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Retrato de un superhéroe misógino llamado Julian Assange

Julian Assange en una videoconferencia en Madrid

Marta Peirano

Esta no es la película que pensé que estaba haciendo. Pensé que podría gestionar las contradicciones. Que no eran parte de la historia. Estaba equivocada. Se están convirtiendo en la historia.
Laura Poitras, Risk (2017)

Dicen que Julian Assange reniega de Risk, el nuevo documental que Laura Poitras presenta este viernes en EEUU. La oscarizada realizadora de CitizenFour ha tenido un acceso sin restricciones a la plataforma de filtraciones y a su fundador durante los últimos seis años. “A veces no me puedo creer las cosas que Julian me deja grabar”, se la oye decir en el tráiler. El preestreno tuvo lugar el pasado dos de mayo para cerrar Art of the Real, la muestra de documentales de la Film Society of Lincoln Center.

Laura Poitras tenía ya una reputación como documentalista, pero se hizo mundialmente famosa con CitizenFour. El oscarizado documental sobre Edward Snowden era una trama en primera persona sobre la filtración que desveló la red de espionaje internacional liderada por la Agencia de Seguridad Estadounidense. En aquella ocasión, su protagonista era un joven analista de sistemas, introvertido y reacio, que renunciaba a una vida aparentemente perfecta para denunciar un abuso de poder de proporciones planetarias.

Técnicamente, su nuevo protagonista persigue el mismo objetivo y ha pagado el mismo precio por denunciar abusos de poder. Y sin embargo, mientras Snowden ha afianzado su perfil como el primer gran héroe de la era de la Información, el hacker australiano Julian Assange se ha configurado como un hombre voluble, volátil y egocéntrico cuyo magnetismo se ha vuelto en su contra. No Batman sino el Joker. Una escena en la que Assange se disfraza para salir a la calle cobra matices sombríos en compañía del resto del documental.

Poitras empezó a filmar a Assange en su momento de mayor trascendencia, después de que publicara los famosos registros de la guerra de Iraq que le proporcionó Chelsea Manning en coordinación con The Guardian, The New York Times, Le Monde, Der Spiegel, Al Jazeera y el Bureau of Investigative Journalism. Y terminó hace dos semanas, cuando Poitras canceló la pre-inauguración programada para incluir al fiscal general de los EEUU, Jeff Sessions, declarando que el arresto de Assange es una prioridad para los EEUU.

El dato es relevante después de que la inesperada aportación de Wikileaks a la campaña de Donald Trump destruyera su credibilidad entre los liberales. La filtración de miles de correos internos del partido demócrata demostraba, entre otras cosas, la existencia de una conspiración contra la campaña del senador Bernie Sanders. El documental empieza con Assange y Sarah Harrison tratando de advertir a Hillary Clinton que la seguridad de Wikileaks ha sido burlada y que hay comunicaciones del Departamento de Defensa a punto de salir a la luz.

Ni héroe ni traidor ni todo lo contrario

A juzgar por las primeras reseñas, la película de Poitras tampoco tiene claro si Assange es un visionario o un traidor. Ni siquiera que no pueda ser las dos cosas a la vez. “Pensé que podría gestionar las contradicciones -dice su voz en off. -Que no eran parte de la historia. Estaba equivocada. Se están convirtiendo en la historia”. Lo que sí tiene claro es algo mucho más mundano: Julian Assange no es sólo un narcisista brillante, un genio paranoico y magnético iluminado por la gracia de su importante misión. También es un misógino. Y no es el único misógino de esta enorme cryptorevolución.

Poitras se asombra del acceso que tiene a la intimidad de Assange, pero no por las razones que imaginamos. “Me parece increíble que confíe en mí -dice inmediatamente después- porque no creo que yo le guste”. En el pasado festival de Cannes, dijo que había reeditado la película para fijarse en “la cultura de sexismo que existe, no solo en la comunidad hacker sino en otras comunidades”. Está claro que ha cumplido.

“Sus antihéroes son capullos inteligentes y soberbios que no saben cómo trabajar con mujeres”, escribe Nina Burleigh en su reseña para Newsweek.

Son capullos raritos del departamento técnico, arrogantes y despectivos con las mujeres, que se han educado en la clase de foros de Internet que confunden los sentimientos de los hombres prácticos. Son peores que el propio Donald Trump, porque esperábamos algo más de ellos, aunque solo sea porque son más jóvenes y porque están "luchando contra el poder".

Frente a la cámara de Poitras, Assange acusa a las dos mujeres que le han acusado de asalto sexual de ser parte de un complot, pero no uno de la CIA para llevarle a EEUU sino de otro de feministas radicales. La prueba es que una de ellas empezó un club de lesbianas en Gothenburgo.

Assange no es el único miembro del club de los cryptovengadores que se enfrenta a acusaciones de acoso o de asalto sexual. Jacob Appelbaum, uno de sus colaboradores más directos, fue acusado de asalto, abuso de poder y hasta violación por sus compañeras de proyecto. Al parecer, Poitras mantuvo una relación sentimental con él.

“Nadie puede acusar Assange de ser débil de voluntad o de no tener el más férreo y testarudo set de principios registrados en la era de Internet”, escribe la redactora del Huffinton. Pero se le pueden acusar de otras cosas. La cuestión es determinar si debemos tolerar esas cosas en nombre de la revolución.

“La mayor parte de la gente que tiene fuertes principios no sobreviven durante mucho tiempo -declara Assange al empezar la película. - Queremos que sobrevivan y hagan muchas cosas, pero no suelen hacerlo”. De momento, Edward Snowden sobrevive y hace cada vez más cosas para ayudar a otros a denunciar abusos de poder sin tener que sacrificar su libertad. Su lema es que el coraje es contagioso. Lamentablemente, la misoginia también.

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