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Sánchez fija la fecha de la investidura pensando en su plan B: evitar que la repetición electoral caiga en puente

Pedro Sánchez en una comparecencia en el G20.

Irene Castro

Pedro Sánchez desveló parte de sus cartas este lunes en Bruselas: dejó claro que será él quien establezca cuándo se somete a la confianza del Congreso. “Me iba a reunir con Meritxell Batet para trasladarle la fecha de la investidura”, dijo tras lamentar que finalmente tendrá que mantener la conversación por teléfono y enviar una carta para poner la fecha de la investidura, a pesar de que el reglamento de la Cámara Baja establece que el día del Pleno lo fija su Presidencia.

En Moncloa han barajado todos los escenarios posibles y, tras la negativa de PP, Ciudadanos y Unidas Podemos la semana pasada a allanar el camino a Sánchez, el presidente en funciones decidió establecer definitivamente los tempos fijando día y hora a la primera sesión, que marcará los plazos para que España tenga un Gobierno estable o, por el contrario, repita las elecciones.

Sánchez considera que una vez se fije el debate de investidura las demás formaciones se verán obligadas a posicionarse. No obstante, tanto en Moncloa como en el seno del PSOE van asumiendo que esa sesión puede ser fallida y que el asunto deberá retomarse en septiembre.

Sin embargo, la cúpula socialista deja claro que por mucho que se acerquen al límite de los dos meses que establece la Constitución para intentar formar Gobierno después del primer intento no se moverán más de lo que ya han hecho.

De hecho, en el establecimiento de esa primera votación que pone en marcha el reloj ha pesado la fecha en la que se celebrarían los comicios si el bloqueo perdura. Primero, porque tiene que realizarse en martes para que las generales caigan en domingo. En segundo lugar, para que la convocatoria no coincidiera con el puente de Todos los Santos: así sería si el Congreso programa la primera votación el 16 de julio.

Por eso en Moncloa trabajan con el 23 de julio como fecha más probable (los comicios serían el 10 de noviembre si esa investidura resulta fallida). El 30 supondría que la segunda votación, en la que el candidato sale investido si logra mayoría simple, sería el 1 de agosto, con España de vacaciones. Los distintos portavoces socialistas han reiterado que el presidente debe ser investido en julio. El 9 de julio es la otra fecha posible, aunque precipitada ante el plan de Sánchez de iniciar una nueva ronda de contactos con todos los grupos para explorar los posibles apoyos e incremente la presión sobre sus potenciales aliados.

A pesar de la insistencia de los socialistas en formar un Gobierno “cuanto antes”, Sánchez tardará prácticamente tres meses en intentarlo. Tras el 28A, el líder del PSOE admitió que abordaría la gobernabilidad tras la triple cita electoral del 26 de mayo. Antes solo tuvo una cita con Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias para dejar claro “el juego de roles” que dejó las generales. Pasados esos comicios, el presidente inició una ronda pública el 7 de junio, que completaron José Luis Ábalos y Adriana Lastra con los grupos minoritarios.

El acuerdo para la composición de la Mesa del Congreso y el primer encuentro con Iglesias parecieron allanar el camino de la gobernabilidad, cuando hablaron por primera vez de un acuerdo para un “Gobierno de cooperación”. Sin embargo, casi de inmediato surgieron las suspicacias ante la exigencia de Unidas Podemos de formar una coalición, con puestos en el Consejo de Ministros proporcionales al resultado en las urnas.

La negativa de Sánchez se ha mantenido en sendos encuentros que, de forma discreta, ha protagonizado posteriormente con un “socio preferente”. Los socialistas han rebajado las expectativas a hacer un hueco a Unidas Podemos en niveles secundarios de la Administración además de sellar un acuerdo programático que tenga seguimiento a través de una comisión creada ad hoc. Iglesias rechaza de plano esa oferta que considera insuficiente.

En las filas socialistas están convencidos de que Unidas Podemos se hundiría en una repetición electoral y recuerdan que el grupo confederal ha ido perdiendo votos en cada convocatoria tras el 'no' a Sánchez en 2016, cuando llegó a un acuerdo con Albert Rivera que a día de hoy se antoja imposible. La amenaza de unas nuevas elecciones en las que Podemos se juega prácticamente su supervivencia es la principal herramienta del PSOE para hacerle cambiar de posición.

Uno de los motivos por los que en las filas socialistas se niegan a hacer un hueco a Iglesias en el Consejo de Ministros es precisamente el temor a que ERC, que se ha abierto a facilitar la investidura, cambie de opinión en el último momento y deje a Sánchez atado a Iglesias ante una nueva campaña electoral. El PSOE insiste en que los republicanos catalanes “no son de fiar” y se agarran a precedentes como la enmienda a la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado o el veto a hacer senador a Miquel Iceta frustrando el plan de Sánchez de colocarlo como presidente del Senado.

El conflicto catalán, que en Moncloa consideran que se puede volver a calentar con la sentencia del procés prevista para este otoño, y la falta de confianza mutua de PSOE y Unidas Podemos son otros motivos que argumentan en contra de la coalición. A lo que sí estarían abiertos es a incorporar a ministros de la órbita del grupo confederal, según algunas fuentes consultadas por eldiario.es. Pero, de momento, las posiciones de Sánchez e Iglesias están muy alejadas.

Al candidato socialista le ha ido peor con PP y Ciudadanos, a los que presiona constantemente para que faciliten la gobernabilidad con su abstención. Para los socialistas sería, además, una forma de evitar que Sánchez salga investido gracias a los independentistas. Igual que están convencidos del hundimiento de Unidas Podemos y del crecimiento del PSOE en unas nuevas elecciones, en Moncloa sostienen que Rivera también sufriría el desgaste de pasar de nuevo por las urnas en favor de Pablo Casado, a quien creen que pueden beneficiar otros comicios.

Sánchez mantiene el pulso, sin tener previsto por ahora hacer una oferta programática concreta más allá de recordar el acuerdo presupuestario de hace unos meses, lo fía todo al debate de la investidura y, después, al temor del resto de fuerzas a jugársela en las urnas, que pesa también en las filas socialistas, donde hay quienes advierten de que la desmovilización de la izquierda puede acabar pasándoles factura.

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