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Las claves del documento que revela cómo fue asesinado Lorca

Documentos policiales de 1965 prueban el asesinato de Lorca por homosexual y masón

Diego Barcala

El relato que la Policía franquista hizo en 1965 de los últimos días de vida de Federico García Lorca, difiere poco de lo que los investigadores han revelado hasta ahora. Pero los detalles, en un suceso tan nebuloso, han revuelto el estómago del mundo lorquiano. El documento del Ministerio de Gobernación revelado en exclusiva por eldiario.es pone sobre la mesa tres nuevos asuntos. Primero, resulta que el poeta fue fusilado solo con otra persona y no con otros tres como se creía. Segundo, fue enterrado “a flor de tierra”. ¿Quién dijo esto al policía que tuvo que redactar este informe? ¿Fue Manolo Castilla el comunista al que ahora creíamos como su enterrador? ¿O había otras fuentes entre el piquete que le mató de madrugada en agosto de 1936? Y tercero, según la Policía, fue “pasado por las armas” tras “haber confesado”, no sabemos qué, pero las especulaciones se disparan.

El informe elaborado en 1965 a petición de la Embajada española en París y con el permiso de Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo, es gasolina para la especulación, pero afianza los cimientos de la teoría del asesinato ideológico. Lorca fue asesinado por rojo y por homosexual. Nada de disturbios de guerra, ni balas perdidas, ni rencillas personales. Pese a lo que dijo durante 40 años el franquismo, Federico García Lorca fue un asesinado ideológico. El documento, 29 años posterior a su muerte, sigue aludiendo como delito la homosexualidad que califica como “aberración”. La propia sobrina nieta del poeta, enemistada con el hispanista Ian Gibson por el empeño de este en encontrar sus restos pese a la oposición familiar, aseguraba que la alusión a que el poeta fue detenido por homosexual “no tiene sentido”.

La cuestión homófoba, que ahora conocemos en un documento oficial, afianza la investigación histórica y lo que apuntaban los miles de rumores de la ciudad nazarí. Una de los episodios sin confirmar, que los testigos granadinos fueron narrando uno a uno a los hispanistas extranjeros que acudieron en busca del poeta a lo largo del siglo XX, sitúa a uno de los asesinos en el bar Pasaje. Se trata del abogado derechista Juan Luis Trescastro, que pocas horas después del asesinato confiesa en voz alta: “Yo mismo le he metido dos tiros por el culo por maricón” (El hombre que detuvo a García Lorca. Ian Gibson. Editorial Aguilar).

Error en los nombres

La fiabilidad del documento ahora encontrado merma cuando se cita al Gobernador Civil de Granada en 1936, Juan Valdés Guzmán. El documento cambia su nombre por el de Miguel. Un error impropio puesto que Juan Valdés era un hombre famosísimo en Granada. “Al que conocía todo Dios”, como resume el propio Gibson al conocer el hallazgo documental. Juan Valdés es a quien acusó Ramón Ruiz Alonso, el supuesto urdidor de toda la detención, de haber dado la orden. Según las investigaciones de Gibson, el propio Valdés consultó por teléfono al general Gonzalo Queipo de Llano sobre qué hacer con Federico cuando permanecía en el calabozo. “Café, mucho café”, fue lo contestado por el golpista cuyos restos descansan hoy en la catedral de Sevilla. El nombre del general que tomó Sevilla, sin embargo, no aparece citado en el informe policial.

Dicho esto, estremece la seguridad con la que la Policía de 1965 asegura que fue fusilado solo con otra persona. Hasta ahora, las diferentes investigaciones daban por ciertas las informaciones que decían que Lorca fue enterrado junto a dos banderilleros anarquistas (Joaquín Arcollas y Francisco Galadí) y el maestro republicano Dióscoro Galindo. Tan cierta fue tomada esta cuestión que toda la vía judicial y administrativa iniciada para encontrar los restos del poeta se ha basado en el derecho de los familiares de los supuestos acompañantes de fosa del poeta.

A flor de tierra

Desgraciadamente, el documento no aporta alguna pista clave sobre el paradero exacto de los restos. “A dos kilómetros de Fuente Grande”, es toda la precisión que aporta la Policía. Pero el redactor del informe añade cuatro palabras inquietantes: “A flor de tierra”. Es decir, según lo que se sabía en 1965 del entierro, no se hizo a gran profundidad. Este aspecto reabre multitud de especulaciones. Por ejemplo, la que a grito en cielo lanzó Gibson cuando fracasó la operación de búsqueda de Lorca junto al monolito. El hispanoirlandés alertó de que una investigación de los años 80 sobre las obras del parque Federico García Lorca en Alfacar (junto al lugar donde se buscó), incluía el testimonio de un albañil que aseguró haber guardado unos huesos bajo la fuente central después de haberlos encontrado en un movimiento de tierra. Y otro detalle más. Junto al monolito donde sólo se encontraron rocas en el subsuelo, fueron plantados décadas después de la Guerra Civil unos cuantos pinos que todavía hoy crecen sobre lo que antes pudo ser un terreno propicio para cavar.

Por último, es interesante el relato de los supuestos delitos cometidos por el autor de La casa de Bernarda Alba. Masón, socialista y homosexual. Hasta ahora, la versión de la historia oficial decía que el diputado Ruiz Alonso ordenó el registro de la Huerta de San Vicente (el hogar de los García Lorca) en busca de una radio que Federico tenía para conectar con Moscú. Cierto es que la acusación de comunista era habitual en las detenciones de entonces, pero que la policía no cite este hecho en el informe y que asegure que Lorca confesó antes de morir, es el ingrediente definitivo del terremoto lorquiano.

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