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El Arco de la Victoria y otros grandes vestigios de la España de Franco que aún exaltan la dictadura

Montaje.

Marta Borraz

De madrugada y entre cánticos fascistas de algunos nostálgicos y la mirada de varios curiosos arremolinados ante ella, fue retirada la última estatua ecuestre de Franco que permanecía en Madrid. Era marzo de 2005 y aún faltaban dos años para que se aprobara la Ley de Memoria Histórica, pero el Gobierno socialista quiso adelantarse y a la 1.55 del día 17 la efigie abandonó, entre quejas y aplausos, el lugar emblemático en el que había estado durante 49 años, la plaza frente a los Nuevos Ministerios de la capital.

Han pasado 15 y los restos del dictador ya han salido del Valle de los Caídos, un paso que abre la interrogación de qué ocurrirá ahora con la gran obra de Franco. Pero más allá de Cuelgamuros, es mucha otra la simbología que exalta la dictadura y que aún permanece en las calles, plazas y edificios de España. Eso a pesar de que en los últimos años varios ayuntamientos han cambiado, no sin obstáculos –en algunos casos, aún están por resolver–, los nombres de sus calles y los topónimos de pueblos e incluso han retirado inscripciones y estatuas.

La Ley de Memoria Histórica, aprobada en 2007, establece que las Administraciones públicas “tomarán las medidas oportunas” para la retirada de los elementos que enaltezcan el régimen, pero en el caso de no poder llevarse a cabo existe la posibilidad de resignificarlos y darles un nuevo nombre y sentido. Pero por encima de todos sobresalen algunos que, por sus dimensiones, su significado o su localización, son especialmente grandilocuentes.

El Arco de la Victoria de Madrid

Quizá el más provocativo es el Arco de la Victoria de Madrid, una estructura de 42 metros de altura que se alza, imponente, en una de las principales entradas a Madrid, la de la carretera de A Coruña. Es lo primero que ven los cientos de personas, muchas universitarias, que cada día pasan por la zona conocida como Moncloa. Pero aunque para muchos sea una simple mole de hormigón deteriorada por el descuido y el paso del tiempo, este arco del triunfo, finalizado en 1956, homenajea la victoria del bando nacional en la Guerra Civil, en la zona donde el Madrid republicano mantuvo uno de sus últimos frentes.

Estaba previsto que se inaugurara el 18 de julio, en conmemoración del estallido de la contienda, pero no fue así. Tampoco se colocó en él la estatua que estaba proyectada: la ecuestre de Franco que finalmente fue a parar a Nuevos Ministerios, pero sí cuenta con algunas inscripciones en latín que revelan su intención. “A los Ejércitos aquí victoriosos, la inteligencia, que siempre es vencedora, dedicó este monumento” y “Fundada por la generosidad regia, restaurada por el Caudillo de los españoles, la sede de los estudios matritenses, florece en la presencia de Dios”.

Qué hacer con el monumento es todavía una incógnita, en parte porque la Ley de Memoria Histórica establece una excepción para su retirada: que los símbolos tengan valor artístico o religioso. Su propietario es el Consorcio Urbanístico de la Ciudad Universitaria de la Complutense de Madrid (UCM), pero el anterior Ayuntamiento hizo una propuesta: resignificarlo, renombrarlo y albergar dentro un museo permanente, una idea que comparten las asociaciones de memoria histórica. A la espera de ello, el Arco de la Victoria sigue celebrando la llegada del Ejército franquista a la capital.

Monumento a Franco en Tenerife

Es conocido popularmente como monumento a Franco, pero oficialmente se denomina Monumento a la Victoria. Este conjunto escultórico, situado en Santa Cruz de Tenerife, fue inaugurado entre gran expectación en 1966 y conmemora la partida de Franco desde Canarias para iniciar el golpe de Estado en 1936. El monumento, de grandes dimensiones, cuenta con un ángel con las alas extendidas sobre el que descansa una figura masculina, cruz en mano.

Ubicado como pórtico de entrada a la capital tinerfeña, fue uno de los símbolos franquistas que motivó la denuncia que el abogado memorialista Eduardo Ranz interpuso contra varios ayuntamientos por mantener este tipo de elementos. La entonces corporación municipal (en manos del PP y Coalición Canaria) encargó un informe para evaluar el monumento, que ya ha sido finalizado. Ahora, la pelota está en el tejado de la actual alcaldesa, la socialista Patricia Hernández, que calificó tras las pasadas elecciones de “inconcebible” que todavía se mantenga.

Monolito al general Mola en Alcocero de Mola

Alcocero de Mola, en Burgos, es uno de los ocho pueblos que a día de hoy siguen manteniendo en su nombre referencias a Franco o a personalidades relevantes del régimen, pero en su caso, además, hay un monumento. En  el lugar donde falleció Emilio Mola en un accidente de aviación se emplaza una torre de más de 20 metros, una escalinata, arcos y altar en recuerdo del general conocido por ser uno de los principales coordinadores y organizadores del golpe de Estado. El monumento fue inaugurado el 3 de junio de 1939 por Franco.

Mola pasó a la historia por las directrices en las que detallaba los métodos de represión contra los simpatizantes del Frente Popular, coalición electoral que consiguió ganar las últimas elecciones antes de la sublevación militar. En su empeño por exterminar todo rastro de la II República, Mola escribía: “Es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos y vacilación a todo el que no piense como nosotros (...) todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado”.

Monumento a Onéismo Redondo en Labajos

En el lugar en el que murió Onésimo Redondo, uno de los fundadores de La Falange, se sitúa este monumento que honra su figura. Se trata de Labajos, un municipio de la provincia de Segovia en el que falleció durante un tiroteo a comienzos de la Guerra Civil. El conjunto arquitectónico, en las afueras del pueblo, está formado por una cruz y un muro con dos escudos que franquean la inscripción: “Onésimo Redondo, Caudillo de Castilla ¡¡¡Presente!!!”. El consistorio ha anunciado en alguna ocasión su intención de intervenir el monumento para darle un nuevo sentido.

Pero por el momento, en este escenario se convocan concentraciones falangistas y de enaltecimiento del régimen franquista, que convirtió a Redondo en uno de los “mártires de la Cruzada”. Fue fundador de las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica (JCAH), embrión de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) que acabarían fusionándose con la Falange de Primo de Rivera para dar lugar a la Falange Española de las Jons. Onésimo Redondo también fue el protagonista de otro gran monumento, esta vez en el cerro de San Cristóbal de Valladolid, pero fue retirado en 2016 en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica.

Monumento a Carrero Blanco de Santoña

Erigido por el Ayuntamiento de Santoña (Cantabria) en 1976, este monolito de piedra ensalza la figura de Carrero Blanco, que ocupó diversos cargos durante la dictadura de Franco y fue asesinado por ETA en 1973 en Madrid cuando era presidente del Gobierno. El monumento está situado en el paseo marítimo de su localidad natal y ha estado en el punto de mira por ser el epicentro de los tradicionales homenajes que, cada año, realiza el Movimiento Falangista de España en recuerdo de su figura.

Al menos en dos años (2011 y 2012), la entonces alcaldesa, Milagros Rozadilla (PP), asistió al acto, en el que se exhiben banderas franquistas y se entonan cánticos de extrema derecha, lo que desató una fuerte polémica. El actual regidor, el socialista Sergio Abascal, ha apostado recientemente por cambiar la denominación de la estatua para “evitar conductas que promueven la exaltación del franquismo”, pero descarta “quitar el monumento” y asegura que Santoña “cumple la Ley de Memoria Histórica”.

La estatua de Franco en Melilla

Aunque las estatuas ecuestres del dictador se han ido retirando con el paso de los años –Ferrol, Santander o Melilla– en esta última todavía permanece otra en la que Franco aparece de pie. Fue levantada algunos años después de su muerte a la entrada de la ciudad autónoma por el puerto, y representa al dictador vestido de militar. De hecho, y a pesar de las quejas de las asociaciones de memoria histórica, las autoridades del PP se han negado reiteradamente a retirarla argumentando que no homenajea a Franco como dictador, sino como comandante de la Legión.

“Al comandante de la Legión don Francisco Franco Bahamonde” es la inscripción que reza junto a la efigie que antes estuvo situada en el centro de Melilla, de donde fue retirada en 2005. En la nueva alcaldía, en manos de Ciudadanos –gracias al apoyo del PSOE– ya hay voces que piden que sea eliminada del espacio público, así que la única estatua a Franco que todavía permanece en pie en España puede tener los días contados.

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