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Anosmia, fibrosis pulmonar, lesiones cardíacas: las secuelas de la COVID-19 son la cara menos visible de la pandemia

La fibrosis pulmonar es una de las consecuencias más temidas por los médicos tras una infección de COVID-19.

Esther Samper

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Han pasado meses desde que la pandemia de coronavirus explotara en multitud de lugares a lo largo del mundo y ya hay casi 5 millones de personas registradas que se han recuperado de la COVID-19. Sus efectos agudos en forma de muertes, hospitalizados e ingresados en UCI han sido ampliamente difundidos por multitud de medios de comunicación. Sin embargo, la otra cara de la pandemia, la de las secuelas crónicas, es mucho menos visible y conocida. Aunque diversos equipos de científicos, dentro y fuera de nuestras fronteras, están llevando a cabo estudios de seguimiento de pacientes que sufrieron COVID-19 para investigar las secuelas, ya se van conociendo diversos aspectos sobre estas.

Según el portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), Benito Almirante, “se especula que entre un 5 y un 10% de las personas que estuvieron ingresadas tendrá algún tipo de consecuencias secundarias a la propia enfermedad”. El perfil del paciente con mayor riesgo de desarrollar secuelas tras la recuperación es aquel que ha sufrido una COVID-19 grave, con largo tiempo de ingreso en la UCI y uso prolongado de ventilación mecánica. En las personas que sufrieron estas circunstancias, los efectos crónicos no se deben solo a aquellos provocados por el coronavirus, sino también a las complicaciones que van asociadas una hospitalización y ventilación mecánica prolongada, algo que ocurre también en enfermos por otras muchas causas.

A la espera de contar con más datos en un futuro, esto es lo que sabemos, por el momento, de las secuelas por COVID-19:

Pérdida de olfato y gusto persistente

La pérdida total de olfato (anosmia) o parcial (hiposmia) es uno de los síntomas más característicos de la COVID-19. Según el estudio de seroprevalencia en España, un 43% de las personas que dieron positivo en la prueba de anticuerpos había declarado experimentar pérdida de olfato, en ocasiones combinada con pérdida del gusto. La mayoría de las personas con este síntoma recuperan estos sentidos al cabo de tres semanas. No obstante, se están detectando casos de personas que pasaron la infección por coronavirus hace meses y aún presentan pérdida del olfato. Aún es pronto para saber si se trata de una anosmia o hiposmia permanente debido a daños irreversibles del bulbo olfatorio o de otras estructuras nerviosas, o si es reversible y está provocada por un proceso inflamatorio con daños pasajeros. Se sabe que la anosmia crónica puede aparecer en personas de más de 50 años afectadas por otras infecciones virales de las vías aéreas superiores y algunas de ellas no recuperan nunca el olfato.

Síndrome post-UCI

Según documentos de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF) y la Sociedad Española de Medicina Intensiva Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC), las secuelas físicas a corto y medio plazo derivadas de una estancia prolongada en la UCI (la mediana de tiempo de pacientes COVID-19 es de casi un mes) son principalmente respiratorias y neuromusculares. Los pacientes pueden sufrir una importante pérdida de la masa muscular y alteraciones en la funcionalidad de los nervios periféricos (polineuropatías) que pueden ser muy duraderas y afectar a actividades tan cotidianas como andar o comer.

También destacan las secuelas psiquiátricas de pacientes en UCI con COVID-19: de acuerdo con un estudio, un 34% de ellos sufría ansiedad, el 29% depresión y un 22% síndrome de estrés postraumático, con riesgo de persistencia a largo plazo. Algunas personas también padecen déficits cognitivos (dificultad para procesar información y mantener la concentración, desorientación, alteraciones del lenguaje, trastornos del sueño...) y problemas serios de memoria que pueden confundirse con el alzhéimer.

Fibrosis pulmonar

Una de las secuelas en las personas afectadas por la COVID-19 que más temen los profesionales sanitarios es la presencia crónica de lesiones en los pulmones. La neumonía característica provocada por el coronavirus podría llevar a una cicatrización perjudicial para estos órganos, que limitaría su funcionalidad. Muchos pacientes graves que se han recuperado siguen mostrando pulmones con alteraciones en las radiografías y algunas personas siguen sufriendo dificultad respiratoria, con necesidad de oxígeno. Este ha sido el caso del periodista y excorresponsal de TVE Carmelo Machín, que lleva dos meses usando una máquina de oxígeno después estar 40 días ingresado en el hospital por la COVID-19. ¿Cuántos pacientes hay como él? ¿El daño a los pulmones será permanente o reversible a medio o largo plazo? Son preguntas que solo podremos responder en los próximos meses o años.

Trombosis

La aparición de coágulos sanguíneos en los pacientes hospitalizados por COVID-19 es una complicación frecuente. Sin embargo, también se está detectando este problema cardiovascular en las personas recuperadas de la infección por coronavirus. El caso más mediático fue el de Javier Ortega Smith, que tuvo que ser ingresado de urgencia en el hospital por trombos en una pierna y en los pulmones. Más personas a lo largo de estos meses han tenido que acudir a urgencias por trombosis, semanas después de haber estado ingresados en la UCI. Aún es pronto para saber por cuánto tiempo estos pacientes tienen un riesgo superior de sufrir coágulos sanguíneos.

Problemas renales

Un pequeño porcentaje de los pacientes con COVID-19 puede sufrir daño en los riñones. Entre un 5 y un 10% de aquellos que acabaron ingresados en la UCI padecerá una complicación que provoque insuficiencia renal aguda y obligue a aplicar diálisis u otros tratamientos de sustitución de la función renal. La mayoría de estas personas recupera la funcionalidad del riñón durante la fase de convalecencia, pero no todas. Todavía no está claro si en determinados pacientes que no recuperan la función renal tras salir del hospital pueden sufrir esta secuela de forma crónica.

Lesiones cardíacas

Entre un 25% y un 35% de los pacientes críticos por la COVID-19 presenta daño en el corazón. El daño más frecuente es la inflamación de la pared muscular cardíaca (miocarditis) que suele ser reversible. Sin embargo, un bajo porcentaje de las personas llega a sufrir infarto agudo de miocardio, cuyas lesiones son permanentes por la incapacidad de este tejido para regenerarse, lo que implica una pérdida de funcionalidad cardíaca de por vida.

¿Diabetes?

Recientes investigaciones científicas han observado que la COVID-19 podría provocar la aparición de diabetes tipo 1 transitoria o permanente en algunas personas que no padecían esta enfermedad previamente. La diabetes se originaría por la destrucción de las células beta de los islotes pancreáticos, que son las responsables de la producción de insulina, lo que llevaría, como consecuencia, al aumento de la concentración de glucosa en sangre.

Por el momento, la evidencia científica sobre esta secuela es muy limitada y es necesario indagar más sobre ella y aclarar si se trata de algo transitorio o pasajero. Hay múltiples estudios en marcha para arrojar luz a esta cuestión.

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