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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

No soy un PDF

El Met une el expresionismo de Pollock con una visión más diversa y de género

Mariano Cuesta

De un tiempo a esta parte se ha establecido la fea costumbre de imponer un cierto lenguaje políticamente correcto que está inundándolo todo. Es terrible cómo el lenguaje se usa para vaciar de contenido cualquier causa. Mientras estoy escribiendo esto me viene a la cabeza la irrupción de Pollock en el mercado del arte. El expresionismo abstracto fue una maniobra del gobierno americano para vaciar de contenido y ridiculizar, de algún modo, todo el arte de carácter político promovido por la unión soviética después de la II Guerra Mundial. 

Pollock era un granjero norteamericano con inquietudes artísticas. Fue seleccionado por el gobierno americano junto con otros cuantos pintores más para llenar de su “arte” las galerías más importantes del momento. Estados Unidos quería demostrarle al mundo que era un país donde las libertades se respetaban y donde la creatividad era un valor social. Frente a los comprometidos artistas soviéticos, que habían entendido el arte como una forma de lucha y de lanzar un mensaje a la población, los americanos habían comenzado una guerra fría cultural que discurría por los mercados del arte y de la literatura. Las guerras habían pasado a un segundo plano y había que centrarse en un debate ideológico e intelectual. 

Dicho esto, ni que decir tiene que Estados Unidos se salió con la suya. Promovió el expresionismo abstracto y lo elevó a cotas intelectuales nunca vistas. Vació por completo la voluntad soviética de convertir el arte en un mensaje político, más allá de la estética. 

Quedó demostrado, valga la ironía, que Estados Unidos estaba convirtiéndose en un país amplio de miras donde la libertad era un valor central más allá de los alaridos del senador McCarthy. Era un país democrático, donde la libertad de expresión y los valores humanos estaban al alcanzce de cualquiera.

Nuestro colectivo, el de los retrones, las personas con discapacidad, ha pasado por un proceso similar y nos están comiendo la tostada. Simplemente están utilizando el lenguaje para vaciarnos de contenido político y social. Hemos pasado por diversas denominaciones a lo largo de nuestra Historia, la mayoría de ellas muy peyorativas, hasta que llegamos a persona con discapacidad que creo que es la que mejor se ajusta a nuestra condición. Pero no contentos con esto quieren dar una vuelta de tuerca más y etiquetarnos como Personas con Diversidad Funcional. Y yo por ahí no paso. 

Tengo la suerte de que no estoy solo en esta cruzada. Gente como Vicky Bendito, César Brito y otros muchos me apoyan y comparten esta lucha que llevo contra la terminología vaciada.

Esto de PDF lo saco de una escena de la película Seis puntos sobre Emma, donde una mujer en silla de ruedas se queja del nombre de persona con diversidad funcional y hace el chiste sobre que ella no es una impresora, ni un archivo de ordenador. Ella es, y con razón, una persona con discapacidad. 

¿Qué supone ser PDF (Persona con Diversidad Funcional)? No supone absolutamente nada más que vaciar nuestro colectivo y nuestras reinvindicaciones a la nada. ¿Por qué? Porque todos somos diversos funcionales. Desde el primero hasta el último y eso implica no reconocer que hay un grupo de personas (un 10% de nuestro país) que necesita de un trato distinto al resto de la población para poder realizar su vida de la mejor manera posible. Implica que no hay una diferenciación, cuando sí la hay a ciencia cierta. La cuestión no es igualar el nombre o poner un nombre que sea políticamente correcto, la cuestión es que todos alcancemos la plena igualdad de derechos y podamos desarrollar una vida plena, salvando los distintos obstáculos. 

La lucha por los derechos y por la plena inclusión es una lucha política. No lo olvidemos.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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