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Coronavirus
Confinamiento sí o no: el debate sobre la estrategia para frenar la tercera ola emerge en plena escalada de contagios

Varios sanitarios atienden a un paciente de coronavirus en la UCI del Hospital 12 de Octubre de Madrid durante la segunda ola

Marta Borraz / Belén Remacha

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Los casos de coronavirus siguen al alza en España. Aunque la tercera ola ya se inició sobre un nivel de incidencia elevado, las fiestas navideñas han multiplicado los contagios hasta alcanzar los casi 700 positivos por cada 100.000 habitantes en 14 días, una cifra sin precedentes desde el inicio de la pandemia. En este escenario, varias comunidades como Castilla y León, Asturias, la Región de Murcia o Andalucía han pedido al Gobierno que les permita decretar un confinamiento domiciliario que ayude a frenar más rápida y drásticamente los contagios donde sea necesario, en lugar de esperar a que las medidas tomadas en los últimos días surtan efecto, la opción por la que apuesta el Ministerio de Sanidad. Como ya ocurrió con la segunda ola, el debate ha vuelto a emerger mientras, de fondo, late la modificación del decreto del estado de alarma, algo necesario si se quiere dar cobertura legal al encierro en las casas.

Este miércoles, el Consejo Interterritorial debatirá adelantar el toque de queda, algo que apoyan varias comunidades, pero Salvador Illa ha vuelto a descartar este lunes el confinamiento. El ministro confía en que con el abanico de posibilidades que tienen las comunidades, y que pasan por limitar la movilidad nocturna, cerrar perimetralmente, clausurar comercios o restringir las reuniones, se logre frenar la expansión. Sin embargo, la segunda ola no llegó a vencerse del todo: la incidencia acumulada no bajó de los 150 casos cuando el objetivo eran 25. Tampoco registró niveles tan elevados como los actuales: cuando se aprobó el estado de alarma, España llegaba a una IA de 361 contagios por cada 100.000 habitantes y el pico que alcanzó el repunte fue de 530, muy inferior a la tasa de este lunes. Entre los epidemiólogos y expertos en salud pública consultados no hay consenso sobre la estrategia más apropiada: algunos prefieren cortar de raíz todas las interacciones; otros aluden al enorme impacto social y económico que podría tener un encierro absoluto. Sí es unánime la valoración de que la situación es preocupante y de que, por tanto, hay necesidad de endurecer las restricciones.

A favor de un confinamiento “severo” para “echar el freno a fondo”

Entre los expertos que sí se inclinan claramente por el confinamiento domiciliario están José Martínez Olmos, Alberto Infante y Daniel López-Acuña. Este último, exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS, cree que el escenario actual, “de incidencias desbocadas y un ritmo vertiginoso de incremento de contagios”, requiere “medidas contundentes”. Apuesta por un confinamiento “corto”, de entre dos y cuatro semanas, pero “severo”, al menos en los territorios situados en el nivel de riesgo extremo del semáforo del Ministerio de Sanidad. “Mientras más temprano sea, más fallecimientos se evitarán”, resume.

Un encierro “breve”, pero “intenso” es lo que han reclamado las comunidades que piden al Gobierno, al menos, contar con esa posibilidad para poder decretarla de forma ágil si la curva sigue subiendo. “No me gustaría exagerar, pero (esta ola) puede ser más dramática que la de marzo, con más mortalidad, si no la conseguimos parar”, destacó Francisco Igea, vicepresidente de Castilla y León, que ha insistido a la ciudadanía en el 'autoconfinamiento'. También los presidentes de Asturias, Andalucía y Murcia se han sumado a esta petición, recordando que varios países de nuestro entorno como Reino Unido, Portugal o Alemania –los dos primeros en peor situación que España y el tercero, mejor– han optado por ello.

Para López-Acuña, el margen de maniobra que posibilita el estado de alarma actual “no es suficiente”, porque no permite “cortar de raíz las interacciones para reducir la transmisión”. Las comunidades tienen la posibilidad de restringir mucho las actividades y encuentros, hasta el punto de cerrar comercios y hostelería o limitar las reuniones solo a convivientes, como han dictado algunos territorios, pero en opinión del experto son “medidas a medias tintas que confunden a la población y no suponen echar el freno a fondo” para aliviar más rápidamente la presión asistencial, “que crece de manera desbocada”. En el conjunto del país, la ocupación hospitalaria está en el 18%, con un 32% en las UCI. Pero en algunas comunidades como Baleares, Catalunya, la Comunitat Valenciana o Madrid este último indicador supera el 40%.

Las medidas actuales “no sirvieron para abatir la segunda ola”, explica López-Acuña, que insiste en que el objetivo estaba en llegar a 25 casos por 100.000 habitantes, lo que “demuestra que pueden provocar un descenso, pero no una inflexión significativa en la curva”. El especialista teme precisamente que no se reduzcan drásticamente los contagios y vuelva a ocurrir lo de finales de noviembre: una vez empezó a bajar la curva, las comunidades volvieron a aliviar las restricciones, de manera que se desató la tercera ola, pero sobre unos niveles de incidencia que han acabado produciendo un efecto multiplicador ahora. Una situación que “evidencia que necesitamos un sacrificio mayor para llegar a niveles de seguridad”.

... y a favor de “escalar” en las restricciones que quedan de margen antes de confinar

A otras consideraciones apuntan otros especialistas que prefieren evaluar cómo afectan las medidas ya decretadas. Entre ellos está Pere Godoy, ex presidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) y jefe de vigilancia de la provincia de Lleida, que reconoce que la situación está “muy complicada” y “si no baja, se van a tener que tomar medidas más drásticas”. Sin embargo, no apuesta por un confinamiento domiciliario estricto por el “impacto fuerte” que supondría en otros aspectos de la vida y la fatiga pandémica que ya se acusa. Para él, todavía hay margen de que los datos mejoren ya con las navidades pasadas y nuevas medidas tomadas por las comunidades relacionadas con el toque de queda, que se pueden ampliar, pero con cautelas.

María Urtasun, investigadora en Salud Urbana y Epidemiología Social, es de las que piensa que “aún hay posibilidad de seguir escalando en restricciones antes de llegar al confinamiento domiciliario”. Integrante de la Asociación Madrileña de Salud Pública, reconoce que se trata de “una tensión difícil” que ha generado debate interno en el colectivo y apunta a las consecuencias sociales que tiene para la población: “Sabemos que es efectivo, pero también muy lesivo para muchas esferas de las personas y de los colectivos más vulnerables”. Con todo, no descarta que pueda ser necesario, aunque en todo caso aboga por el mantenimiento de los centros educativos abiertos, pero apuesta a día de hoy por profundizar en las restricciones. “Apostar decididamente por el teletrabajo no es algo que se esté haciendo”, defiende.

Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), parte de una premisa: “Tenemos que ser humildes, porque no hay evidencias científicas suficientes para asegurar que una estrategia u otra es la mejor. Sobre todo, teniendo en cuenta todos los efectos, positivos y negativos”. Dicho eso, cree que “el Gobierno debe ampliar el estado de alarma para que las comunidades puedan adaptar las medidas a sus necesidades”, y que estas han de ir encaminadas “a lo que más reduzca la capacidad de transmisión”.

Pero no opina que eso deba ser un confinamiento total: “En marzo estábamos todos muy asustados y despistados. Ahora han cambiado las cosas como para optar por lo mismo, por cerrar bares y colegios a la vez”. Por ejemplo, Hernández considera que “hay margen” para medidas que, si se aplican en conjunto, no son tan diferentes epidemiológicamente al confinamiento domiciliario, pero salvaguardan a cierto nivel otros aspectos socioeconómicos: “Adelantar el toque de queda y reducir los lugares de alta transmisión, pienso en algunos tipos de ocio, locales de juego y lugares donde se come y bebe sin mascarilla”. Fernando Simón decía este lunes que el análisis del Ministerio de Sanidad y las comunidades es que “lo más eficaz” de todo lo que se ha hecho hasta ahora ha sido cerrar los interiores de bares.

Ildefonso Hernández quiere destacar que, aunque la situación sanitaria es muy difícil, no se puede perder de vista “el eje de equidad. Los principios éticos en Salud Pública dicen que siempre tienes que optar por el camino que conlleve menos distorsión en la vida de las personas, y que la equidad hay que aplicarla siempre. El confinamiento estricto provoca problemas a las personas que, por ejemplo, no pueden acreditar que tienen que salir para trabajar porque no tienen un contrato”. También apunta que hay margen de mejora en comunicación, “en Madrid, en octubre, los datos mejoraron y seguramente tuvo que ver la tensión informativa de aquellos días. Yo confío en que de tanto repetir ahora todos que estamos mal, la gente se lo tome en serio. Y tenemos que afinar mensajes claros, como que lo recomendable ahora es no juntarte con personas no convivientes”; y también en control: “Las sanciones tienen un punto pedagógico también. Y ahora mismo parece que la sensación es que el confinamiento se puede saltar”.

La vacuna debe suavizar la situación

Pere Godoy aporta un elemento más optimista respecto a la segunda ola, aunque “todavía es un pronóstico”: la vacuna. “Nos queda por delante un mes o mes y medio duro”, comienza, pero después “aunque la vacuna tarde hasta verano en generar inmunidad de grupo, no tardaremos tanto en ver un cambio muy notable por tener vacunadas a las personas de centros residenciales y sanitarios. No estará controlado todavía a nivel comunitario, pero sí que en febrero pueden empezar a bajar la mortalidad y las hospitalizaciones por este motivo”. Si se cumple ese escenario, Godoy cree que lo que tocará a partir de entonces será “una reflexión dentro de la salud pública. Tenemos que dejar de estar siempre detrás del virus, abriendo y cerrando, con todo lo que eso supone”. Se refiere a ir a una estrategia similar a la de Australia y Nueva Zelanda: ir hacia la eliminación del virus. “Me parecería mejor un cierre total estratégico, quizá, en el mes de abril, que ahora. Para poder alcanzar la normalidad antes que la inmunidad de grupo, si todo va bien a finales de verano. Pero tenemos que pensarlo bien estos meses”.

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