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Escepticismo científico ante la nueva empresa del fundador de Jazztel para “robotizar la fecundación in vitro”

Martin Varsavsky, en una foto de archivo.

Mario Escribano

“Overture anuncia el primer robot que automatiza la fecundación in vitro. El dispositivo compacto creado por la nueva empresa de Martin Varsavsky permite estandarizar el proceso y reducir costes mediante el uso de tecnología robótica y machine learning”. Así se promociona la “start-up especializada en biotecnología y medicina” de Martin Varsavsky, el que fuera fundador de Jazztel o Ya.com y que ahora se adentra en el cada vez más pujante negocio de la fertilidad.

El robot se llamará NaturaLife y fuentes de la empresa de Varsavsky aseguran a eldiario.es que su comercialización está prevista para finales de 2020. Se trataría, según Overture, de “un laboratorio de fecundación in vitro automatizado y de tamaño compacto, que permitirá reducir costes y estandarizar el proceso mediante tecnología robótica, analítica de datos y machine learning”. Es decir, una máquina que permitiría tanto la congelación de óvulos como la fecundación de embriones “de forma totalmente automatizada”, con lo que se eliminarían “los errores humanos”.

NaturaLife quiere conquistar potenciales clientes — fundamentalmente hospitales y clínicas privadas — y se presenta como un producto que ahorra costes: “el procedimiento actual dura alrededor de 20 horas, debe ser llevado a cabo por un embriólogo, requiere de laboratorios de unos 90 metros cuadrados y obliga a utilizar un instrumental formado por unos 76 componentes diferentes”, comentan en la nota de prensa con la que anuncian el proyecto; con NaturaLife, el proceso “puede ser desarrollado por un técnico en tan solo 5 horas, en un espacio de poco más de 20 metros cuadrados y con un único componente: un biochip”. En EEUU, el salario medio del técnico es tres veces menor que el del embriólogo.

Información a cuentagotas

Varsavsky ha dado varias entrevistas y conferencias sobre el futuro del negocio de la fertilidad, donde explica además su propia historia personal — tiene siete hijos y tres de ellos “gracias a la tecnología reproductiva”. Más allá del trasfondo social y de la innegable oportunidad de mercado, los especialistas consultados para este reportaje muestran sus dudas. Apenas hay información científica disponible en la nota de prensa o la web, en la que no aparecen referencias a la investigación.

El presidente de la Sociedad Española de Fertilidad, Luis Martínez Navarro, explica el proceso para consolidar un avance de este tipo: “Hay que diseñar un estudio con humanos, aprobado previamente por un comité de ética, y publicar los resultados. Y ahí esclarecer varias características del aparato como son sus costes, los del ciclo, de mantenimiento... Hasta que eso no se publique en revistas, no sirve”.

Este periódico envió una batería de preguntas a Overture. Estas fueron las escuetas respuestas por correo electrónico tras varios días intentando recibir información por parte de algún portavoz:


¿Se trata de un avance que ya ha sido contrastado?

Está en fase de desarrollo experimental pero ya tenemos los primeros prototipos.

¿Está ya en fase de comercialización? Y si es así, ¿qué comité científico de ética e investigación ha avalado el estudio?

No está en fase de comercialización aún. Estará en comercialización a fin del 2020.

¿Se ha publicado en alguna revista académica?

No hay publicaciones por ahora.

¿Cómo se ha ensayado? ¿Solo con animales o también con
pacientes?

Por ahora con ovocitos de ratón y vaca. Pero vamos a empezar con los primeros ovocitos humanos.

Martínez Navarro asegura que, aunque los científicos a cargo del proyecto (Santiago Munné, especializado en genética, y José Horcajadas, experto en Biología Molecular y Bioquímica) “son reputados, con mucho prestigio”, en este caso “se está hablando de un aparato no testado en humanos y del que nadie sabe el coste, pero que dicen que va a abaratar el ciclo: habrá que ver cómo se hace, no se puede decir mucho más con lo que se sabe”.

Para obtener la aprobación generalizada de la comunidad científica, los hallazgos deben pasar por un proceso: “otro grupo tiene que repetirlo y contrastar resultados, es decir, que si solo lo ha probado uno, tienen que volver a probarlo otros”, explica Martínez Navarro, especialista en Obstetricia y Ginecología. “Además, hay que revisar otras cuestiones, como hasta dónde puede interpretar el aparato para decidir si la calidad de los ovocitos es la deseable o si hay que cambiarlos por otros...”. Sobre la sustitución de un embriólogo por un técnico, Martínez Navarro asegura que “es mejor unir la automatización con el trabajo humano, porque da mejores resultados que optar solo por una de las opciones: cualquier aparato que pueda mejorar la capacidad de decisión es buena”.

El ginecólogo Juan Antonio de León Luis, miembro de la Comisión de Deontología del Colegio de Médicos de Madrid, asegura que “cuando estás investigando con animales, lo habitual es publicar en revistas académicas referenciando lo que haces” y se muestra extrañado de “no hayan publicado nada, porque aparte de dar prestigio hace que otros investigadores de esa rama te digan si vas bien o mal”.

León tiene dudas de que un experimento que aún no se ha probado en humanos pueda estar comercializado para estos de aquí a un año. “La comercialización también puede ser para animales”, comenta, “porque en humanos requiere mucho control”.

¿Una “democratización” de la reproducción asistida?

Overture ha recibido una financiación de algo más de 22 millones de euros, aportada por inversores conocidos como Rakuten, los magnates del comercio electrónico Vinod Khosla y Marc Benioff o las hermanas Sussan y Anne Wojcicki, que son respectivamente consejera delegada de YouTube y propietaria de la empresa de biotecnología 23andMe, que hace tests de ADN con muestras de saliva que cualquiera puede enviarles. Hace año y medio se desveló que esta compañía había vendido sus bases de datos con información genética de los pacientes a GSK, una de las mayores farmacéuticas del mundo. Recibieron 270 millones de euros por la operación.

También ha habido financiación por parte de otros fondos de capital riesgo norteamericanos, como Allen & Company o Felicis Ventures. Overture no es la primera incursión de Varsavsky en el mundo de la fertilidad, aunque bien es cierto que en España es más conocido por sus inversiones en telecomunicaciones. En 2016 montó una cadena de clínicas de fertilidad en Estados Unidos, Prelude, que ya se ha convertido en la más extendida por todo el país, con presencia en una veintena de ciudades.

Contextos demográficos como el de España, donde los nacimientos han descendido un 29% desde 2008 y la edad media para tener hijos ya es de 32,2 años, generan oportunidades de negocio para este tipo de iniciativas. La reproducción asistida supone ya un 9% de los nacimientos, según datos de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), y el sector está en auge.

Overture destaca en su narrativa la vertiente social del experimento, ya que “reduce la barrera de entrada a los tratamientos de fecundación in vitro”. Incluso llegan a afirmar que “el objetivo no es otro que democratizar el acceso” a estos procesos, “actualmente muy costosos y solo accesibles para personas con un poder adquisitivo elevado”.

A través de la nota de prensa, el propio Varsavsky comenta que “cada vez es más complicado tener hijos” porque “cuando somos jóvenes, nuestro cuerpo está preparado, pero nuestra cabeza no, ya sea por falta de madurez, tiempo o poder adquisitivo”. Pero cuando se envejece, “cada vez es más complicado para nuestro cuerpo”, algo que le lleva a afirmar que “la fecundación in vitro cada vez es más necesaria”.

“Damos respuestas tecnológicas a problemas sociales sin plantearnos su origen”

Sara Lafuente, investigadora postdoctoral en el Instituto de Sociología de la Universidad de Goethe (Frankfurt, Alemania), sugiere analizar este asunto de forma más amplia. “¿A qué se debe un uso tan masivo de las técnicas de reproducción asistida?”, dispara. “Lo que están resolviendo estas técnicas es un problema que más bien es de tipo social, de crisis reproductiva, de dificultad para tener hijos más temprano”, desarrolla.

Lafuente, especializada en estudios sociales de la naturaleza, critica que haya “una serie de apaños tecnológicos que estén funcionando como parches para solventar una problemática más grande: cómo y cuándo y con qué apoyos se están teniendo hijos”. Por este motivo, avisa de que “estamos dando respuestas tecnológicas a problemas sin plantearnos cuál es el origen”, pues “si centramos la mirada solo en la parte de asistencia técnica, no abordamos la pregunta de por qué resulta difícil acceder a la reproducción”.

Aunque esta experta relaciona esto con cuestiones como la precariedad laboral —“no es una cuestión fisiológica”—, enfatiza que “hay un sistema que da la espalda a la reproducción de la vida”. “La responsabilidad sigue estando muy feminizada, cargada sobre los hombros de las mujeres, de forma que no se responsabiliza el Estado, que no lo tiene como prioridad, ni el sistema socioeconómico, ni al sector privado, ni una parte importante de los hombres”, asevera.

Juan Antonio de León, de la Comisión de Deontología del Colegio de Médicos de Madrid, recuerda que “la reproducción asistida, que supone someterse a un tratamiento, es una solución para parejas con problemas de fertilidad, que son en torno al 15%, y tiene que estar enfocado en ellos”. Lo contrario, remacha, “sería engañar a la medicina”.

“No es ético tratar a la gente que no tenga un problema, porque normaliza un proceso que no es patológico, como es el de reproducirse”, apunta al respecto. “Se está jugando con esa dualidad y no solo es un reto para la deontología, también para la jurisprudencia, porque es muy importante ver cómo se legisla ese proceso para las familias, porque implica a un tercero: la persona que va a nacer”.

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