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“Pensar que podían mutilar a una de mis alumnas me generó miedo y ansiedad”

En España la mutilación es un delito de lesiones previsto en el Código Penal y castigado con entre seis y doce años de prisión.

EFE

Madrid —

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La primera vez que una de sus alumnas viajó a Mali -su país de origen- de vacaciones, no pudo dormir, tuvo ansiedad. El riesgo de que sometiesen a la niña a una mutilación genital era muy alto. “Cuando volvió, abría la puerta de su clase para ver si sonreía” confiando en que eso fuese una señal de que no había pasado.

Se llama Gonzalo Ballesteros y es, desde hace siete años, director del colegio público César Cabañas, en Recas, una pequeña localidad toledana de poco más de 4.000 habitantes. El 30 % de ellos son inmigrantes procedentes de Marruecos y Mali. “Un porcentaje que en mis alumnos se eleva al 80 %”, precisa.

Con motivo del 6 de febrero, Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, cuenta en una entrevista con Efe que, hace tres años, Médicos del Mundo se puso en contacto con él para decirle que un centenar de las alumnas de su colegio, las procedentes de Mali de entre 3 y 12 años, estaban en riesgo de ser mutiladas si iban de vacaciones a sus países y era necesario actuar.

Le explicaron que España cuenta, desde 2015, con un protocolo de prevención de la mutilación genital femenina (MGF), que incluye una herramienta muy efectiva para evitar la ablación.

Se llama “compromiso preventivo” y es un documento que, tras una exploración del pediatra que comprueba que los genitales de la niña están en perfecto estado, firman los padres comprometiéndose a volver al médico tras el viaje para cerciorarse de que “que todo sigue bien”.

Además, se informa a los progenitores de todas las consecuencias sociosanitarias que la ablación tiene para sus hijas y se les recuerda que en España esa práctica está prohibida y se castiga con la cárcel.

“En el momento en el que nos contaron que tenemos a niñas en riesgo de ser mutiladas teníamos la obligación de actuar, no podíamos mirar para otro lado”, recalca el director del centro para quien, “más allá del currículum, su obligación es ”velar por la salud física“ de sus niños.

Y se pusieron manos a la obra.

Lo primero fue sensibilizar y formar al profesorado para saber cómo detectar a las menores en riesgo y activar el protocolo. “Es un procedimiento muy sencillo pero muy útil” que realizan los treinta docentes del centro, que cuenta con 437 alumnos.

Hace tres años que comenzaron a trabajar en la prevención de la MGF y ya han activado el protocolo en cinco ocasiones. Cinco niñas que volvieron sanas y salvas de sus países de origen.

“El primer caso lo viví con mucha preocupación, con ansiedad”, rememora el director.

Un lunes detectaron a una familia que iba a viajar a Mali el sábado “y era muy posible que mutilasen a la niña”. “Sabíamos que estaba todo preparado, que había una fiesta para celebrarlo. Solo teníamos cinco días para actuar y no conseguíamos localizar al padre”.

Normalmente, las madres son más accesibles y, en la mayoría de los casos, están en contra de “hacerles el corte” a sus hijas porque ellas lo han sufrido y saben lo que es, ellos son más reacios y por eso urgía hablar con el padre.

El director del colegio averiguó el nombre de la empresa en la que trabajaba, llamó y le contó el problema al responsable, que enseguida lo entendió y convenció al trabajador para ir al colegio de su hija.

“Le informé de todo y lo acompañé al pediatra para comprobar que le hacían la exploración a la niña y que firmaban el impreso”, cuenta. Después se fueron de vacaciones.

“Estuve todo su viaje preguntándome cuándo volverían...” y, cuando lo hicieron, “me pasaba por la clase y decía: la veo feliz, la veo bien, creo que no lo habrán hecho....”.

La incertidumbre duró hasta que desde el centro de salud le comunicaron “que estaba todo bien”. “Fue mucho trabajo, mucho esfuerzo, pero no recuerdo tiempo mejor invertido que ese”, asevera.

Para averiguar si las niñas van a viajar, se pregunta a los alumnos si van a ver a sus abuelos o qué van a hacer en vacaciones y eso pone sobre la pista a los profesores. Una información que luego el equipo directivo coteja con la familia que, en caso afirmativo, es convocada a una reunión.

En esa reunión, en la que participa un mediador de Médicos del Mundo, les explican las consecuencias sociosanitarias y penales que tiene la mutilación. “Luego viene el paso principal que es la firma del compromiso preventivo con el pediatra”, reitera Ballesteros, que dice que desde el colegio piden incluso la cita y los acompañan.

En sus países, en sus pueblos, en sus comunidades, ese documento con sellos oficiales “es un aval muy importante” para certificar que no pueden mutilar a sus hijas, que tienen que regresar a España y aquí está prohibido.

“Allí hay muchas presiones sobre la mutilación”, para ellos es una fiesta, una tradición, una costumbre muy arraigada que necesita tiempo para poder ser erradicada porque, explica, “como cualquier prejuicio es necesario razonarlo para que deje de existir”. Y para eso es imprescindible hablar de ello.

Con ese objetivo, el colegio organiza charlas para las familias sobre educación, motivación, hábitos, salud... en las que se intenta crear un clima de confianza donde las madres, “que son las que suelen venir”, se sientan a gusto y, en algún momento, saquen el tema de la mutilación.

“En el momento en el que una o dos empiezan a comentarlo -asegura- el tabú se cae” y empiezan a ser conscientes de que “no es ni bueno ni positivo ni puro ni nada de todo eso”.

Reconoce que, cuanta más información tienen las familias, más reacias son a mutilar a sus hijas y más conscientes de las consecuencias y los peligros que entraña.

De hecho, el protocolo de prevención de la MGF prevé que, en el caso de que los padres se nieguen a firmar el compromiso, se ponga en conocimiento de la Fiscalía de Menores para que le retire el pasaporte a la menor y le prohíba viajar.

“Nunca nos ha hecho falta dar ese último paso”, se congratula el director del centro escolar quien asegura que las familias siempre han colaborado y han firmado el compromiso.

“Y yo -apostilla- con ver la sonrisa de estas niñas cuando vuelven de su país y verlas en clase me doy por satisfecho”.

Por Macarena Baena Garrido

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