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La situación en Catalunya y Aragón dispara los casos de coronavirus hasta triplicar la cifra con la que España entró en la nueva normalidad

Una mascarilla tirada en la calle

Belén Remacha / Marta Borraz / Raúl Sánchez

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Este jueves los contagios de COVID-19 han alcanzado el que es su techo semanal en mes y medio: han sido 5.128 en los últimos siete días. La cifra triplica la del comienzo de la ‘nueva normalidad’, el 21 de junio, cuando acabó el estado de alarma y eran 1.668. Lo que dispara las estadísticas son los datos de Aragón y Catalunya, que abarcan más de la mitad de los nuevos casos. Los respectivos gobiernos autonómicos y también el portavoz del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, ya han reconocido que hay “transmisión comunitaria”, es decir, que ya los casos no solo pueden asociarse a brotes sino que se desconoce su origen. En la zona de Lleida y también en Huesca, todo comenzó por infecciones entre trabajadores de la industria hortofrutícula, temporeros que viven y trabajan en condiciones de riesgo.

Fernando Simón, y también el ministro Salvador Illa, han admitido cierta “preocupación” ante esta situación. Los expertos coinciden en explicar que el escenario, aunque asuste, no es como el de marzo: el sistema de notificación ha cambiado –los datos semanales no los teníamos hace cinco meses– y, sobre todo, ahora la gran mayoría de casos se detectan por cribado o rastreo. Eso se traduce en que entre el 60 y el 70% de los diagnosticados son o asintomáticos o presintomáticos –tienen su positivo antes de desarrollar síntomas–. Por tanto, aunque el número de contagios sea ya casi tan elevado como en marzo y su crecimiento comience a ser exponencial, esto no se traduce en una presión hospitalaria tan alta porque muchas de esas personas pasan la COVID-19 sin mayores problemas en sus casas, y además se detecta a muchos de sus contactos también a tiempo de que diseminen el virus más.

Pere Godoy, presidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), aunque ve positivo que la mayoría sean asintomáticos, llama a no bajar la guardia: “Aunque el porcentaje de asintomáticos sea elevado, si no para de crecer, siempre una cadena de transmisión acaba llegando a grupos de riesgo. Y eso puede llevar a una complicación de la situación”. Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS), incide también en que cada vez tenemos más casos porque cada vez hacemos más pruebas a gente sin síntomas, por lo que es difícil comparar con periodos anteriores. Y llama a mirar los datos por territorios, pues ya no tiene sentido en conjunto. “Hay un problema ahora mismo en Aragón y Catalunya. Lo demás, son brotes controlados. Antes teníamos casos y tenemos que acostumbrarnos a hablar de brotes, preocupantes o no”.

Más de la mitad en Aragón y Catalunya

Tras datos semanales de junio que nunca rebasaron los 2.000 contagios confirmados, España entró en el mes de julio superando esa barrera y ya en los últimos tres días ha alcanzado los 4.000 y 5.000 de este último balance. Pero más de la mitad se asocian a los focos de Aragón, que ha vuelto a una fase 2 “flexibilizada”, y Lleida, donde se han tomado medidas restrictivas que es inminente que se repliquen en el área metropolitana de Barcelona, donde tras los focos de l’Hospitalet de Llobregat, los casos se han disparado en distritos barceloneses colindantes. Con mucha diferencia, Catalunya es la comunidad con más casos (2.720), seguida de Aragón, que ha registrado 820 en esta última semana, Andalucía (303) y Madrid (269), según las últimas cifras publicadas por Sanidad. El resto de territorios están por debajo de los 200 confirmados.



Daniel López-Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, reitera que en estos momentos no sirve de mucho fijarnos en la cifra global de positivos, sino que “para entender qué está pasando, los análisis deben hacerse por unidades territoriales y no deben diluirse”. Los casos están subiendo en varias de ellas en comparación con la semana en la que España dejó atrás la desescalada, aunque a diferente ritmo. Solo las islas, Asturias, La Rioja, Cantabria y Murcia no tienen apenas contagios; y en Madrid y Castilla y León, dos de las más golpeadas por la epidemia, se han registrado algunos brotes, pero su número de positivos en los últimos siete días es menor que entonces.

Mirar la cifra semanal de contagios y no la diaria permite ver una imagen más real de la epidemia porque los datos diarios están infraestimados. Este jueves el ministerio ha confirmado 580 casos confirmados en las últimas 24 horas, algo más de 400 en Catalunya y Aragón, pero los notificados son muchos más: 1.360. Estos se redistribuirán en días anteriores, de acuerdo con la fecha de confirmación, que es la fórmula con la que se elaboran los balances desde mediados de mayo. Un ejemplo: el 10 de julio fueron 333 los nuevos contagios comunicados, pero tras ajustarse, la cifra alcanza ahora los 1.000, siendo el pico de la última semana. Es decir, estos 580 casos diagnosticados en el último día son en realidad más.



Que a partir del 21 de junio, cuando dio comienzo en todo el país la llamada ‘nueva normalidad’, los casos iban a aumentar e iban a aparecer rebrotes era “esperable”, remacha López- Acuña, porque “se reanudó la movilidad entre comunidades autónomas, se abrieron las fronteras y hubo una relajación de las restricciones y medidas de protección. Todo esto es un cóctel que lo que produce es un incremento de la transmisión”, señala el experto. En este escenario y de forma general en la mayor parte del país “la curva se abatió y lo que vemos son brotes aislados” que ya Sanidad cifra en 120 y que deben controlarse con sistemas de rastreo y detección precoz que en el caso de Lleida la Generalitat ha reconocido que falló. En este sentido, Simón ha admitido este jueves que, tras la experiencia catalana, las comunidades deben “revalorar” el número de rastreadores de cara al incremento de casos.

El efecto de las medidas

Un brote, según los protocolos del Ministerio, es una transmisión entre tres o más personas de la que se puede rastrear el origen. La parte mala es que en esas dos comunidades “sí se están detectando casos sin vínculo” y por eso ya se habla de transmisión comunitaria. También recuerdan todos los expertos que “transmisión comunitaria” como tal nunca ha dejado de haber en España. “Si hubiese sido así, hubiésemos tenido una tasa de reproducción 0. Nunca ha sucedido, así que había transmisión y cadenas. Hablamos de transmisión comunitaria sostenida, mejor, y es cuando ya hay demasiados casos sin ese vínculo epidemiológico, y se empieza uno a poner nervioso”, apunta Hernández.

Es lo que ha ocurrido en Catalunya y Aragón, porque, como explican los especialistas, la diferencia está en la forma en que escalan los casos: si la curva es más o menos estable y aumentan, pero a un ritmo constante, no es lo mismo que si se disparan. No obstante, advierte López-Acuña, “la fotografía que estamos viendo hoy refleja la dinámica de interacción entre las personas de hace diez días”, antes de que se introdujeran las medidas restrictivas en Aragón y el confinamiento en Lleida. Por eso, apunta a que en estas próximas jornadas “seguiremos viendo incrementos” para posteriormente ver cómo hacen efecto las políticas: “Recordemos que cuando en marzo se introdujo el confinamiento tardamos en ver el descenso. Lo que están haciendo dará buenos resultados, pero no lo veremos inmediatamente”.



Lo cierto es que no hay un indicador exacto a partir de cuántos casos se considera esa transmisión “sostenida”, o cuándo un brote deja de estar controlado. Depende incluso de las situaciones sociales: “Los asociados a temporeros son difíciles. Son un colectivo en malas condiciones, personas que muchas veces tienen miedo de demandar ayuda médica si están en situación irregular… hay que mirar cada situación”, sigue Hernández. En todo caso, todos coinciden en que lo que está sucediendo no es otra cosa que lo que venían avisando durante toda la primavera: el virus no se ha ido y un rebrote podía venir en cualquier momento, no tenía por qué esperar al otoño. “Yo espero que ver medidas más estrictas contribuya a la colaboración ciudadana. Donde afecta y también en otros sitios, que pueden ser conscientes de lo que puede pasar”, opina Hernández. Y mientras, “que se siga engrasando el sistema, monitorizando y con recursos eficaces. Esto está ocurriendo en julio, que la situación es favorable y estamos fuera de casa. En septiembre y octubre va a ser mucho más difícil mantener las distancias y tenemos que estar preparados. Ya hemos comprobado que el bicho es muy traicionero”.

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