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Whatsapp vs. Telegram: la brecha tecnológica de la negociación entre PSOE y Podemos

Whatsapp vs Telegram

David Sarabia

En el momento decisivo de la negociación entre PSOE y Unidas Podemos, el miércoles pasado, a menos de 24 horas de la segunda y definitiva votación para la investidura de Pedro Sánchez, la vicepresidenta del Gobierno y negociadora en nombre del PSOE, Carmen Calvo, escribió un mensaje a Pablo Echenique ofreciéndole a Podemos la cartera de Igualdad. Con eso esperaba que Podemos aceptara el acuerdo. Pero Echenique no leyó el mensaje, no lo hizo hasta horas después, cuando las negociaciones ya se daban por rotas.

El mensaje de Calvo estaba enviado por Whatsapp... y Echenique usa Telegram. 

Es una anécdota más, pero también es un hecho simbólico: fue tal la falta de comunicación entre PSOE y Unidas Podemos durante las negociaciones para un gobierno de coalición que se comunicaron a través de programas de chat diferentes. Una brecha tecnológica entre los partidos que pudo tener consecuencias. 

Podemos usa Telegram desde su fundación. Es la plataforma preferida por los partidos más jóvenes que han ido surgiendo desde 2011: las confluencias de diferentes ciudades, los grupos activistas y finalmente todas las corrientes de Unidas Podemos han ido utilizando Telegram para difundir su propaganda, pero también para trabajar de forma interna. 

Por otro lado, WhatsApp sigue siendo el servicio predilecto por el resto de partidos como el PP o el PSOE, y es la vía principal por la que se comunican con periodistas y lanzan sus comunicados de prensa. Es desde luego la opción mayoritaria en España. WhatsApp fue fundado en 2009 por Jan Koum, es propiedad de Facebook desde 2014 y cuenta con más de 1.500 millones de usuarios activos.

Telegram apareció cuatro años después que Whatsapp, en 2013, y lleva la firma de los hermanos Dúrov, dos rusos que idearon la plataforma pensando más en la privacidad de las comunicaciones. Los números de esta app son bastante menores que los de WhatsApp, con unos 200 millones de usuarios en marzo de este año.

La relación entre Telegram y la política es clara. Este artículo firmado por dos expertos, Inma Aguilar y David Álvarez, explica cómo la red de mensajería instantánea de los rusos Nikolái y Pável Dúrov está pensada para que grandes grupos gestionen sus contenidos, tomen decisiones, se comuniquen de forma interna e incluso voten. Telegram tiene algo que WhatsApp anhela: la posibilidad de crear encuestas (tanto públicas como privadas) y comprobar los resultados al momento. 

Hay otro factor importante relacionado con la difusión de los mensajes: en WhatsApp, el máximo de participantes en un grupo es de 256 personas frente a las 200.000 que ofrece Telegram en los llamados “supergrupos”. Desde la app propiedad de Facebook saben que han jugado un papel a veces trascendental en las campañas de desinformación de muchas formaciones y grupos políticos. Este diario ya publicó en abril que hasta 9,6 millones de personas habían recibido a través de WhatsApp bulos contra la izquierda y discurso de odio.

Precisamente este es otro de los factores por los que WhatsApp apenas cuenta con bots en su plataforma. Aunque hay algunos (en ocasiones, de pago), la mayoría no pasan de ser meros chatbots bastante limitados. En Telegram, en cambio, se pueden encontrar numerosos bots destinados a realizar casi tantas funciones como el usuario quiera, desde hablar de política como Politibot hasta jugar al Trivial pasando por consultar el horóscopo o el tiempo que va a hacer mañana.

Seguridad: cifrado extremo a extremo y conexión

La seguridad total no existe y ninguna tecnología es infalible en el tiempo. Partiendo de estas dos premisas, la pregunta del millón está clara: ¿qué es más seguro, Telegram o WhatsApp? Es cierto que hubo un tiempo en el que la primera ganaba a la segunda, pero hoy por hoy las diferencias son mínimas, salvo una excepción: mientras que WhatsApp sí activa por defecto el cifrado de extremo a extremo (o de clave pública) en todas las conversaciones, Telegram no lo hace. Ellos dicen que es para que no levantemos sospechas.

Aparte del emisor y del receptor, en todos los servicios de mensajería cifrada hay un tercer actor, que en este caso es el propio servicio por el que pasa la comunicación. Cuando mandamos un WhatsApp o un Telegram, el mensaje pasa por varias “manos” diferentes hasta que llega al destinatario, por lo que se hace necesario cifrarlo. Esto quiere decir que la información necesita ser ofuscada para que en caso de que llegue a las manos equivocadas, estas no puedan hacer nada con ella.

Tanto WhatsApp como Telegram utilizan el cifrado de extremo a extremo, que es una forma de cifrado asimétrico. Hay muchas formas, pero las más utilizada en mensajería es una combinación del sistema simétrico (emisor envía mensaje cifrado y el receptor lo descifra con la misma llave) y el asimétrico. En el cifrado de clave pública, el emisor y el receptor tienen dos llaves, una pública y una privada. Cuando el emisor envía el mensaje lo cifrará con la llave pública del receptor y luego este utilizará su llave privada para descifrarlo.

Hasta abril del 2016, los mensajes en WhatsApp viajaban en texto plano. Antes de eso, Telegram ya llevaba utilizando el cifrado de extremo a extremo prácticamente desde su fundación en 2013. WhatsApp fue una de las últimas apps de mensajería en ponerse las pilas con el tema de la privacidad de las comunicaciones, por eso hoy ambas utilizan la mezcla de sistemas simétrico-asimétrico, que consiste en usar la misma clave para cifrar y descifrar el mensaje. Cada clave se genera para cada conversación a partir de la clave pública de cada interlocutor.

A diferencia de WhatsApp, Telegram incorpora una característica llamativa para asegurar la privacidad de las comunicaciones, que son los chats secretos. Son los únicos chats dentro de la app que van cifrados de extremo a extremo. Aquí se pueden configurar una serie de opciones, como la autodestrucción de los mensajes en un intervalo de tiempo que elige el usuario. Por lo demás, ambas apps son equivalentes.

Un último apunte a señalar: las versiones de escritorio de uno y otro servicio. En Telegram, el usuario no necesita que el teléfono esté conectado a Internet para funcionar, ya que basta con introducir el número del terminal. Para validar la conexión, este recibirá un SMS con un código de activación. En el caso de WhatsApp, el teléfono móvil necesita escanear un código QR que aparece en la pantalla del ordenador en el que se desee usar el servicio. Pero siempre ambos tendrán que estar conectados a Internet.

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