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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Retrones, mentiras y cintas de vídeo

Creación: Mariano Cuesta

Mariano Cuesta

Como prometí en mi presentación me gustaría hablar de cine y discapacidad. La verdad es que es un tema con bastante trasfondo porque el cine configura, de alguna manera entre muchas otras, nuestra manera de pensar. En el caso de los retrones tenemos dos personajes tipo, el superhéroe o el villano. Particularmente creo que es una visión simplista y me molesta bastante. Estamos acostumbrados a dividirlo todo, a etiquetarlo, es nuestra manera de colocarnos en el mundo, Kant (1781).

De algún modo, esa necesidad de colocarlo todo en algún sitio de nuestro universo hace que pongamos en la mesa conceptos duales, el bien y el mal, frío y calor, lo moral y lo inmoral. Y ahí es donde empezamos a tener problemas. En este caso, volviendo a lo que comentaba antes sobre los retrones, nos encontramos ante el tan manido cuento neoliberal de uno lo puede todo desde la individualidad, el héroe, por otro el “minusválido” renegado del mundo, odioso, lleno de sed de venganza contra un mundo que le es hostil y que no consigue la adaptación deseada, sin contar con la figura sobreprotegida y al que no dejan hacer nada porque ya suficiente tiene con la vida que le ha tocado.

Llevo varias semanas pensando una película sobre la que hablar desde un punto de vista crítico y que me permitiera analizar, con cierto calado, el tema del trato a los retrones.

Hace unos días me vino a la cabeza una película que me gustó mucho en su día “El truco del manco” (2008) del director madrileño Santiago Zannou, protagonizada por Juan Manuel Morilla “El Langui”, cantante de La Excepción. La película retrata sin paliativos una sociedad marginal, donde los trapicheos están a la orden del día y donde la única ley es la supervivencia. Es un retrato duro pero coherente con la sociedad actual, a pesar de que está rodada hace seis años. El personaje de el “Langui” es Quique Heredia, un rapero con malas pulgas que tiene las cosas bastante claras. Su retrato es muy fiel a lo que se puede encontrar hoy en día. Creo que el valor de la película es “pasar por alto” la discapacidad del protagonista. Está integrado en su ambiente y sólo se hace mención en dos ocasiones, una al principio de la película cuando lo insultan y él se crece y chulea a quien le insulta y luego casi al final de la película, cuando hablando con Adolfo, su amigo inseparable, intenta estimularle para que salga del hastío en que se encuentra le hace referencia a su situación.  Es una situación difícil, pero aún así sigue adelante, sin heroísmo ni épica. La vida es una lucha diaria. Como decía Anita en un artículo anterior, todos tenemos nuestro Ironman particular.

Por otro lado tenemos otra película, que ya Raúl Gay mencionó en su día: Intocablela versión edulcorada y buenista de la discapacidad de un millonario. Fue un éxito hace un par de años por lo espectacular del tema, además de ser una historia real, pero no nos engañemos, no es la situación corriente de los retrones. Y eso es lo que hay que denunciar. Como dijo Raúl, esta película va sobre un retrón que tiene pasta. La película es buenista hasta límites insospechados. Los dos protagonistas son carne de adoración por parte del público general: un inmigrante pasota, con mucha gracia y por otra un retrón millonario y gruñón que ha perdido la ilusión por vivir. Así es fácil. Teniendo un equipo de personas que cuidan de t debe ser muy fácil ser retrón, dentro de que nunca es fácil. La imagen del retrón buenista hace mucho daño a la imagen real de las personas de carne y hueso. Porque no todos tenemos la suerte de disponer un equipo de personas que nos cuiden, ni tenemos ese carácter, ni toda esa clase de comodidades que hacen que la vida sea un poco más fácil, como dije antes.

En Intocable (ya el título de por sí da un poco de tirria) se nos muestra de una manera edulcorada, no solo del retrón, sino de la figura del inmigrante. Es todo demasiado bonito. La vida no es así y la imagen que tenemos, por desgracia, de unos y otros dista mucho de la que ofrecen en la exitosa cinta.

Si bien los dos ejemplos que he puesto podrían pecar de extremistas, la situación real de los retrones es más habitual en la película de Zannou, salvando las distancias. La escena de la ducha, casi al principio de la película es esclarecedora. Son las dificultades de los que tenemos que lidiar con esto. Y aquí entran de pleno los gobiernos, que son quienes, en definitiva, pueden hacer de nuestra vida un poco menos dura.

Hace unos días oí a Pablo Casado, diputado del Partido Popular por Ávila, decir que habían recortado en lo superfluo. Bien, la Ley de Dependencia ha sufrido recortes mortales de necesidad, claro que habría que preguntarse qué pintamos en todo esto los retrones. Lo mismo sobramos, si no tienes pasta vas de culo. 

Pero yo, desde aquí, voy a seguir luchando para que los retrones tengamos los mismos derechos y oportunidades que el resto y para que nadie nos vuelva a mirar con condescendencia, ni pena, que somos personas.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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