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El PSOE cruza los dedos para que la participación en sus feudos permita descabalgar a Ayuso

Pedro Sánchez y Ángel Gabilondo en el acto de cierre de campaña del PSOE en Entrevías este domingo.

Irene Castro

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No ha sido una campaña fácil para el PSOE. La decisión de Isabel Díaz Ayuso de anticipar las elecciones pilló a los socialistas con el pie cambiado tras una operación para arrebatar el poder al PP en la Región de Murcia que, visto el resultado, no se calibró bien. En la cúpula socialista admiten ya que fue un error no prever el terremoto que provocaría su alianza con Ciudadanos y asumen ahora que Pedro Sánchez se arriesga a su primer revés electoral desde que es presidente, pero en Moncloa y en Ferraz se conjuran para separar una hipotética derrota el 4M de un hipotético nuevo ciclo electoral: “España no es la Comunidad de Madrid”. 

Lo cierto es que las posibilidades de que Ángel Gabilondo se haga con la presidencia son escasas, a juzgar de lo que pronosticaron los últimos sondeos y reconocen en las filas socialistas. Desde la campaña aseguran, no obstante, que el bloque de izquierdas está más cerca de batir al PP y Vox de lo que han señalado esas encuestas publicadas. “Estamos a 50.000 votos como mucho”, clamó el candidato en la recta final de la campaña en la que se ha volcado en los tradicionales graneros de voto socialista para alentar la movilización, que es la única opción que ven en el partido de Sánchez para vencer a la suma de PP y Vox. 

“Movilicémonos por un sueño”

Sánchez, que aprovechó el acto de cierre de campaña para poner en valor su gestión, ha vuelto a apelar al miedo a la irrupción de la ultraderecha en el Gobierno regional como elemento movilizador del electorado progresista. “No será el fin del mundo pero puede ser el principio del fin de una democracia vigorosa”, advirtió en el último mitin en el que reclamó la participación de los progresistas: “Movilicémonos para hacer realidad un sueño por el que merece la pena votar; el que, por fin, la izquierda gobierne en Madrid para avanzar en oportunidades, en derechos y en libertades”. El secretario general del PSOE-M, José Manuel Franco, admitió que aún hay muchos indecisos. “Estamos a tiempo, todavía queda gente por convencer”, pidió a los suyos. 

Gabilondo se ha reivindicado como el líder del bloque progresista cuando el PSOE ha visto como, además de no lograr capitalizar prácticamente nada de la debacle de Ciudadanos, su ventaja sobre Más Madrid se ve mermada. Mientras en las filas socialistas admiten que pueden incluso perder diputados y cosechar su peor resultado en la región, Mónica García se ha hecho fuerte a costa de parte de su electorado. Sánchez aseguró este domingo que el PSOE es la formación capaz de “impulsar al bloque progresista hasta la victoria”.

Algunos empiezan a poner la venda. Hay quien mira al candidato, al que acusan de no haber hecho una oposición efectiva y contundente contra Ayuso mientras la presidenta madrileña se colocaba como el azote constante de Sánchez y se erigía, como ha sucedido en buena medida con el resto de sus antecesores, en una voz nacional. Gabilondo estaba, de hecho, de salida cuando Ayuso convocó las elecciones. El candidato socialista es, además, una rara avis en el terreno político, con un tono pausado y reflexivo que ha trasladado a la campaña. 

Y otros en el partido señalan a Moncloa por haber contribuido al fenómeno Ayuso, por ejemplo, con la reunión que Sánchez mantuvo con Ayuso en la Puerta del Sol y que se asemejó bastante por la escenografía a una cumbre. También ha causado estupor el planteamiento de la campaña: primero con una clara estrategia de intentar capitalizar los votos del centro con mensajes como el ‘no’ a Iglesias cuando aún era vicepresidente del Gobierno o la constante negativa a subir impuestos en la región más desigual de España, pese a que la armonización fiscal es una seña de identidad del PSOE. “Nuestro electorado está en la clase obrera y baja”, reflexionaba esta semana un dirigente madrileño. 

Esa apelación al voto más obrero también estuvo presente en el discurso de Sánchez en el cierre de la contienda cuando alabó las políticas emprendidas por Joe Biden en sus 100 primeros días de mandato, incluidas las medidas fiscales. Sánchez cuestionó el nivel impositivo en el Estados Unidos de Donald Trump -al referirse a la política fiscal “que beneficiaba al 1 frente 99% restante”- y también reprochó los “regalos fiscales para el 1%” en la Comunidad de Madrid. 

“La recuperación más allá de la calle Serrano”

“Este 4M se vota si hay buenas escuelas públicas, si hay buenos centros de salud, si vamos a volver a abandonar a los mayores en las residencias o si mejoramos la atención a la dependencia, si la recuperación llega a Entrevías y Vallecas o se queda en la calle Serrano”, expresó Sánchez, que este domingo repitió en dos ocasiones la comparativa con el barrio Salamanca, el más rico de Madrid. “Si no vamos a votar, ellos se quedan”, agregó Gabilondo, que reprochó la “fantasía” en la que vive Ayuso por no citar palabras como “desigual” o “pobreza” en su discurso del Dos de Mayo. 

En el ecuador de la campaña, Moncloa intentó dar un giro en el debate electoral en el que Gabilondo miró a la izquierda sin ambages. “Pablo, nos quedan doce días”, le dijo tras pedirle el apoyo. En una entrevista en El Periódico este domingo, el candidato socialista sí abre la puerta del Ejecutivo al de Unidas Podemos: “Lo único que he dicho es que sin Ayuso y sin Vox”. A pesar del desconcierto que admiten en las filas socialistas, la intención de Moncloa ha sido dar una imagen de candidato presidenciable y alejar cualquier atisbo de sorpasso de Más Madrid que no ha contemplado ninguna encuesta ni sus tracking interno pese al flujo de voto socialista en esa dirección. 

Democracia vs fascismo como elemento movilizador

El PSOE tampoco ha detectado el vuelco que en un inicio pensó que podría darse al cambiar el marco de la campaña electoral por las amenazas recibidas por Iglesias, Fernando Grande-Marlaska, María Gámez y posteriormente Reyes Maroto. Tras plantar a Vox en los debates por su negativa a condenar expresamente esas amenazas, las fuerzas de izquierdas -especialmente PSOE y Unidas Podemos- plantearon la contienda electoral en una disyuntiva de mayor calado ideológico: democracia o fascismo ante el auge de la extrema derecha y el temor a que irrumpa en uno de los principales gobiernos regionales. El cambio de discurso sí fue, no obstante, un aliciente para el bloque progresista, que se ha centrado en la recta final de la campaña en los barrios del sur, a los que fía la única opción de vencer a Ayuso el próximo martes. 

Aunque inicialmente en la cúpula socialista aseguraron que Sánchez se emplearía a fondo en la campaña madrileña, dado que el partido se jugaba hacerse con el Gobierno regional por primera vez en 26 años ininterrumpidos de poder del PP, finalmente no ha tenido una gran presencia. El líder del PSOE confeccionó una lista a su medida, pensando en gran parte en 2023 y la renovación de la siempre convulsa federación madrileña, y se remangó en la precampaña entrando en el cuerpo a cuerpo con Ayuso. 

Pero el presidente solo ha estado en tres actos de campaña -frente a los seis que protagonizó en Catalunya- y llegó incluso a ignorar a la presidencia madrileña conforme pasaron los días. 

En el PSOE mantienen que la gesta es difícil, pero que no es imposible y confían en que una alta participación -con una movilización récord de sus tradicionales feudos del cinturón rojo y el corredor del Henares- les permita celebrar un cambio en la Comunidad de Madrid. Sin embargo, si los pronósticos se cumplen, en Moncloa y en Ferraz se esforzarán por que la tormenta escampe cuanto antes y se aleje de Sánchez.

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