Este fin de semana, escuchando la radio, me enteré de un proyecto que, la verdad, es muy ilusionante. Se trata de la Liga Genuine, creada por la Liga de Fútbol Profesional para el desarrollo del fútbol para personas con discapacidad intelectual superior al 33%.
Esta iniciativa está genial, es muy interesante, porque pone el sello de La Liga en una competición donde, sobre todo, imperan los valores más que la competitividad. Evidentemente no vende lo mismo un Kiosko López vs Desatranques Jaén que un Villareal-Valencia, un Sevilla-Betis… En este país nos gustan las marcas, los símbolos, las trincheras, somos mucho de ir contra el otro en vez de disfrutar más que nada del deporte. Pero oye, bien está.
Pero también hay una serie de cosas que me escaman y me chirrían… Según he podido leer en su web, además de los puntos por victorias también se valorarán las actitudes positivas de deportividad que se muestren durante los partidos. Los equipos contarán en cada jornada con una serie de puntos que premiarán el comportamiento y acciones de deportividad y juego limpio de jugadores, entrenadores y aficiones.
Y digo yo que este tipo, estando muy bien, deberían hacerse extensivas al resto de ámbitos de la sociedad, es decir, a la propia Liga profesional, sí, esa, la de los que no tienen discapacidad. Porque está muy bien valorar todas las actitudes posibles, pero me surge una pregunta: ¿Acaso el resto de la sociedad no tiene que tener y demostrar estos valores? ¿Por qué no se exige tanto como a las personas con discapacidad? ¿Acaso no han de ser también morales los profesionales con más motivo? ¿Cómo sería incluir una serie de variables que influyeran en el resultado además de los méritos deportivos? Sería interesante.
Porque la normatividad se asume desde la indulgencia o la falta de actitud frente a los deberes morales, pero rápidamente asumimos que las personas con discapacidad deben ser absolutamente rectas y ejercer la moralidad desde la más tierna infancia en cualquier momento del día.
¿Por qué no está implantada esta exigencia en general? Porque evidentemente requiere de un gasto de energía ímprobo. Requiere de un examen de conciencia, de una revisión de nuestros propios valores y sobre todo de un trabajo extenuante, porque ser moral lo es. De este modo ser adulto “normal” ya tiene suficientes condicionantes como para encima dedicarnos a ser valorados por otros sobre nuestra conducta de juego limpio y cooperación con el contrario, porque desde los medios y desde el propio sistema se nos vende la competición como una guerra, donde la emoción está en vencer al rival, pero justo ahí nos olvidamos de que es un juego y tratamos de imponer nuestro criterio. Y es por eso por lo que no se miden estos valores, porque dejaría de ser una competición épica, digna de gladiadores, con finales dramáticos donde lo que realmente importa es el resultado y su transcendencia, pero nadie se acuerda entonces de estos valores.
¿Os imagináis por un momento que estas variables se introdujeran? ¿Dónde quedaría la épica? En el fondo el juego limpio y los valores morales no le interesan a nadie, cuando está en juego la mayor de todas las batallas.