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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El regreso de Xavier Domènech a Catalunya deja un vacío en Unidos Podemos

Yolanda Díaz, Irene Montero, Xavier Domènech, Alberto Garzón y Pablo Iglesias.

Aitor Riveiro

“Dime que esto no es verdad”. La frase la pronunció una de las personas de la dirección del grupo parlamentario de Unidos Podemos-En Comú-En Marea poco después de que Ada Colau anunciase en una entrevista en La Sexta que el portavoz de la confluencia catalana en el Congreso, Xavier Domènech, será el candidato de Catalunya en Comú a la Presidencia de la Generalitat en las elecciones del 21 de diciembre. No fue la única que se dijo en este sentido. La salida de Domènech de Madrid abre un importante agujero en el grupo confederal. Político y personal. Y se hace contra el expreso deseo de Pablo Iglesias y otros pesos pesados de las confluencias.

“No hay otra alternativa”, responden desde Catalunya a quienes, desde Madrid, insistían todavía este fin de semana por si existía alguna posibilidad de que se revirtiera la decisión. Domènech fue elegido la pasada primavera como líder de Catalunya en Comú (CatComú), el partido que aglutina a Barcelona en Comú, ICV, EUiA y Equo.

Desde CatComú, donde también hay reticencias a un movimiento que se ha precipitado por la aplicación del artículo 155 de la Constitución, recuerdan que hay una norma no escrita por la que el coordinador general de un partido catalán debe estar en Catalunya. Lo están los líderes de los partidos de ámbito estatal, Inés Arrimadas (Ciudadanos), Xavier Albiol (PP); y, por supuesto, los de ámbito catalán: Miquel Iceta (PSC), Marta Pascal (PDeCAT), Marta Rovira (ERC) o Albert Botran (CUP).

Sin elecciones el 21D se podía haber mantenido como diputado en el Congreso. Incluso si las autonómicas se hubieran convocado en otro contexto, habida cuenta de la proyección estatal que ha adquirido Domènech, quien estuvo a punto de ser elegido presidente del Congreso. Esa posibilidad se frustró por una filtración de las negociaciones a El País y un apoyo del PDeCAT, de ERC y del PNV al PP para que el cargo lo asumiera Ana Pastor. Una decisión que molestó, y mucho, en el grupo confederal.

Poco más de un año después, PP, PSOE y Ciudadanos aprobaron en el Senado la intervención de la Autonomía de Catalunya. En Podemos, la pasada semana algunos dirigentes suspiraban y sostenían que la votación de aquel julio de 2016 bien podría haber evitado el 1-O y todo lo que ha venido después.

Su relevo al frente de En Comú Podem en Madrid no se ha oficializado pero fuentes del grupo dan por hecho que recaerá en Josep Vendrell, que proviene de ICV, y en Lucía Martín, de Barcelona en Comú.

El hombre de Colau en Madrid

Pese a los esfuerzos, este domingo la Coordinadora General de CatComú se ha reunido para avanzar en la ratificación de las líneas generales con las que el partido asumirá su primer reto electoral. Entre ellas, la apuesta por Domènech como candidato a la Presidencia de la Generalitat. Heredero directo de la confluencia electoral En Comú Podem, el 21D CatComú se estrenará en las urnas mucho antes de lo que sus promotores calculaban hace apenas unos meses.

La noticia, esperada, fue recibida así por Iglesias e Irene Montero en Twitter.

El vértigo ante la posibilidad de que la marca no sea todavía excesivamente conocida hace que los dirigentes se planteen recurrir al nombre con el que se impusieron en las generales de 2015 y 2016. Máxime si el próximo martes los inscritos de Podem ratifican en consulta una alianza electoral con CatComú.

Una posibilidad que ha desatado una guerra entre la dirección estatal de Podemos y la catalana. El secretario general autonómico, Albano-Dante Fachin, dificultó lo que, por otro lado, era irreversible con una fórmula o con otra: la integración de todos los actores políticos que ya han confluido electoral y políticamente en el Congreso.

Con ellos, Domènech protagonizó en enero de 2016 la irrupción de todo un nuevo espacio político cuya indumentaria, gestos, discursos, formas y fórmulas protagonizaron miles de piezas informativas en España. Uno de aquellos momentos quedó como la posteridad: el primer beso en la boca entre diputados en el Hemiciclo. Al menos, el primero del que que se tiene constancia.

Allí estuvo también en la rueda de prensa del 22 de enero de 2016 en la que Pablo Iglesias ofreció a Pedro Sánchez la investidura a cambio de un amplio acuerdo de Gobierno. En las infructuosas negociaciones con el PSOE. En el, de momento, inviable intento de reconciliación entre ambos grupos. O cuando se puso en marcha la asamblea de parlamentarios y alcaldes que dio lugar a la Declaración de Zaragoza en favor de una solución negociada y un referéndum pactado en Catalunya.

La de Iglesias y Fachin no es la primera pelea interna de Podemos que Domènech vive muy de cerca. Durante su periplo como portavoz parlamentario ha ejercido además como embajador de Ada Colau en Madrid. Ha defendido las posiciones de la confluencia que lidera, no siempre alineadas con el resto de miembros del difícil grupo parlamentario. Ha marcado la política de todo Unidos Podemos-En Comú-En Marea en relación a la cuestión catalana. Una posición respetada por los demás integrantes pese al evidente desgaste que podía suponer. La ruptura de la posibilidad de un diálogo entre el Gobierno y el Govern permitió modificar y endurecer el discurso, abrir la espita y reducir la presión interna en un grupo en el que comenzaban a cundir los nervios.

En su papel de cónsul, no han sido pocas las veces que ha intentado mediar en las disputas de su aliado estatal. La más importante, durante Vistalegre 2 cuando se planteó llevarse a Iglesias y su por entonces rival, Íñigo Errejón, a una casa perdida en la montaña hasta que cerraran un acuerdo político que evitara unas cruentas primarias.

Pese a la amistad que le une con uno y con otro, y pese a contar con el respaldo de una de las personas que lidera el llamado espacio del cambio, no tuvo éxito. Algo que le ha pesado mucho desde entonces.

Del activismo a la política institucional y al 21D

Historiador de formación y de profesión, Domènech está especializado en los procesos de cambio que se han producido en Europa desde la Revolución Francesa. Antes de dar el paso a la política institucional se fraguó en el activismo, primero, y participó en el movimiento Procès Constituent, mucho después y cuando la política catalana ya se adentraba en una vía de sentido único.

Fue en esa época de activismo cuando conoció a Pablo Iglesias y a otros de los que luego fueron dirigentes de Podemos. El propio Domènech relataba recientemente en un vídeo con aires de despedida que la primera vez que vio al que luego sería el presidente de su grupo parlamentario fue en una visita a Madrid. Iglesias recogió a Domènech en la estación de Atocha en un cuatro latas para llevarlo a un acto en la Universidad Complutense de Madrid.

En 2015 quedaban lejos esos años de charlas y protestas. España transitaba por la última parte de la maratón electoral que había comenzado en 2014. Aquél largo Año del Cambio “comenzó nublado” para Podemos, en palabras de Íñigo Errejón. Y en verano todavía no había salido el sol. Pese al triunfo en las municipales de mayo, se vislumbraba la posibilidad de que Rajoy convocara de forma inminente las elecciones generales, que finalmente se produjeron el 20 de diciembre.

En medio, se celebraron unas Autonómicas en Catalunya que fueron mal para los de Colau, Domènech e Iglesias. Muy mal: menos del 9% de los votos y apenas 11 diputados. El futuro candidato en estas elecciones de diciembre, convocadas otra vez por Rajoy, relataba hace poco en una entrevista con la revista satírica Mongolia cómo en ese verano de 2015 el secretario general de Podemos le llamó y le dijo: “Me cuentan que todo va fatal y creo que es culpa tuya”.

No se refería solo a la precampaña de las autonómicas de septiembre bajo la marca Catalunya Sí Que es Pot. Sino a la preparación de las generales. Domènech decidió entonces, según su relato, ponerse al frente. Y el 20D ganó las elecciones en Catalunya, un resultado que volvió a repetir el 26 de junio de 2016 en un contexto otra vez muy difícil para sus aliados.

Las elecciones convocadas por Rajoy para este 21 de diciembre vuelven a llegar en un momento poco adecuado para los comunes, el significante que aglutina en Catalunya. Aunque con los deberes mejor hechos que en 2015.

Colau y el resto de dirigentes han puesto sus esperanzas en este historiador nacido en Sabadell en 1974. En una campaña que volverá a estar definida por los bloques (independentistas y unionistas), CatComú insistirá en su propuesta de referéndum pactado y amplio proceso constituyente para superar la Constitución de 1978.

Las encuestas vaticinan un resultado ligeramente mejor que en 2015, pero quizá insuficiente para colmar las expectativas generadas por la proyección lograda por Domènech.

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