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Crónica

Los pagos millonarios del FC Barcelona al 'número dos' del arbitraje: el golazo de Negreira

En la imagen, fotografía de archivo del 06/01/1990 de Enríquez Negreira durante su arbitraje en el partido disputado entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid.

Peio H. Riaño

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En el currículum de José María Enríquez Negreira puede leerse que fue árbitro de la liga de fútbol desde finales de los 70 del siglo pasado hasta principios de los 90, cuando abandonó el oficio y asumió el cargo de vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros durante 24 años, entre 1994 y 2018. En la segunda etapa de su carrera profesional hubo una actividad que acaba de descubrir Hacienda: a lo largo de más de dos décadas –al menos– cobró a través de la empresa DASNIL 95 casi siete millones de euros del Fútbol Club Barcelona.

Hacienda empezó a investigar y llegó a la conclusión de que el equipo le pagaba por “asesoramiento técnico”, porque quería asegurase de que no se tomaban decisiones en su contra. En los últimos años de su actividad la empresa de Negreira recibía 600.000 euros por revisar vídeos. Otra historia de éxito empresarial. Y un gran escándalo del fútbol español, donde todos los equipos de Primera y Segunda División (salvo el Real Madrid y, por supuesto, el propio FC Barcelona) han firmado un documento que pide llegar hasta el final en las pesquisas, caiga quien caiga.

Los conflictos de intereses nunca se desvelan en los currículos, sino en las biografías. Y la del exárbitro acaba de hacerse pública hace unos días. La está escribiendo la Fiscalía, que en estos momentos mantiene abierta la investigación sobre esta práctica que podría incurrir en un delito de corrupción en los negocios, según el artículo 286 del Código Penal. Y con penas de prisión de seis meses a cuatro años y multa del triple del valor del beneficio. Está la duda de si todos esos supuestos delitos estarían prescritos porque todo prescribe, salvo la imaginación y las sospechas que enturbiarán los grandes éxitos del club. 

La investigación ha detectado que Negreira sacaba importantes cantidades de dinero en efectivo tras recibir los pagos del Barça en su empresa. El cash siempre hace volar la imaginación y las preguntas: ¿sería dinero para fomentar el apoyo al club que le mantenía a sueldo? En este caso, pasar de la imaginación a los hechos no parece posible. Además, quien haya leído Crematorio, de Rafael Chirbes, sabe que el dinero para sobornos no es el que deja rastro.

Joan Gaspart, Joan Laporta, Sandro Rossell y Josep Maria Bartomeu, realizaron pagos a Enríquez Negreira. El último le cortó el grifo. Bartomeu ha contado en el ABC que en 2018 tocó recortar partidas y el director general le dijo al presidente que “este servicio costaba mucho dinero y se decidió anularlo”. Después de una crisis financiera y una guerra los trabajadores sabemos que para justificar un despido no hay nada como las razones económicas. Pero lo que no contó el expresidente del Barça es que ese año Luis Rubiales despidió a Negreira del Comité de Árbitros el mismo día en que ganó las elecciones a la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol. Lo tenía muy claro. 

Entonces el Barça debió cuestionar la utilidad de semejantes pagos millonarios a alguien sin influencia. El Mundo ha publicado el burofax con el que el árbitro respondió, en 2019, a su despido del club blaugrana. Negreira montó en cólera y dejó una amenaza en el alero de Bartomeu: “Tengo la firme intención de cursar denuncia ante los juzgados, lo que seguro acarreará consecuencias negativas. Hasta ahora no he iniciado estas actuaciones para justamente evitar graves consecuencias, albergando la esperanza de llegar a un debido entendimiento en relación con mi pretensión. No creo que otro escándalo favorezca al club”. Un par de frases que superan cualquier ficción literaria y que retratan a la perfección al personaje. “Y lo voy a hacer sin miramientos”, se despidió el antiguo árbitro.  

En el escrito también avisaba de que no era personal, solo negocios. Quería restituir la relación económica. “No tengo voluntad de dar publicidad a todas las irregularidades que he conocido y vivido de primera mano”, dejó por escrito Enríquez Negreira. Ya no era número dos de los árbitros, ni tenía salario del Fútbol Club Barcelona. Aquel árbitro que “presumía de tráfico de influencias”, como lo ha descrito su antiguo colega Sergi Albert Giménez, en Marca, veía deshacerse su emporio después de más de dos décadas de un rendimiento económico privilegiado. “Ha vendido que era un líder y que lideraba el Comité de Árbitros. Y al Barcelona se lo vendió así”, añadió en su rajada Giménez. Cuando dejó de ser líder y de tener influencia, cuando dejó de pavonear su impunidad por los platós de televisión, dejó de interesar. Y se acabaron las asesorías, las revisiones de vídeos, los informes por escrito y el trampantojo que se había montado para camuflar los pagos de casi siete millones de euros. 

A pesar de que en el burofax aseguraba tener pruebas que acarrearían disgustos mucho mayores al club, Negreira no ha sido detenido ni fueron registradas sus propiedades ni intervenidos sus dispositivos. Nada. A pesar de existir un evidente riesgo de destrucción de pruebas, a pesar de reconocer que había vivido episodios delictivos y que conservaba las pruebas de “las irregularidades”, los días pasaron sin intervención. La Fiscalía tiene potestad de reclamar a la Policía los registros e intervenciones necesarias. El abogado de Negreira ha presentado a la Fiscalía un informe que asegura un principio de alzhéimer en su cliente. Así se ha acogido a su derecho a no declarar. Y podría, incluso, evitarle cualquier responsabilidad penal. Tampoco llevó a cabo aquellas amenazas cuando su sociedad dejó de percibir aquellas generosas cantidades.  

Otra de las cuestiones que hacen temblar al barcelonismo es que Bartomeu ha reconocido que el contrato que ligaba al club con el antiguo árbitro era anterior a lo que Hacienda ha descubierto. Es decir, que “ya estaba hecho desde la época de Núñez [presidente entre 1978 y 2000]”. “Lo único que puedo decir es que yo le corté el grifo a Negreira y Laporta [su sucesor con el que mantiene un duro enfrentamiento] le había cuadruplicado el sueldo, debería explicarlo”, ha dicho el expresidente del club. “Este señor tenía cero poder entre los árbitros”, añadió Bartomeu, que reconoció que acudía a la Federación a reunirse con los presidentes Villar y Rubiales para quejarse de las decisiones en contra de su equipo.

Árbitros de la época han contado en algunos reportajes que Negreira no tenía capacidad para amañar partidos, pero el relato de la directiva del Barça, que desde que la Cadena Ser en Barcelona destapó el escándalo decidió emprender una huida hacia adelante y anunciar demandas a quien perjudicase la imagen del club, se complica por minutos: debe cuidar la integridad y la independencia arbitral para demostrar que nadie puede sobornarles y, al tiempo, explicar cómo es posible tener en nómina millonaria al número dos del arbitraje. 

El actual presidente, Joan Laporta, ni siquiera ha explicado con exactitud cuál era la naturaleza del trabajo que se demandaba del árbitro. Jaume Asens, diputado en el Congreso por En Comú Podem, ha sido más concreto al referirse a las explicaciones que desde el club han dado: “No me parecen muy satisfactorias y que se refugien en un victimismo como si esto fuera una campaña orquestada porque el Barça está en racha, es una salida desafortunada del presidente del club. Hay que dar explicaciones porque no parece que las que ha dado sean suficientes a tenor de la dimensión del escándalo”. José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, aprovechó el Pisuerga y añadió: “No creo que hable bien de la institución, en este caso el Fútbol Club Barcelona”. 

La extrema derecha ha corrido a comparar el caso de corrupción con el independentismo catalán. Dicen que el Barça ha robado a la competición y si se quiere salvar al fútbol español hay que expulsar al club de la competición. Según ese silogismo, ¿también habría que expulsar a Catalunya de España? No, bueno, eso no.

Aunque algunos delitos, en caso de haberlos y de que se puedan probar, corren el riesgo de prescribir, las sospechas se multiplican sobre el pasado y el futuro y amenazan a los días de gloria del Barça, con Messi a la cabeza, el rosario de títulos y la hegemonía que demostró durante algunos de esos años en el fútbol español. La corrupción es una sombra que se combate con la verdad, pero si se demostrase que el Barça trató de influir a los árbitros, los más agoreros avisan de que podría llevarse por delante a todo el fútbol español. Alfonso Pérez Burrul, árbitro durante 13 temporadas en Primera División, clamaba en La Vanguardia que ellos eran las víctimas de todo este asunto. “Me gustaría tener delante a Negreira y decirle: ¿por qué nos has hecho esto? Es muy feo. Te sientes mal porque además hace años que existe el rumor de que los árbitros perjudican al fútbol y esto da pie a que se especule todavía más”, sostenía Pérez Burrul. “Estamos ojipláticos y cabreados”, añadió.

Jamás escuchó Pérez Burrul hablar de este tipo de informes. Y enunció una inquietud compartida por todos: “Yo ardo en deseos de saber realmente en qué consistían. No entiendo cómo se pueden hacer informes sobre personas. No tiene sentido escribir un informe redactando si yo saco una tarjeta roja con la mano derecha o con la izquierda o si tengo más o menos carácter”. Además, le cuesta al exárbitro creer que lo que pueda explicar un árbitro sea “tan valioso ni tan extenso como para pagar esas cantidades de dinero”. “Me pregunto si no habrá algo más”, y sembró la sospecha.  

Parecía que el deterioro institucional era hasta el momento una exclusiva política, democrática y económica, y que el terreno de juego se libraba de esas suciedades. O quizá no se quería ver: en 1993, el nada ejemplar Jesús Gil y Gil denunció que Negreira era “el que hace ganar las ligas al Barça”. Una apreciación con cuenta atrás que ha tardado en estallar 30 años y que al Real Madrid le ha pillado aliado con el Fútbol Club Barcelona en el ambicioso negocio de la Super Liga. El fútbol en España es cosa de dos Españas y si cae una de ellas, cae todo el tinglado. La alternativa es patadón y seguir jugando a la normalidad democrática. 

“Es la peor noticia de la historia para el fútbol español”. “Un escándalo sin precedentes”. Esto lo piensa Augusto César Lendoiro. “Se trata de un misil en plena línea de flotación de nuestro fútbol”, insistió con una metáfora bélica el expresidente del Deportivo, por si no había quedado clara la trascendencia del caso. “Y no ha hecho más que comenzar. Ahora llegarán las investigaciones, judiciales y periodísticas, que determinarán en qué año se inició una relación que algún exdirectivo azulgrana dice que ya existía en la etapa de José Luis Núñez”, añade Lendoiro. ¿Por qué necesita saber el momento exacto en el que empezó esta oscura relación millonaria entre el árbitro y el equipo? Para hacer memoria y reparar. 

“Cuando se conozca la fecha exacta del inicio de la relación profesional serán muchos los clubes aficionados, el Deportivo y yo los primeros, que recordarán aquel o aquellos partidos contra el Barça, que todos tenemos en la memoria, en los que nos habíamos quejado con extremada dureza del colegiado de turno”, ha indicado. Fuera ya del Deportivo que pena por los campos de lo que siempre se llamó Segunda División B, Lendoiro quiere saber la verdad porque el manido “es que los árbitros siempre ayudan a los grandes” ya no le parece posible. El presidente del Consejo Superior de Deportes, el socialista José Manuel Franco, pide al Barcelona que además de anunciar auditorías externas sobre sus propios contratos, colabore con la Fiscalía.

A muchos les cuesta aceptar el proceso de la verdad con efectos retroactivos para restituir el pasado. Ahora habrá que ver si se vuelve a mirar para otro lado, con el propósito de mantener intacto el fuselaje de una institución que necesita una profunda reparación y reforma.

Esto nos quiere sonar, porque la Cultura de la Transición desactivó todo lo que podía haber dañado a la unidad democrática saliente de las cuatro décadas de dictadura, asesinatos y corrupción. El franquismo instauró el tráfico de influencias hasta institucionalizarlo, como ha estudiado el historiador Mariano Sánchez Soler. Amiguismo, mordidas y malversación de caudales públicos que trajinaban con impunidad. La democracia vino para tapar esos canales, pero no acabó con ellos. Y una parte del fútbol es heredera de esa tradición.

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