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Colonizar Marte significa también contaminar Marte

Una vez que la gente llegue allí, Marte se contaminará con vida terrestre

David Weintraub

Catedrático de Astronomía, Vanderbilt University —

El lugar más cercano del universo en el que podría existir vida extraterrestre es Marte, y los seres humanos están listos para intentar colonizar este vecino planetario en la próxima década. Ahora bien, antes de que suceda tal cosa, debemos saber que existe una posibilidad muy real de que los primeros pasos humanos sobre la superficie marciana produzcan una colisión entre la vida terrestre y la biota autóctona de Marte.

Si el planeta rojo es estéril la presencia humana no supondría ningún dilema moral o ético en este ámbito. Pero si hay vida en Marte existiría también la posibilidad de que los exploradores humanos provocasen fácilmente la extinción de cualquier forma de actividad. Como astrónomo que explora estas cuestiones en mi libro Vida en Marte: qué saber antes de ir, sostengo que los terrícolas debemos conocer este posible escenario y debatir con antelación las potenciales consecuencias de colonizar el planeta vecino. Tal vez las misiones que llevarían humanos a Marte requieran un tiempo de espera.

Dónde podría haber vida

La vida, sugieren los científicos, tiene unos requisitos básicos. Podría existir en cualquier lugar del universo donde haya agua líquida, una fuente de calor y de energía y abundantes cantidades de unos cuantos elementos esenciales, como carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y potasio.

Marte cumple estos requisitos, como lo hacen también por lo menos otros dos lugares de nuestro sistema solar: tanto Europa, una de las grandes lunas de Júpiter, como Encélado, una de las grandes lunas de Saturno, parecen poseer estos prerrequisitos para albergar biología autóctona.

Yo sugiero que el modo en que los científicos planificaron las misiones exploratorias a estas dos lunas proporciona un valioso trasfondo a la hora de considerar la forma de explorar Marte sin riesgo de contaminarlo.

Bajo las gruesas capas de hielo de la superficie, tanto Europa como Encélado albergan océanos en los que es posible que, después de cuatro mil millones y medio de años de revoltillo de la “sopa primigenia”, se haya desarrollado y arraigado vida. Las naves espaciales de la NASA han captado, incluso, imágenes espectaculares de géiseres que expulsan al espacio columnas de agua de estos océanos subterráneos.

Para averiguar si hay vida en alguna de estas dos lunas, los científicos planetarios están desarrollando activamente la misión Europa Clipper para realizar un lanzamiento dentro de la década de 2020-2030. Esperan poder planificar también futuras misiones a Encélado.

Cuidado de no contaminar

Desde el principio de la era espacial, los científicos se han tomado seriamente la amenaza de contaminación biológica humana: en 1959 la NASA ya organizó reuniones para debatir la necesidad de esterilizar las naves espaciales que pudiesen enviarse a otros mundos. Desde entonces, todas las misiones de exploración planetaria se han sometido a estándares de esterilización para equilibrar sus objetivos científicos con las limitaciones de no dañar el equipo sensible, lo que entrañaría el riesgo potencial de hacer fracasar la misión. Actualmente existen protocolos de la NASA para la protección de todos los cuerpos del sistema solar, incluido Marte.

Precisamente porque el hecho de evitar la contaminación biológica de Europa y Encélado constituye un requisito de alta prioridad, y extremadamente bien comprendido, de todas las misiones enviadas a los entornos de Júpiter y Saturno, las lunas de estos dos planetas permanecen sin alterar.

La misión Galileo de la NASA exploró Júpiter y sus lunas desde el año 1995 hasta 2003. Dada la órbita de la Galileo, existía la posibilidad de que la nave espacial, una vez fuera del propulsor de cohetes y sujeta a los antojos de los tirones gravitacionales de Júpiter y sus numerosas lunas, pudiese colisionar algún día con Europa y contaminarla.

Dicha colisión podría no producirse hasta dentro de muchos millones de años. No obstante, aunque el riesgo no era muy elevado, sí era real. La NASA prestó gran atención a las directrices del Comité sobre Exploración Planetaria y Lunar de las Academias Nacionales, que indicaba serias objeciones nacionales e internacionales a un posible vertido accidental de la nave espacial Galileo sobre la luna Europa.

Con el fin de eliminar por completo semejante riesgo, el 21 de septiembre de 2003, la NASA utilizó el último pequeño resto de combustible que quedaba en la nave para lanzarla a la atmósfera de Júpiter. A una velocidad de más de cuarenta y ocho kilómetros por segundo, la Galileo se evaporó en cuestión de segundos.

Catorce años después, la NASA repitió este escenario de protección: la misión Cassini orbitó y estudió Saturno y sus lunas desde el 2004 hasta el 2017, y el 15 de septiembre de ese último año, cuando ya quedaba poco combustible y siguiendo las instrucciones de la NASA, los operarios de la Cassini lanzaron deliberadamente la nave espacial al interior de la atmósfera de Saturno, donde se desintegró.

Pero ¿y Marte?

Marte es el objetivo de siete misiones en activo, entre las que se hallan dos vehículos exploradores, el Opportunity y el Curiosity. Además, este próximo 26 de noviembre, está previsto que la misión InSight de la NASA aterrice en Marte, donde realizará mediciones de la estructura interior del planeta rojo. Después, con los lanzamientos planeados para 2020, tanto el vehículo explorador ExoMars, de la ESA, como el Marte 2020 de la NASA están destinados a buscar pruebas de vida.

La buena noticia es que estos vehículos exploradores robóticos entrañan poco riesgo de contaminación, ya que todas las astronaves destinadas a aterrizar en este planeta se hallan sujetas a estrictos procedimientos de esterilización antes de su lanzamiento. Así ha sido desde que la NASA impusiese, en la década de los años setenta del siglo pasado, unos “rigurosos procedimientos de esterilización” para las cápsulas de aterrizaje Viking, que entraban en contacto directo con la superficie marciana.

Así pues, lo más probable es que la cantidad de polizones microbianos que lleven estos vehículos exploradores sea ínfima. Cualquier biota terrestre que resistiese los procedimientos y finalmente lograse viajar en el exterior de los mismos lo tendría muy difícil para sobrevivir al viaje de medio año desde la Tierra hasta Marte, puesto que el vacío del espacio junto con la exposición a los implacables rayos X, la luz ultravioleta y los rayos cósmicos esterilizarían casi con total seguridad los exteriores de cualquier nave espacial enviada al planeta rojo.

Cualquier bacteria que se colase al interior de uno de los vehículos exploradores podría llegar viva a Marte, pero si, una vez allí, saliese de la nave, la fina atmósfera marciana no le ofrecería prácticamente ninguna protección frente a la radiación esterilizadora y de elevada energía procedente del espacio, que la fulminaría al instante.

Debido a este arduo medio ambiente, la vida que pueda haber en Marte, si es que existe, es casi seguro que ha de hallarse oculta bajo la superficie, pero, como ningún vehículo espacial ha explorado las cuevas ni excavado agujeros profundos, no hemos tenido aún la oportunidad de encontrarnos con cualquier posible microbio marciano.

Dado que la exploración de Marte ha estado limitada hasta el momento a vehículos no tripulados, lo más probable es que el planeta permanezca libre de contaminación terrestre.

Pero cuando la Tierra envíe astronautas a Marte estos viajarán con sistemas de soporte vital y de suministro de energía, hábitats, impresoras 3D, alimentos y herramientas. Ninguno de estos materiales puede ser esterilizado del mismo modo que los sistemas de las astronaves robóticas. Los colonizadores humanos producirán residuos, tratarán de cultivar alimentos y utilizarán máquinas para extraer agua. Por el simple hecho de vivir en Marte, los colonos humanos contaminarán el planeta.

No hay marcha atrás después de la contaminación

Los investigadores espaciales han desarrollado un minucioso enfoque de la exploración robótica de Marte y una actitud de no intervención con respecto a las lunas Europa y Encélado. Así pues, ¿por qué estamos colectivamente dispuestos a pasar por alto el riesgo que supone para la vida marciana la exploración y colonización humana del planeta rojo?

La contaminación de Marte no es una consecuencia imprevista. Hace un cuarto de siglo, un informe del Consejo de Investigación Nacional de EEUU titulado Contaminación biológica de Marte: cuestiones y recomendaciones afirmaba que las misiones que lleven humanos a Marte contaminarán inevitablemente el planeta.

Considero que es crucial que se intente por todos los medios obtener pruebas de cualquier vida pasada o presente en Marte mucho antes de futuras misiones que incluyan presencia humana. Lo que descubramos podría influir en nuestra decisión colectiva sobre enviar colonizadores o no.

Aunque ignoremos o no nos importen los riesgos que entrañaría la presencia humana para la vida marciana, la cuestión de traer dicha vida de vuelta a la Tierra tiene también serias implicaciones sociales, legales e internacionales que merecen ser discutidas antes de que sea demasiado tarde: ¿qué riesgos podría suponer la vida marciana para nuestro medio ambiente o nuestra salud?, ¿acaso hay algún país o agrupación que tenga derecho a arriesgarnos a una “contracontaminación” si esas formas de vida marcianas pudiesen atacar la molécula de ADN y, con ello, poner en riesgo todas las formas de vida que se hallan sobre la Tierra?

Pero ya hay actores tanto públicos —la NASA, el proyecto Marte 2117 de los Emiratos Árabes Unidos— como privados —SpaceX, Mars One, Blue Origin— que planean transportar colonizadores para construir ciudades en Marte. Y estas misiones van a contaminar el planeta.

Hay científicos que creen haber descubierto ya pruebas contundentes de la existencia de vida en Marte, tanto pasada como presente. Si ya existe vida en Marte, entonces, Marte, al menos por el momento, pertenece a los marcianos: es su planeta, y la vida marciana se vería amenazada por la presencia humana.

¿Acaso tiene la humanidad el derecho inalienable a colonizar Marte simplemente porque pronto seremos capaces de hacerlo? Poseemos la tecnología para utilizar robots que pueden determinar si Marte está habitado. ¿Exige la ética que empleemos estas herramientas para obtener una respuesta definitiva a la cuestión de si Marte está habitado o es un planeta estéril antes de poner un pie humano sobre su superficie?

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Lee el original.The Conversationoriginal

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