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Los “noirauds” belgas dejan de pintarse la cara de negro por una polémica racista

Los "noirauds" belgas dejan de pintarse la cara de negro por una polémica racista

EFE

Bruselas —

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Los miembros de la sociedad belga que desde 1876 recorren restaurantes de Bruselas en carnaval pidiendo fondos para obras benéficas, los “noirauds”, dejarán de pintarse la cara de negro para maquillarse a partir de ahora con los colores de la bandera nacional y evitar malentendidos racistas.

La tradición, que arrancó hace 143 años para salvar una guardería al borde de la quiebra y se perpetuó como obra caritativa anual, coincide en su origen con el período de exploración de África y el disfraz responde a la representación popular que existía entonces sobre los notables de ese continente.

Normalmente hombres blancos, los “noirauds” se disfrazan con gorgera blanca, sombrero de copa, chaqueta negra y pantalones bombachos y se maquillan la cara de negro, un fenómeno que actualmente se conoce en inglés como “blackface” (caranegra) y que está considerada como una caracterización racista.

La sociedad, que en 1959 tomó el nombre de “Oeuvre Royale des Berceaux Princesse Paola” (Obra Real de las Cunas de la Princesa Paola) en honor a la entonces princesa, y reina de los belgas entre 1993 y 2013, defendía que el objetivo de esa práctica era “hacerse notar desde el buen humor”.

Pero en los últimos años ha ido creciendo la controversia en torno al atuendo al considerarse una reminiscencia colonial de dudoso gusto.

Especialmente desde que en 2015 el ministro de Exteriores de Bélgica, Didier Reynders, se caracterizó como “noiraud” y un periodista de la cadena francesa “France 2”, François Beaudonnet, se preguntó públicamente si el disfraz era apropiado para el jefe de la diplomacia belga.

A partir de entonces, el fenómeno se difundió ampliamente en cabeceras de la prensa francesa y anglosajona y suscitó un debate entre los propios “noirauds”.

“Hace dos o tres años que reflexionamos”, explicó a la radiotelevisión belga “RTBF” el coordinador de la asociación, Albert Vermeiren, quien agregó que ponderaron la tradición con los recelos que generaba una práctica con fines benéficos.

“¿Por qué hacer un gran esfuerzo y provocar animosidad? Debemos evolucionar”, comentó Vermeiren, de forma que el 2019 será el primer año en el que, entre los próximos 14 y 17 de marzo, los “noirauds” intenten recolectar fondos para los niños desfavorecidos con los colores negro, amarillo y rojo de la bandera belga.

Y el Manneken-Pis, la venerada escultura del niño meón que visitan los turistas en el centro de Bruselas y al que suele vestirse con diferentes disfraces para celebrar causas diversas, recibirá el 13 de marzo un traje adaptado a las nuevas circunstancias de los “noirauds”.

La polémica sobre la caracterización de blancos como negros o es exclusiva de Bélgica. En Holanda ha habido controversias similares por Zwarte Piet, el paje negro que acompaña a San Nicolás en el reparto de regalos a los niños cada 6 de diciembre, y en España con los disfraces del “rey Baltasar” en las cabalgatas de los Reyes Magos.

La actualización del disfraz de los “noirauds” se produce en un momento en el que la revisión del pasado colonial de Bélgica es noticia.

El pasado diciembre se abrió al público el nuevo Museo Real de África Central, construido en 1897 y cerrado durante los últimos cinco años para ofrecer una visión diferente sobre el pasado colonial belga de tiempos del rey Leopoldo II, monarca entre 1865 y 1909, y sus consecuencias.

Y a principios de febrero, un grupo de expertos de la ONU en personas africanas invitaron a Bélgica a pedir disculpas por las “atrocidades de la colonización”, algo que el primer ministro belga, Charles Michel, ha dicho que, de hacerse, le correspondería al Parlamento y no al Gobierno y debería abordarse desde una perspectiva científica.

“La época colonial de Bélgica es parte de nuestra historia, como es parte de la historia de otros países. No hace falta decir que esta historia debe recolocarse en un contexto histórico internacional más amplio”, declaró el jefe del Ejecutivo belga.

Por Javier Albisu

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