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Unas pocas decenas de orcas del Estrecho y delfines de Corinto sobreviven “en peligro crítico” por la acción del hombre

Una orca nadando /OceanCare

Raúl Rejón

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La sobrepesca del atún ha hecho que las orcas del estrecho de Gibraltar sean uno de los cuatro cetáceos en “peligro crítico” de extinción en los mares europeos. La acompañan al borde de la desaparición las poblaciones de delfín común en el golfo de Corinto, la marsopa en el mar Báltico y la ballena franca del norte. La caza, la pesca accidental, la contaminación a base de plásticos o ruido y el cambio climático son las principales amenazas de las 33 especies que nadan en Europa, según el análisis de la organización Ocean Care.

El grupo de orcas que vive en el estrecho es peculiar y casi único: no supera los 40 ejemplares adultos y depende de los bancos de atunes rojos que transitan entre el Atlántico y el Mediterráneo: “La conservación del stock de atunes es esencial para el futuro de la orca porque tienen una dieta súper-especializada”, explica el informe sobre esta población de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. El atún rojo decayó un 50% entre 1973 y 2012 y es una especie también “en peligro”.

Una situación similar ha llevado a los delfines del golfo de Corinto (Grecia) al peligro crítico: la desaparición de sus presas y la degradación de su hábitat por la multiplicación de la pesca comercial. “La reducción de alimento causada por la sobrepesca es una de las razones primarias para el dramático declive de la especie”, analiza la IUCN. Este grupo, que no migra a otras aguas, tiene unos 10 delfines adultos. Un número tan escaso favorece, explican los expertos, que la especie se hibride con otros tipos de delfines (como el listado) lo que asegura la desaparición “con un 100% de probabilidades de extinción en un periodo de 16 años”.

Otro aviso de alerta roja es el de la marsopa del Báltico. Esta especie padece la intensa actividad pesquera al enredarse en las artes de los buques que buscan variedades comerciales, indica la IUCN. “Su mayor amenaza son las capturas accidentales en redes de pesca”. La media es de siete animales liquidados al año, “un nivel insostenible”, remata la Unión.

Las amenazas: caza, polución, aguas más ácidas

Los casos de las orcas gibraltareñas, las marsopas bálticas o la franca boreal son ejemplos que ilustran los peligros y riesgos que acechan a estos mamíferos marinos. El documento de Ocean Care alerta de la presión que soportan los cetáceos en Europa. Por sus aguas pueden encontrarse 33 especies. Además de las cuatro que presentan una situación más crítica, el rorcual norteño, la ballena azul, el rorcual común, el cachalote y la falsa orca están amenazados. Todas ellas, en mayor o menor medida, padecen los efectos nocivos de la acción humana.

Aunque existe una moratoria internacional permanente en la caza comercial de ballenas, varios países europeos han continuado con esta actividad. Ocean Care ha calculado que Groenlandia, Islas Feroe, Islandia y Noruega han cazado unos 50.000 ejemplares entre 2010 y 2020. También señalan como amenaza las capturas accidentales como la que acosan a las marsopas bálticas. “Algunos de los cetáceos más grandes, son susceptibles de arrastrar los aparejos de pesca y luego sufrir una muerte lenta y dolorosa”, describe Ocean Care.

Además, las aguas del Mediterráneo o el Atlántico europeos se están volviendo cada vez más inhabitables para delfines y ballenas. Por un lado, por la contaminación a base de productos químicos y desechos plásticos. “El Mediterráneo ha sido identificado como zona de gran acumulación de basura plástica con gran proporción de microplásticos respecto a la abundancia de plancton”, establecen los analistas del informe. Los cetáceos ingieren plástico o se enredan en restos plásticos lo que conlleva “efectos negativos a largo plazo o heridas”.

Pero, añadido a la contaminación física o química, este análisis explica que las ballenas y los delfines en Europa “están gravemente expuestos al ruido que emana de la navegación, la construcción de infraestructuras, las actividades navales o las exploraciones de hidrocarburos”. Lo cierto es que, por ejemplo, las operaciones marítimas por el Mediterráneo hacen que sea la ruta naval más transitada del mundo. “En ocasiones, el ruido ha resultado en muertes masivas de cetáceos”, asegura el estudio.

El calentamiento global está dando una vuelta de tuerca a la situación. La temperatura de los océanos sube al absorber sus aguas el 80% del calor retenido por el efecto invernadero que causa la costra de gases emitidos masivamente por las actividades humanas. El agua más cálida crea estrés térmico, altera los patrones de migración de los grupos de ballenas o delfines. De manera indirecta, la acumulación de carbono en el mar está alterando su composición química: se está volviendo más ácido. Esto implica la desaparición de muchas especies, entre ellas, variedades que suponen el sustento de especies de cetáceos.

El documento concluye que, aunque los cetáceos son “uno de los grupos más protegidos sobre el papel, es necesario tomar acciones urgentes ya que continúan expuestos a muchos peligros graves que pueden empeorar su deterioro”. 

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