La Tomatina, ¿celebración o despilfarro de alimentos y recursos?

Con una munición festiva de 120.000 kilos de tomate, Buñol se sumerge un año más en su Tomatina, una de las fiestas españolas más internacionales, con 22.000 participantes y un lema, 'Tomaterapia', como símbolo de recuperación y superación tras la dana que también afectó en octubre a este pueblo valenciano.

Júlia Cortina

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La Tomatina de Buñol vuelve este 2025 a teñir de rojo las calles del municipio valenciano, pero lo hace en un contexto en el que la sostenibilidad se ha convertido en el gran tema de discusión. Cada vez más voces cuestionan si la batalla de tomates más famosa del mundo es un ejemplo de tradición popular reinventada o, por el contrario, un despilfarro de recursos difícil de justificar en tiempos de sequía y de inseguridad alimentaria global.

El origen de esta fiesta se remonta a 1945, cuando un grupo de jóvenes comenzó a lanzarse tomates durante un desfile de gigantes y cabezudos. Lo que empezó como una anécdota improvisada se ha transformado en un fenómeno internacional que reúne a más de 22.000 participantes cada año. Sin embargo, con el paso del tiempo, el debate ha cambiado: de la anécdota pintoresca a la duda sobre su impacto medioambiental y ético.

Tomates que no llegan a la mesa

Uno de los principales argumentos a favor de la fiesta es que los 120.000 kilos de tomates empleados no son aptos para el consumo. Se trata de excedentes agrícolas, tomates sobremaduros o cultivados expresamente sin tratamientos que los harían válidos para el mercado. Según el concejal Sergio Galarza, “el tomate de la fiesta no es apto para el consumo, y la normativa europea es muy clara en este aspecto”. De esta manera, la Tomatina no retira alimentos de la cadena alimentaria, sino que reutiliza un producto que, de no usarse, acabaría en vertederos.

Impacto económico en positivo

También el apartado económico ha cambiado radicalmente en los últimos años. El coste de los tomates ha caído un 27% en dos años, pasando de 75.000 euros en 2023 a 54.912 en 2025. La Diputación de Valencia asumió en 2024 los 60.000 euros destinados al suministro, mientras que las entradas VIP, a 500 euros, generaron 15.000 euros extra. Junto a la tasa general de 15 euros por asistente, el evento recauda alrededor de 330.000 euros, convirtiendo lo que antes era un gasto para el municipio en una fuente de financiación.

El uso del agua, la gran crítica

Sin embargo, los críticos insisten en que el verdadero problema no está tanto en los tomates, sino en el uso del agua. El proceso de limpieza de las calles, completado en unas tres horas con camiones de bomberos y mangueras de vecinos, despierta suspicacias. Aunque la acidez del tomate actúa como desinfectante natural y deja las calles más limpias que antes, la pregunta sigue siendo cuántos litros se emplean en ese proceso. El periodista David Bollero lo resumía como “un malgasto ingente de agua”, aunque el Ayuntamiento no publica cifras específicas y solo refleja estos gastos dentro de los presupuestos generales de servicios municipales.

El marco legal y la ley contra el desperdicio

El debate se intensifica en un contexto legal más estricto. En 2024, el Gobierno español aprobó una ley contra el desperdicio alimentario, tras constatar que los hogares tiraron más de 1.125 millones de kilos de comida en un año, unos 24 kilos por persona adulta. Aunque esta normativa prioriza el consumo humano, no afecta directamente a la Tomatina, ya que los tomates empleados nunca hubieran llegado a la mesa. Técnicamente, por tanto, la fiesta no incumple la ley y puede considerarse un ejercicio de reutilización de excedentes agrícolas.

No obstante, el aspecto simbólico es más difícil de ignorar. En un mundo donde millones de personas pasan hambre, las imágenes de miles de asistentes lanzándose tomates pueden interpretarse como un lujo innecesario. Para sus detractores, el problema no es legal ni económico, sino ético. Para sus defensores, en cambio, se trata de una tradición con identidad propia, capaz de generar ingresos y atraer turismo sin comprometer alimentos aptos para el consumo.

La gran incógnita es si la Tomatina logrará adaptarse a los nuevos tiempos. Ocho décadas después de su nacimiento improvisado, la fiesta sigue siendo un símbolo cultural y una fuente de orgullo para Buñol. Pero su futuro dependerá de cómo se integre en una sociedad cada vez más exigente con la sostenibilidad. ¿Será recordada solo como un espectáculo pintoresco o como un ejemplo de cómo las tradiciones pueden evolucionar para sobrevivir?

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