Así explica la ciencia cómo el mar permitió el auge de Sumer hace 6.000 años
La civilización sumeria, considerada la primera sociedad urbana del mundo, pudo emerger gracias a un factor inesperado: las mareas. Un estudio publicado en PLOS ONE sostiene que el motor agrícola que permitió el desarrollo de ciudades como Uruk, Ur o Lagash no fue, en sus inicios, la compleja red de canales de irrigación fluvial, sino un sistema de riego natural basado en el empuje regular de las aguas del golfo Pérsico hacia el interior de la llanura mesopotámica.
Los investigadores Liviu Giosan, de la Woods Hole Oceanographic Institution, y Reed Goodman, de la Universidad de Pensilvania, han reconstruido la evolución costera de la Baja Mesopotamia a partir de un nuevo sondeo en Lagash, imágenes satelitales de alta resolución y datos geológicos y arqueológicos previos. Su conclusión es que la morfodinámica del delta del Tigris y el Éufrates creó un entorno propicio para la agricultura intensiva mucho antes de la construcción de los grandes canales que caracterizaron la época dinástica. Esa disponibilidad de recursos agrícolas habría sido el detonante de la concentración de población y del nacimiento de instituciones estatales.
La cuenca mesopotámica funcionaba como una amplia bahía
El artículo plantea que, durante el alto nivel marino del Holoceno, hace entre 7.000 y 6.000 años, la cuenca mesopotámica funcionaba como una amplia bahía en contacto directo con el mar. En ese contexto, las mareas podían penetrar hasta cientos de kilómetros tierra adentro, impulsando el agua dulce río arriba y favoreciendo un riego natural de los campos situados en las llanuras adyacentes. Este mecanismo, similar al documentado en época medieval en torno a Basora, habría permitido cultivos estables, diversificados y con un mínimo esfuerzo técnico, asegurando excedentes alimentarios capaces de sostener poblaciones crecientes.
Los autores subrayan que este hallazgo ayuda a resolver una incógnita histórica: cómo fue posible el “despegue sumerio” durante el período de Uruk (hace unos 6.000–5.200 años), cuando aún no se han documentado sistemas de irrigación fluvial a gran escala. Hasta ahora, la explicación se había buscado en el pastoreo, el comercio o la diversidad de recursos. Sin embargo, la abundancia agrícola que describe el estudio pudo tener un origen más simple y natural: el aprovechamiento de la energía de las mareas en una geografía en plena transformación.
El trabajo describe una secuencia clara: primero, el riego mareal permitió una fase de agricultura de bajo riesgo y alto rendimiento, que favoreció el crecimiento de aldeas y su progresiva jerarquización. Más tarde, cuando el avance de los deltas y la constricción del golfo redujeron la influencia de las mareas, los sumerios se vieron forzados a mantener la productividad mediante redes cada vez más sofisticadas de canales y obras hidráulicas. Esa transición habría marcado el paso de comunidades proto-urbanas a auténticos estados-ciudad, con instituciones dedicadas a gestionar el agua, controlar la mano de obra y organizar la redistribución de excedentes.
Los resultados no solo iluminan el pasado mesopotámico, sino que también muestran la estrecha interdependencia entre procesos naturales y decisiones humanas. Los investigadores sostienen que la dinámica costera actuó como una auténtica “palanca ecológica” que empujó a las sociedades locales hacia la urbanización. Una vez que las mareas dejaron de garantizar la fertilidad, la necesidad de preservar templos, campos y ciudades ya establecidos habría impulsado la adopción de infraestructuras hidráulicas cada vez más complejas.
Reinterpreta algunos elementos culturales sumerios a la luz de la geografía
El estudio también reinterpreta algunos elementos culturales sumerios a la luz de la geografía. Los mitos sobre el dios Enki, que separa las aguas dulces de las saladas, podrían estar vinculados a la experiencia cotidiana de un paisaje dominado por la alternancia mareal. Incluso la narración del diluvio universal recogida en textos mesopotámicos podría reflejar inundaciones prolongadas derivadas de la metamorfosis del litoral, más que un simple recuerdo de catástrofes fluviales.
Para Giosan y Goodman, las mareas fueron, en definitiva, un factor crucial en el surgimiento de la primera civilización urbana. Su investigación abre nuevas líneas de trabajo sobre cómo los cambios costeros condicionaron la historia social, económica y cultural de Mesopotamia. Y recuerda que la historia de Sumer no se entiende únicamente como una invención humana, sino como el resultado de una interacción profunda entre naturaleza y sociedad.
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