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El Gobierno comprueba que se puede estar solo y rodeado de amigos

Pedro Sánchez y Carmen Calvo en el pleno del Congreso del miércoles.

Iñigo Sáenz de Ugarte

No sabemos si el Gobierno conseguirá aprobar su proyecto de presupuestos. Ni siquiera está del todo claro si llegará a presentarlo en enero. Cada día que pasa eso que se llama “la mayoría de la moción de censura” se parece más al animal mitológico favorito de los socialistas. 

Al acabar el día, el Gobierno habrá conseguido que el Congreso apruebe el techo de gasto, requisito previo para poder presentar los presupuestos. Lo hará al segundo intento –el primero fue en julio– gracias al voto de unos presuntos aliados a los que sólo les faltó decir que votarán a favor porque les da pena el Gobierno. O para ver si ha aprendido la lección. O porque están pensando en otras cosas que les parecen más importantes y lo mismo ahora les conviene dar un poco más de carrete a Pedro Sánchez. Muy entusiasmados, no parecían.

El Gobierno ha montado una fiesta en el piso, ha invitado a todos sus amigos y ahora está solo en una esquina con una copa en la mano pensando en lo que estarán diciendo de él. 

La ministra de Hacienda tiró de épica para defender los planes del Gobierno sobre el déficit y la cifra máxima de deuda que se concederá en las cuentas públicas. “Si sus señorías dicen sí, dicen no a los que quieren una España en blanco y negro”, dijo María Jesús Montero, una metáfora que en los tiempos de Netflix queda un poco antigua. Hasta citó dos veces a Martin Luther King, una referencia siempre discutible en los discursos de los políticos, porque indica que se les ha ido un poco la mano en la altura retórica del mensaje. No consta que MLK tuviera entre sus prioridades el nivel de déficit de la Administración pública en un contexto económico caracterizado por los altos niveles de deuda en los gobiernos europeos.

La segunda cita de King parecía un poco fuera de lugar. Montero recordó que a veces hay que tomar decisiones que no son populares, pero que son las correctas. Se supone que el Gobierno debería afirmar que sus medidas tienen el apoyo de la mayoría de la opinión pública, aunque el PSOE no cuente con la mayoría en el Parlamento.

Votar con la nariz tapada

El diputado de Podemos Alberto Montero desactivó cualquier euforia sobre el voto favorable de su grupo a la senda del déficit. “Nos lo ponen muy difícil. Tendríamos que votar que no, pero votaremos sí, aunque sea con la nariz tapada”, dijo al final. Acusó al Gobierno de haberse comportado “con la misma soberbia de los gobiernos de Felipe González en los años 80 cuando tenían mayoría absoluta”, que es lo mismo que decir que vive en la ficción política de creer que dispone de una mayoría que en realidad no tiene.

En los pasillos del Congreso, Pablo Iglesias sonaba más esperanzado por la posibilidad de que los presupuestos se aprueben al final, pero en la tribuna Montero tenía como misión entregar el discurso duro. Nada de prorrogar los presupuestos del anterior Gobierno de Rajoy y aplicar medidas sociales con “decretos leyes edulcorados” –por tanto, bajos en calorías–, que es el plan B que se ve obligado a manejar Sánchez. Para Podemos, el plan B no tiene más recorrido que convocar elecciones mucho antes de lo que quiere el presidente. 

“Tienen que mimar a las formaciones de la moción de censura”, exigió Alberto Montero. Siempre hay mucho amor no correspondido en la política.

Esquerra reclama lo que le deben

El otro destino potencial de los mimos tampoco estaba nada satisfecho con la atención recibida. Los nacionalistas catalanes desplegaron el clásico 'no me llamas, no me escribes'. Joan Margall, de Esquerra, empezó su intervención restando valor a su voto positivo. Apoyarán el techo de gasto “conscientes” de que el PP lo anulará con su mayoría en el Senado. Rebajó su respuesta a “otro gesto de buena voluntad”. Ellos votaron a favor de la moción de censura “a cambio de nada” y ahora tienen la intención de pasar la factura que creen que se les debe. La cantidad adeudada no tiene que ver con déficit, deuda o planes macroeconómicos, sino con lo que todos sabemos. Y ese es un precio muy alto para Pedro Sánchez. 

En la dimensión en que vive el PP, ese precio ya se ha pagado. Por eso, su diputado Víctor Piriz comenzó hablando de la reunión que tendrá Sánchez en Barcelona con el presidente de la Generalitat, Quim Torra, un asunto escandaloso porque supuestamente se va a dar lo que llamó “honores de Estado” al Gobierno catalán. Cómo se dan honores de Estado sin estar presente el rey y sin haber desfile militar y los cañonazos de rigor es algo que sólo está claro en las nociones de protocolo que aparecen en el argumentario del PP. 

El partido de Pablo Casado sostiene que Sánchez quiere hacerse la foto con Quim Torra porque eso le garantizará el voto de los independentistas a favor de los presupuestos. Si fuera tan fácil como eso, Sánchez se habría ido de vacaciones en verano con Torra y habría vuelto con 20 gigas de fotos. Ahora más parece que volverá de su reunión con Torra con una camiseta que diga “fui a Barcelona y sólo me traje esta horrible camiseta y el techo de gasto”.

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