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ENTREVISTA | Coral Herrera, investigadora feminista

“El poliamor no es la panacea porque el patriarcado se adapta a todo”

Coral Herrera / Foto cedida

Marta Borraz

Entre el convencimiento que le provoca el poder transformador del feminismo y la crítica frontal a un sistema “patriarcal y capitalista” que jerarquiza el amor de pareja, lanza sus reflexiones la escritora feminista Coral Herrera. Esta investigadora del amor radicada en Costa Rica intenta desentrañar lo que se esconde detrás de un fenómeno al que, asegura, las mujeres “nos hemos vuelto adictas”. Creadora de la Escuela del Amor, en la que imparte talleres y coordina una red social, Herrera asegura que “cada vez somos más”. Se refiere a las Mujeres que ya no sufren por amor. Transformando el mito romántico (Catarata), su nuevo libro.

¿En qué nota que cada vez hay más mujeres que rompen con la alianza entre el amor y el sufrimiento?

Cuando me decidí a hacer una tesis sobre el amor romántico mi director se sorprendió tanto que tuve que replantearme si este tema era de verdad una construcción socio-cultural susceptible de ser analizada. El caso es que cuando la terminé, lo primero que pensé es que no quería que se quedara ahí, así que abrí un blog y empecé a ser activa en redes sociales. Era el año 2007 y con el paso del tiempo fui notando que cada vez más gente se interesaba por el tema, surgieron foros, se escribía más. Ahora cuando doy una conferencia, las salas se llenan. Cada vez somos más las que disociamos el amor y el sufrimiento y es un acto profundamente político y feminista.

¿En qué consiste esa ruptura?

La clave es romper con la idea de que estamos condenadas a sufrir por amor, de que inevitablemente tenemos que pasarlo mal. Es esa noción del aguante, de la entrega eterna, del sacrificio, de la renuncia... Debemos dejarlo atrás, rescatar el amor de pareja y reinventarlo. El patriarcado también está en las tripas y en el corazón, por eso tenemos que ir ahí, a las emociones y sentimientos, para cambiarlo.

¿Cómo se logra?

Para empezar hay que partir de la idea de que amar es un aprendizaje. Aprendemos a amar en el entorno, la escuela, los medios de comunicación... Y lo hacemos según las normas, los tabúes, las creencias y los prejuicios de cada cultura amorosa. Hay que tener muy presente que nuestros sentimientos y emociones no son algo individual que nos pasa a cada una. Por eso debemos trabajar el amor de forma colectiva, porque es un asunto social y no es un tema de que cada cual se apañe como quiera, sino que entre todas debemos construir las herramientas para empezar a querer mejor.

Se trata de liberar al amor del machismo y comunicarnos con amor y respeto,  aprender a resolver los conflictos sin violencia y poner en el centro los cuidados. Hay que replantearse esa entrega que se les exige a las mujeres, el sufrimiento como prueba de amor eterno... Al fin y al cabo, cuestionar esa estructura de dominación y sumisión en la que nos movemos para relacionarnos. Hay que desaprender la forma en que amamos.

¿Los mismos elementos se dan también en las parejas no heterosexuales?

Las parejas no heterosexuales también están bajo estas estructuras porque la mayoría de nuestras emociones están construidas desde ahí. Ocurre en todas nuestras parejas, incluso las relaciones más libres y transgresoras reproducen el romanticismo patriarcal. 

Cada vez se habla más de formas de amar no monógamas o alternativas, que en muchos casos se venden como fórmulas mágicas...

No hay fórmula mágica. No la hemos encontrado y no la vamos a encontrar. El modelo de relación depende mucho de cada persona, cada una tenemos que encontrar nuestro camino a la hora de construir nuestras relaciones. En este sentido, yo creo que cada cual debe encontrar la fórmula que mejor le encaje, sin poner tantas etiquetas. El poliamor no es la panacea porque el patriarcado se adapta a todo, a cualquier formato. Ningún modelo resuelve por sí mismo los problemas principales. Por eso, el trabajo es desalojar el patriarcado que nos habita a todas.

¿Qué consecuencias tiene esta forma de amar?

La consecuencia es que sufrimos mucho, nos cuesta disfrutar del amor, nos cuesta querer bien. Mitificamos el amor e idealizamos a los demás y luego es difícil que eso encaje con la persona real que tenemos delante. Esta idea nos mete a las mujeres en un círculo de ilusión-decepción constante y mucha gente piensa que es mala suerte y que no ha encontrado su media naranja, pero no es un tema personal si no que la estructura no está bien construida. Nos merecemos relaciones basadas en el disfrute, la ternura, la solidaridad, en el amor compañero. En las parejas heterosexuales a los hombres les cuesta mucho relacionarse como un amor compañero porque están acostumbrados a ganar todas sus batallas, así que se les hace difícil relacionarse en horizontal y tratarnos de igual a igual a las mujeres. Nosotras ya llevamos mucho trabajo hecho, a ellos les queda mucho.

Precisamente el feminismo pretende construir nuevos marcos afectivos a la hora de relacionarnos, pero ¿qué ocurre cuando la teoría no se corresponde con la práctica? ¿Qué hacer con las contradicciones que surgen?

Es difícil llevar la teoría a la práctica y trasladar el feminismo al terreno de lo personal, de lo íntimo y lo emocional. Pero yo creo que un paso muy importante es tomar conciencia. De alguna manera, el ver que tenemos problemas comunes y que a todas nos pasan cosas, nos debe llevar a construir herramientas colectivas que nos permitan construir otro tipo de relaciones. Tenemos muy naturalizada la violencia y el maltrato... No nos damos cuenta cómo tratamos a los niños, a las personas mayores, a nuestras propias familias. Precisamente llevar la teoría feminista a la práctica sería eso, practicar el autocuidado y el cuidado de los demás. 

Socialmente suele concebirse el amor de pareja de una forma jerárquica como si fuera el tipo de amor esencial, con el que nos aseguramos el cuidado. ¿Qué consecuencias tiene esto?

Tiene mucho que ver con el patriarcado y el capitalismo. La estructura basada en el clan, en el grupo o en la familia extensa ha ido desapareciendo y la consecuencia de esto es que fundamentalmente nos organizamos en parejas heterosexuales para formar una familia feliz y generar ingresos. Todo a la vez. Lo que promueve es que los hombres carguen con el peso económico y nosotras, además de eso, con el resto. En esencia, es una estructura de explotación que se aprovecha, sobre todo, de las mujeres. Yo creo que tenemos que pensar cómo romper con la sacralidad del dúo porque, de alguna manera, el mito de la monogamia y la exclusividad está construido sobre todo para nosotras.

Es terrible la mitificación que hacemos del amor de pareja como la quintaesencia de la felicidad porque el mundo está lleno de afectos. Seríamos mucho más felices si pudiéramos tener tiempo de construir esas redes horizontales basadas en la solidaridad. El mundo sería otro, desde luego.

¿Por qué nos cuesta tanto construir este tipo de redes?

Además de esta estructura del dúo que le conviene tanto al capitalismo, está la concepción del amor de pareja como si fuera el más puro, eterno y maravilloso. Toda esta jerarquía de afectos va encaminada a que demos menos valor a la amistad y a las redes que nos unen con la comunidad más próxima. Algo que se consigue también promoviendo el clasismo y el racismo que nos hace buscar un enemigo y, de alguna manera, nos hacer querer la media naranja para aislarnos del resto. 

Sin duda esto es una estructura capitalista y patriarcal que nos quiere a las mujeres emparejadas y aisladas y nunca unidas porque podría resquebrajarse el sistema.

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