisis ecológica, el respeto por el entorno, etcétera. Eso es lo que debería servir a España de viento para un nuevo modelo económico.

La economía española es muy débil por su dependencia del petróleo. No afrontar de manera clara esa dependencia hace que nuestra economía sea siempre tan vulnerable a factores externos. Pero eso se puede cambiar.

Hablaba antes de la dificultades de gestionar un espacio como el de Unidos Podemos, en el que además están En Comú y En Mares con sus propias características. ¿Hacia dónde debe ir este espacio? ¿Hacia un sujeto orgánico? ¿Mantenerse como hasta ahora?

Una de las señas de identidad de este espacio es la diversidad. Por primera vez en la izquierda española se empieza a asumir que la diversidad, si somos capaces de ir juntos, suma mucho más. No hay que renunciar a las señas de identidad de cada uno, pero a la hora de votar las discrepancias son muy pequeñas. De todo lo que hemos votado hasta ahora yo puedo citar dos o tres ejemplos en los que hemos tenido discrepancias que tienen que ver con el tema del carbón. Este es el camino. Seguir representando esa diversidad de valores que hay en la sociedad y que nos unen.

¿No se pone en riesgo la continuidad del espacio sin algo de coordinación orgánica que ponga a todos en el mismo barco?

Para que un espacio así funcione se tienen que dar diferentes factores. Una buena coordinación es fundamental. Tiene que haber generosidad por parte de los grupos grandes, que deben entender que el espacio tiene que ser diverso. Son cuestiones que cuando piensas hacia afuera, se dan fácilmente. El problema es cuando te pones a pensar hacia adentro. Ahí comienzan las discrepancias, los problemas y el “por qué estás tú y no yo”.

Es muy importante que siempre pensemos en los sectores sociales para los que trabajamos. Y nosotros tenemos un sector social muy claro que nos está apoyando, que es el ecologismo, y nos debemos a ellos.

En las europeas de mayo de 2019 Equo concurrirá en la lista de Unidos Podemos, en lugar de en Primavera Europea como en 2014. ¿A qué grupo irán los eurodiputados que se logren? Nosotros somos verdes. Es nuestra seña de identidad. Estamos en el Partido Verde Europeo y siempre lo hemos explicitado.

¿Incluso aunque haya una reordenación de los grupos en el Parlamento Europeo? Se fragua un polo liderado por Le Pen y Salvini en la extrema derecha y otro con presencia de Unidos Podemos, Francia Insumisa y el Bloco de Esquerda que podría dinamitar el ordenamiento clásico de la institución.

Eso son hipótesis. Si se concretan, ya veremos. A día de hoy, nuestra voluntad es estar en el Grupo Verde. Es nuestro espacio. Si luego se produce una confluencia de grupos y el Verde lo hace, estaremos. Pero ya veremos.

Hemos hablado del origen de Equo y de su evolución. Pero, ¿cuál va a ser el futuro político de Juan López de Uralde?

Yo soy ecologista por ADN. Lo he sido siempre y lo voy a seguir siendo. La trinchera política del ecologismo es necesaria. Lo pensaba cuando impulsamos Equo y lo seguiré pensando el lunes. Yo voy a seguir en Equo como militante de base y como diputado. Y trabajaré para que esto siga para adelante. Dentro del partido defenderé las posiciones a favor de la confluencia y de un ecologismo activo y activista.

¿Y en las próximas elecciones?

Yo estoy contento con el trabajo que estoy haciendo en el Congreso. Mi idea es volver a presentarme, pero falta todavía mucho tiempo.

Usted se hizo famoso cuando fue detenido en Copenhague por irrumpir sin permiso en la cena oficial de líderes durante una cumbre mundial contra el cambio climático. ¿Qué diferencias hay entre el activista de entonces y el diputado de ahora?

Con la perspectiva de hoy se pude entender mejor lo que hicimos entonces. La cumbre de Copenhague fue una oportunidad perdida para que hoy el IPCC nos dijera que nos quedan 12 años para revertir el cambio climático. Si se hubiera actuado entonces, hoy la lucha real contra el cambio climático estaría más avanzado. Aquello fue un grito de desesperación para decirles a los líderes mundiales que la estábamos cagando. El fracaso de aquella cumbre fue el de toda la Humanidad. Y cuando leía el reciente informe del IPCC yo pensaba que el fracaso de entonces tiene unas consecuencias brutales, seis años perdidos en los que no se hizo absolutamente nada. El tiempo nos da la razón a los activistas que aquel día intentamos evitar ese fracaso con una medida desesperada.

Si mañana hubiera una cumbre como esa y yo tuviera que tomar una decisión de ese tipo, volvería a hacer lo mismo porque estamos actuando como de forma irresponsable como especie. Lo que he tratado de hacer en este tiempo en el Congreso fue traer ese espíritu activista y convertirlo en transformación efectiva, en medidas concretas que generaran cambio. En lo fundamental no he cambiado. La reflexión que hice aquellos días en la cárcel fue sobre la necesidad de la política ante unos líderes mundiales no se estaban enterando de nada. Y ahora puedo decirlo en el Congreso.

El otro día un diputado del PP, para descalificarme, decía que yo voy por el Congreso con mis propuestas de Capitán del Medioambiente. Para mí es un orgullo porque he conseguido que esta cuestión esté presente y no pase desapercibida. Queda poco tiempo y mucho por hacer.

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