La logística de la muerte de los nazis: cómo el T4 convirtió el sistema sanitario en una máquina de matar

Este programa aparentemente piadoso acabó con 200.000 vidas

Héctor Farrés

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Un coche aparcado junto al bordillo, una pareja empujando una silla de ruedas, dos niños peleando por un balón. Todo parecía habitual frente al número 4 de la Tiergartenstrasse de Berlín. Sin embargo, detrás de esa fachada burocrática se cocinaba una red sistemática de asesinatos. Bajo la apariencia de una gestión sanitaria, un grupo de médicos y funcionarios convirtieron sus despachos en el centro logístico de una operación masiva de exterminio. Allí empezó el T4.

Un decreto firmado por Hitler puso la vida de miles en manos de dos funcionarios

El 1 de septiembre de 1939, coincidiendo con el inicio de la guerra, Adolf Hitler firmó una autorización que retrocedía en el calendario para dar apariencia de medida urgente. En ella, facultaba al médico Karl Brandt y al jefe de la Cancillería Philipp Bouhler a tomar decisiones sobre la vida y la muerte de personas consideradas incurables, incluidos los niños. Se trataba de “ampliar la autoridad de los médicos... para que los pacientes que se consideren incurables, según el mejor juicio humano disponible sobre su estado de salud, puedan recibir una muerte piadosa”.

Hitler dio permiso para que el programa T4 se llevara a cabo

La maquinaria se puso en marcha en pocos meses. Las órdenes llegaban desde el número 4 de Tiergartenstrasse, que prestó nombre al programa. En apenas semanas, las instituciones psiquiátricas alemanas empezaron a enviar formularios con datos clínicos de miles de pacientes. Quienes los evaluaban no visitaban los centros ni revisaban historiales médicos completos. Solo les bastaba con unas casillas para decidir quién debía morir.

El gas sustituyó a las inyecciones como método preferido para las ejecuciones en masa

El método fue evolucionando. Al principio se aplicaban inyecciones letales o se inducía la muerte por inanición. Más tarde, se implantó el gas como técnica preferente. Los centros de exterminio instalados en seis ubicaciones de Alemania y Austria incluían cámaras de gas disfrazadas de duchas. Los médicos organizaban los asesinatos. Los químicos proporcionaban el veneno. Los cuerpos eran incinerados en hornos situados en el mismo recinto.

La propaganda nazi catalogaba a las víctimas como "vidas sin valor" y promovía su exterminio como una medida de ahorro estatal

El programa se sostenía sobre un criterio principal: la utilidad económica de las personas. Quienes no producían, quienes costaban al Estado más de lo que se estimaba que podían aportar, eran considerados un lastre. La propaganda nazi los etiquetaba como “vidas onerosas” o “comedores inútiles”. Se trataba de una eliminación racionalizada, planificada y encubierta bajo un barniz médico.

Los centros de Hadamar, Grafeneck, Bernburg, Sonnenstein, Hartheim y Brandenburg formaban la red letal. Allí se enviaban a miles de personas con discapacidad física, intelectual o emocional. El personal de la SS se vestía con bata blanca para reforzar la apariencia de tratamiento médico. Las familias recibían una carta que informaba del traslado. Poco después, llegaban las condolencias oficiales, una urna con cenizas y un certificado de defunción falsificado.

El T4 siguió funcionando en secreto hasta 1945

Algunos médicos se negaron a participar. Unos pocos dejaron de rellenar formularios. La Iglesia católica, que hasta entonces no se había posicionado sobre la persecución de los judíos, sí protestó por estos asesinatos. Desde Münster, el obispo Clemens August von Galen criticó abiertamente esta política. Defendió que “los cristianos tienen la obligación de oponerse a la eliminación de vidas humanas, incluso si esto les cuesta la suya”.

Clemens August von Galen se posicionó claramente en contra del programa T4

A pesar del anuncio oficial de su final en agosto de 1941, el T4 continuó de forma encubierta hasta 1945. En sus dos años de funcionamiento abierto, más de 70.000 personas fueron asesinadas. Las cifras reales, al sumar el periodo clandestino, se estiman en más de 200.000 víctimas. Ese mismo mes en que se anunció su suspensión comenzó la fase más intensa del Holocausto.

Los centros de exterminio posteriores tomaron su ejemplo. Las cámaras de gas, los hornos y los métodos de transporte surgieron de la experiencia adquirida en el T4. Muchos médicos que dirigieron estas instalaciones continuaron después en los campos de concentración. La lógica de la muerte industrial ya estaba diseñada.

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