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The Guardian en español

Comienza la época de exámenes en India y la 'mafia de las chuletas' vuelve al trabajo

Bajo un puente de metro en Nueva Delhi, y a poca distancia del pestilente río Yamuna, un comerciante local encontró el lugar ideal para instalar la escuela en la que enseña a casi un centenar de niños de familias con pocos recursos.

Michael Safi

Delhi —

Tras unos minutos frente al examen final de matemáticas de un instituto de Delhi, Raghav pide permiso para ir al lavabo. Allí dentro, le envía las fotos del examen a un número de teléfono que le han pasado unos días antes. Tras unos minutos, las respuestas aparecen en la pantalla.

“No es hacer trampas”, insiste su madre Sunita, que pagó 200 euros para que su hijo obtenga ese número de teléfono. “Es una forma de salir adelante”.

El mes pasado comenzó en India la temporada anual de exámenes y decenas de millones de estudiantes deben medirse en exámenes agotadores para lograr una de las pocas plazas disponibles en las universidades indias, donde las mejores instituciones tienen unas tasas de ingreso equivalentes a la décima parte de las de Oxford y Cambridge.

También es el momento en que más trabaja la llamada “mafia de las chuletas”, una enorme red que se beneficia de la desesperación de los estudiantes y sus padres por salir adelante en un país donde se estima que cada año se unen al mercado laboral unos 17 millones de personas, pero este solo crea 5,5 millones de empleos.

La semana pasada, en la última vulneración de gran impacto, se descubrió que dos exámenes de instituto circularon en WhatsApp unos 90 minutos antes de la hora de la prueba. Se ha ordenado a más de 2,8 millones de estudiantes de Delhi y alrededores repetir el examen a fines de abril.

“Es una tortura mental”, señala Kirath Kaul, de 15 años, un estudiante del este de Delhi que este mes deberá volver a hacer un examen de matemáticas. “Estudié días enteros para el examen anterior, incluso me levantaba por la noche a prepararlo”.

“Un sistema educativo roto”

Hacer trampa en los exámenes es una práctica extendida en India, tan elaborada como organizada. En Bihar, uno de los estados más pobres del país, más de 1.000 estudiantes fueron expulsados por hacer trampa en exámenes el pasado febrero.

El año pasado, el estudiante que sacó la nota más alta en una asignatura, la de artes, resultó ser un hombre de 42 años. En 2016, le quitaron el certificado a la estudiante con la nota más alta en artes tras levantar sospechas cuando fue entrevistada en televisión y dijo que creía que la ciencia política era el estudio de la cocina.

En 2015, Bihar llegó a los titulares de todo el mundo cuando salieron a la luz una serie de vídeos que mostraban a padres literalmente escalando un edificio de 5 plantas para pasar a sus hijos las respuestas de un examen. Este año, en pos de la transparencia en los resultados, el Gobierno ha instalado cámaras de vigilancia en los pasillos de los edificios donde se hacen los exámenes y obliga a todos los estudiantes a dejar zapatos y calcetines en la entrada.

“Estos son los síntomas de un sistema educativo roto”, afirma Yamini Aiyar, directora ejecutiva del Centro de Estudios de Políticas.

Aiyar cree que la culpa del fraude generalizado la tiene un cóctel de intensa presión para entrar a la universidad y un sistema que se ha enfocado a construir escuelas nuevas sin preocuparse por lo que pasa dentro.

“Los estudios nos dicen que, de media, la mitad de los estudiantes que obtienen una calificación 5 no llegan al nivel de comprensión de textos de la calificación 2”, asegura Aiyar. Tampoco ha habido buenos incentivos para profesores y administradores, ya que el éxito de una escuela se mide por la cantidad de alumnos que aprueban los exámenes, añade. Así, los funcionarios tienen que elegir entre ayudar a los alumnos a hacer trampa o hacer la vista gorda.

Sunita, que pidió que cambiáramos su nombre por razones legales, se puso en contacto con la “mafia de las chuletas” a través del centro de apoyo al estudio al que asistió Raghav para prepararse para los exámenes finales del año pasado.

“El profesor me dijo que mi hijo no iba bien con los estudios”, recuerda. “A mi hijo no le interesaba estudiar y yo no quería que repitiera el año”.

El profesor privado le ofreció contactar con alguien que podía enviarle a Raghav las respuestas de los exámenes de economía y matemáticas. Ni ella ni el contacto sabrían la identidad de cada uno. Sunita se apuntó junto a otras cuatro o cinco familias. “Es muy común”, dice. Y lucrativo. “Entre todos pagamos a este hombre unas 60.000 rupias (750 euros)”.

El negocio de las chuletas en India ha proliferado junto a otros tipos de fraude organizado, como las estafas de los servicios telefónicos de atención al cliente y se gestiona con una mentalidad similar, señala Snigdha Poonam, autor de un nuevo libro sobre la ambición y la astucia presentes en la juventud india.

Según los sondeos, la movilidad social en India está mejorando, pero no lo hace lo suficientemente rápido como para cumplir las expectativas de una generación dominada por las redes sociales, la cultura pop occidental y las promesas de que por fin ha llegado el momento de la India. “Las mismas fuerzas llevan a los jóvenes indios a meterse en estas economías construidas en base a un fraude”, dice.

“Es la falta de opciones legítimas en el mercado laboral, una falta de claridad entre el trabajo honesto y el deshonesto, la habilidad para identificar nichos del mercado para ofrecer servicios y la capacidad para transformarlos en una forma de ganar dinero fácil”.

Con la ayuda de sus chuletas electrónicas, Raghav aprueba todos los exámenes. Ahora está estudiando fotografía en un instituto privado y quiere hacer carrera con la cámara. Mientras tanto, Kaul, está estudiando mucho para volver a presentarse al examen de matemáticas el 25 de abril.

“Me preocupa que a los tramposos les vaya mejor que a mí”, señala. “Estudio mucho pero la gente solo mira los resultados, no les importa si alguien ha hecho trampa”.

Traducido por Lucía Balducci

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