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Luis María Anson dice que la dictadura de Guinea Ecuatorial es un “emporio de prosperidad”
Luis María Anson visitó recientemente Guinea Ecuatorial en calidad de académico de la lengua. El motivo del viaje era conocer la Academia Ecuatoguineana de la Lengua Española, institución del único país africano que tiene el castellano como lengua oficial. A Anson le gustó tanto la tierra que visitaba que, en un artículo en El Cultural que publica el diario El Mundo, se ha referido a ella como un “emporio de prosperidad”. Una definición que contrasta con la realidad de un país que está en manos de una dictadura desde 1979, y cuya opacidad es tal que no está en los principales índices que miden la calidad de vida de sus habitantes.
En su texto, Anson señala que “hace cincuenta años, cuando España le concedió la independencia, era un país muy pobre. El petróleo y el esfuerzo de un pueblo admirable han convertido a la nación guineana en un emporio de prosperidad”. Lo que ignora Anson es que Guinea Ecuatorial es uno de los países más opacos del mundo, pero que con los pocos datos conocidos se puede concluir que es uno de los más desiguales.
Además, es uno de los más señalados por diversas organizaciones por su violación de los derechos humanos. El último ejemplo es el del dibujante Ramón Esono, que pasó cinco meses en la cárcel por una acusación falsa. También fue noticia por aplicar la pena de muerte, como denunció Amnistía Internacional.
En lo económico, existen muy pocos datos sobre la situación real de la población del país. Algo motivado por su sistema político: una dictadura que ya dura más de 40 años presidida desde 1979 por Teodoro Obiang, que lideró el golpe de Estado contra su tío, que después fue ejecutado.
La opacidad de Guinea Ecuatorial no es tal cuando se trata de presumir de riqueza. El país ha llegado a ingresar más de 4.000 millones de dólares entre 2009 y 2013 por el petróleo. Las grandes inversiones se destinan sobre todo en el ámbito de las infraestructuras, hasta el punto de dedicar 80 de cada 100 dólares en construir carreteras, edificios o aeropuertos.
Esa prosperidad petrolera no llega a la vida diaria de su población. En 2011, y según datos del FMI, se invirtieron 140 millones en educación y 92 en sanidad. Además, en 2012 solo uno de cada cuatro niños fueron vacunados contra la poliomelitis o el sarampión. En el mismo año, estaban escolarizados menos de la mitad de los menores de entre 6 y 12 años. En concreto, cuatro de cada diez iban al colegio.
La corrupción es otro factor del ecosistema dictatorial de Guinea Ecuatorial. La primera condena por corrupción internacional que dictó la Audiencia Nacional estaba vinculada al país. Dos directivos de una empresa aceptaron penas de un año de cárcel y una multa por sobornar a un viceministro del país. El mayor escándalo también está vinculado a la dictadura, y hasta lleva el apellido Obiang. El hijo del presidente, Teodorín Obiang, fue condenado por la Justicia francesa a tres años de cárcel por corrupción. La suerte que tuvo es que, si no reincide, puede librarse de ingresar en prisión y de pagar 30 millones de euros multa.
Anson, el violín y el tam-tam
Con estos datos, que no son recientes al no haber más disponibles, es llamativo que alguien se pueda referir a Guinea Ecuatorial como un “emporio de prosperidad”. El rechazo a la transparencia de Obiang es tal que su país no aparece ni en el indice Gini que mide la desigualdad entre las naciones de todo el mundo. Los que sí se benefician de esos altos ingresos son los altos funcionarios del país y la clase gobernante, como ha denunciado Human Rights Watch.
El resto del artículo de Anson es una glosa sobre lo bien que está todo en Guinea, con el ejemplo de esa Academia Ecuatoguineana de la lengua. Pero el exdirector de ABC y La Razón también cae en el colonialismo para celebrar su visita. Por ejemplo, recuerda que hace cincuenta años escribió su libro La Negritud, que iba “sobre las culturas africanas”.
Para finalizar, señala que “en Occidente nos conviene recordar la vieja lección de que las culturas no son excluyentes sino complementarias”. Y es ahí cuando hace otra comparación sorprendente: “El hombre puede amar, en fin, la delicadeza del violín sin renunciar por ello a la voz rítmica del tam-tam”.
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