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Las granjas de cerdos y pollos de los países emergentes se están convirtiendo en un nuevo foco de superbacterias

Un hombre selecciona pollos en una granja de Yakarta, Indonesia

Teguayco Pinto

La proporción de superbacterias resistentes a los antibióticos ha crecido de forma significativa en las granjas de pollos y cerdos de varios países emergentes en lo que va de siglo, según muestra un nuevo estudio publicado hoy en la revista Science. Los autores identificaron China y la India como las regiones con mayores tasas de aparición de resistencias, aunque también se identificaron zonas críticas en Brasil y Kenia. “Se prevé que el aumento de la resistencia en los animales tendrá consecuencias importantes para la salud animal y, en última instancia, para la salud humana”, advierten los investigadores.

Desde el año 2000, la producción de carne se ha estabilizado en los países de ingresos altos, pero ha crecido un 68%, 64% y 40% en África, Asia y América del Sur, respectivamente. La transición a dietas ricas en carne se ha visto facilitada por la expansión de los sistemas de ganadería intensiva, en los que los antimicrobianos se utilizan para mantener la salud de los animales y mejorar la productividad. Sin embargo, en estas regiones las tendencias en la aparición de resistencias en los animales están mal documentadas.

El nuevo estudio se basó en los datos de prevalencia de patógenos comunes transmitidos por los alimentos, como la E. coli, el estafilococo áureo, las salmonelas no tifoideas o las bacterias del género Campylobacter. Según los resultados obtenidos, “entre 2000 y 2018, la proporción de antimicrobianos que mostraron una resistencia superior al 50% aumentó de 0,15 a 0,41 en pollos y de 0,13 a 0,34 en cerdos”.

Las tasas de resistencia más altas se observaron en las clases de antimicrobianos más comúnmente utilizadas en la producción animal, como las tetraciclinas, sulfonamidas y penicilinas. Entre los fármacos considerados críticos para la medicina humana, las tasas de resistencia más altas se encontraron para la ciprofloxacina y la eritromicina, mientras que para las cefalosporinas de tercera y cuarta generación se encontraron tasas de resistencia moderadas.

El ganado en el punto de mira de la OMS

Durante los últimos años muchas instituciones internacionales han tratado de alertar a la población sobre el creciente número de bacterias que se están volviendo resistentes a los antibióticos, un problema que la OMS ha calificado como “una amenaza cada vez mayor para la salud pública mundial”.

Aunque se desconoce el impacto real de estas superbacterias, algunos estudios recientes sugieren que cada año estos patógenos pueden provocar del orden de 33.000 muertes en la Unión Europea (UE), 23.000 en EEUU y unas 700.000 en todo el mundo. Además, algunas estimaciones realizadas en los últimos años indican que si la resistencia sigue creciendo al ritmo actual, en 2050 podrían fallecer más de 10 millones de personas por infecciones que antes se podían tratar, con 400.000 muertes anuales solo en Europa.

Los investigadores alertan de que los esfuerzos se han centrado en controlar el uso de antimicrobianos en infecciones humanas y no se ha dado suficiente importancia al sector ganadero, a pesar de que “los animales producidos para la alimentación consumen más antibióticos que los humanos”, según ha asegurado en otro artículo la responsable del grupo de investigación en resistencia antimicrobiana del Big Data Institute de Reino Unido, Catrin Moore.

La Organización Mundial de la Salud ya recomendó hace más de una década dejar de utilizar estos fármacos como método para estimular el crecimiento de los animales. Sin embargo, a pesar de que diversas regiones, como la UE, han prohibido la utilización de antibióticos como promotores del crecimiento, las cifras del consumo de antibióticos no se redujeron, ya que se continuaron utilizando como profilácticos de forma abusiva.

El problema siguió creciendo hasta que, en 2015, la Asamblea Mundial de la Salud reconoció la necesidad de hacer frente a la amenaza, lo que condujo a la OMS a recomendar en 2017 la creación de planes de acción nacionales que impusieran restricciones sobre el consumo de antibióticos en el ámbito de la ganadería.

Las restricciones frenan la aparición de resistencias

Según el nuevo estudio, los niveles de resistencia detectados parecen reflejar en cierta medida las distintas restricciones que se han ido aplicando en cada país. Por ejemplo, en los países de ingresos bajos y medios la E. coli y las Campylobacter tenían niveles de resistencia a las quinolonas (un tipo de antimicrobiano) comparables a los niveles europeos, pero considerablemente más altos que en EEUU, donde se prohibió el uso de este fármaco en aves de corral en 2005.

Por el contrario, en el caso de la Salmonella y la E. coli, los países de ingresos medios y bajos tienen una resistencia sustancialmente mayor a la gentamicina que en Europa, donde este compuesto está prohibido para su uso en aves de corral y ganado. “Estos resultados sugieren que las restricciones regionales sobre el uso de compuestos específicos están asociadas con tasas de resistencia a los antimicrobianos más bajas”, asegura el estudio.

Sin embargo, la aplicación de planes de control que impongan restricciones al uso de antibióticos no es fácil en muchos países de ingresos bajos y medios, debido a la demanda creciente de productos de origen animal y a “la falta de conciencia política y local, junto con la pobreza económica y la incapacidad para fortalecer sistemas como el saneamiento básico y la higiene”, asegura Moore.

Para tratar de abordar este problema, los autores del estudio proponen que los países de altos ingresos creen “un fondo mundial para subvencionar la mejora de la bioseguridad y la bioprotección en las explotaciones agrícolas”.

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