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El invierno primaveral genera caos en los ecosistemas españoles

Unos niños corren hoy sábado en la Vía Verde de la sierra de subbética de Córdoba donde las temperaturas primaverales adelantan la floración de los almendros

Raúl Rejón

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Los ecosistemas españoles padecen estos días el caos que les ha traído un invierno recalentado producto de la crisis climática: desde enero se encadenan semanas muy cálidas que han desembocado en temperaturas “más propias de la primavera” en febrero. Dos meses, además, con pocas lluvias.

“Entre las alteraciones evidentes de los inviernos más cálidos está el cambio en la fenología de la plantas: cuándo se abren las flores, nacen las hojas y se caen”, explica el Francisco I. Pugnaire, investigador de la Estación de zonas áridas del CSIC. Enero de 2022 ha tenido las temperaturas diurnas más altas desde 1961. Y este febrero registra valores “más propios de mayo”, explica el portavoz de la Aemet, Rubén del Campo. Las condiciones para el desbarajuste vegetal.

Así que “hay un caos porque las flores y brotes han salido fuera de su estación. No son solo los almendros. Castilla ya está llena de flores. Flores en enero y febrero que luego pueden morir si cambian las temperaturas”, describe Francisco Pugnaire.

El peligro está en que, más que una primavera adelantada, se trate de una primavera intercalada. El termómetro puede caer de nuevo y hacer estragos. Las plantas están adaptadas al frío. Se refugian en invierno activando un estado durmiente: suspenden el desarrollo.

Muchas hierbas, por ejemplo, salen de esa dormancia “cuando el suelo se ha calentado durante una semana o más, lo que suele ocurrir en abril”, explica un análisis sobre cómo el cambio climático puede confundir estos ciclos vitales en las plantas de la Universidad de Illinois (Estados Unidos).

“Al subir las temperaturas, los carbohidratos almacenados en los rizomas alimentan los tejidos en crecimiento. Si esto ocurre demasiado pronto, los brotes pueden morir y los rizomas ya no tendrán esas reservas si las temperaturas bajan a su rango más normal”, detalla el trabajo.

“La supervivencia invernal de muchas plantas depende, entre múltiples factores, de la aclimatación al frío y la capacidad para mantener la resistencia hasta que el peligro de helada ha pasado”, sentencia una investigación conjunta de las universidades de Iowa State (EEUU) y Oulu (Finlandia). “Una fluctuación errática de temperaturas como, por ejemplo, condiciones primaverales fuera de temporada a las que siga frío, puede pillar a las plantas ya desaclimatadas y vulnerables”, avisaban los investigadores Rajeev Arora y Kari Taulavuori al analizar sus datos.

Y la magnitud y frecuencia de estas fluctuaciones son cada vez mayores en los años recientes, según el panel de científicos climáticos de la ONU (IPCC). “Algunas de las heladas más devastadoras en América del Norte han sido debidas a estos caprichos climáticos”.

Flores anticipadas: desajuste total

Hay más. Aparte de las floraciones fuera de temporada, los inviernos calurosos como este activan una reacción en cadena funesta. “Las imágenes de los almendros son populares porque pueden verse en casi cualquier sitio, pero muchas otras flores están saliendo estos días y es un problema general: es el principio de todos los desajustes”, alerta Juan Carlos del Moral, biólogo de la Sociedad Española de Ornitología (SEO-Birdlife).

Del Moral cuenta que “los insectos polinizadores de esas plantas no han completado su fase de larva así que no están preparados para polinizar con lo que no se completa ese ciclo: no habrá frutos en otoño”. Luego, al llegar esa estación, “las aves no van a hallar esos frutos que necesitan para tener fuerzas en su migración. Deben viajar miles de kilómetros y no han encontrado la fuente de energía que antes sí había”, describe el biólogo. “Y tampoco van a diseminar las semillas que no han ingerido”.

Las golondrinas van a llegar a España porque hace 'muy bueno'. Vienen desde el otro lado del desierto de Sahara y no van a encontrar muchos insectos para comer tras ese viaje

Juan Carlos del Moral, biólogo de la SEO-Birdlife

El coordinador de seguimiento y estudio de avifauna de SEO pone un par de ejemplos de especies damnificadas. El urogallo, que está en peligro de extinción, tiene en este desajuste uno de los factores que lo han puesto en grave peligro: “Su principal fuente de alimento para los pollos son unos arándanos que precisan de unos insectos concretos para su polinización”. Ahora, con la subida prematura de temperaturas, “estarán floreciendo esas plantas, pero no hay esos insectos. No habrá suficientes frutos”.

Otra variedad afectada serán las golondrinas, detalla Juan Carlos del Moral. “Van a llegar a España porque hace muy bueno. Vienen desde el otro lado del desierto de Sahara y no van a encontrar muchos insectos para comer tras ese viaje. Vemos que muchas mueren por este motivo”.

En los suelos, un bien escaso y en declive de donde parte todo el ciclo biológico terrestre, los inviernos recalentados por la crisis climática se dejan sentir para mal. Allí medran microorganismos como bacterias y hongos que “las plantas han domesticado durante milenios para utilizar las que les vienen bien para crecer” explica Francisco Pugnaire. El botánico abunda en que “la alteración de las condiciones afecta a estos microorganismos y perturba el equilibrio con las plantas que se había ganado durante tantos años”.

Sequías y plagas

“Este invierno está siendo relevante por ser especialmente cálido y seco”, dice Mireia Banqué, ambientóloga en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales de Catalunya (Creaf). “Aunque ya llevamos unos cuantos inviernos cálidos”, remacha. A la coordinadora del sistema de vigilancia Deboscat le preocupa la segunda pata de estos meses de invierno alterado: la falta de lluvia. “El agua es un factor limitante para cualquier ecosistema, pero para los bosques más”.

Estas oscilaciones fuera de estación con otoños e inviernos más cálidos cada vez, con récords y luego la sequía...estamos viviendo el cambio climático

Francisco Pugnaire, botánico investigador del Csic

Entre el 1 octubre y el 20 de febrero ha llovido, de manera general en España, 200 litros por metro cuadrado cuando el promedio es 335. Un 41% menos, según la Aemet. Enero y febrero han sido un inicio de año entre los tres más secos de la serie histórica. Desde enero a 20 febrero, en la mayoría de sitios no ha llovido un cuarto de lo normal.

El botánico Francisco Pugnaire recuerda que “sequías ha habido siempre. Es habitual en el Mediterráneo, pero si vas sumando los picos de sierra, el valor medio de agua baja”. Mireia Banqué subraya que “cuando se reactiven los árboles es cuando será más necesario que llueva”.

Pero no tiene pinta de que vaya a suceder, porque la Aemet ha previsto un trimestre más seco de lo normal. “Al bosque nadie lo riega. La sequía es como estar cansado y no comer: las hojas se vuelven marrones, se caen... no hacen fotosíntesis y algunos de estos árboles pueden llegar a morirse”, explica Banqué.

Lo que han podido averiguar en Catalunya es que los árboles planifolios, como las encina, son los primeros en mostrar los síntomas de decaimiento, pero también se recuperan mejor. “Sin embargo sequías sostenidas como esta tienen efectos más negativos porque los debilita”. Las coníferas como los pinos “aguantan un poco más, pero cuando no pueden más, mueren. No tienen esa capacidad de remontar y eso provoca un cambio de estructura en el ecosistema. Su función ha desaparecido”, relata la ambientóloga.

Y luego están las plagas. La investigadora del Creaf cuenta que “el metabolismo de estos insectos como la procesionaria está muy relacionado con las temperaturas. El frío hace que estén parados. Y con la temperatura se activan. Los ciclos se aceleran y acortan. En un invierno normal no podían comer mucho, pero, ahora, comen más y pueden bajar más rápido a hacer las procesiones”.

Las lluvias torrenciales, la puntilla

La Aemet ha anunciado una posible DANA para los próximos días que traería un leve alivio a las reservas hídricas. Pero la manera en que este agua va a caer preocupa. Tanto Pugnaire como Banqué alertan de que estas precipitaciones torrenciales, asociadas al cambio climático, pueden dar una puntilla a los ecosistemas alterados por el invierno caliente y seco. “No es lo mismo 100 litros en diez días que en una hora (que el terreno no absorbe). El valor es el mismo, pero la realidad ha cambiado mucho”. 

“El cambio climático ya está aquí”, destaca el botánico del CSIC. “Estas oscilaciones fuera de estación con otoños e inviernos más cálidos cada vez, con récords y luego la sequía...estamos viviendo el cambio climático y, sin ponerle remedio, solo puede ir a peor”.  

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