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The Guardian en español

La lucha de los jóvenes por el cambio climático puede ser decisiva, pero no sin nuestra ayuda

Los adolescentes revolucionan la lucha contra el cambio climático en países como Bélgica

George Monbiot

Es importante lograrlo. No solo porque las huelgas estudiantiles por el cambio climático y su expansión a una velocidad vertiginosa a lo largo y ancho del mundo sean nuestra mejor (y probablemente última) esperanza para evitar una catástrofe, sino también por el devastador impacto que podría tener sobre estos jóvenes, que a tan temprana edad verían como su campaña fracasa y sus esperanzas se desvanecen.

Si queremos contribuir al éxito de este movimiento, deberíamos preguntarnos por qué otros anteriores han fracasado. Deberíamos preguntarnos, por ejemplo, por qué el movimiento Ocupa Wall Street se disolvió mientras que las instituciones que criticaba se mantienen intactas a pesar de los esfuerzos y el sacrificio de muchos. También deberíamos cuestionarnos por qué el movimiento por la justicia global de finales de la década de los noventa y principios de este siglo no ha cambiado el mundo, pese a su magnitud y al valor y determinación de sus impulsores. Y cuestionar  por qué Podemos, el partido político español que subió como la espuma gracias al optimismo del movimiento de los indignados, ahora parece que se está desmoronando debido al cruce de recriminaciones entre sus líderes.

Tengo la sensación de que los que hemos sido testigos de estas decepciones tenemos el doloroso deber de exponer las causas de estos fracasos de la forma más honesta posible, para evitar que se repitan. Muchas de mis propuestas son discutibles y no puedo prometer que esté en lo cierto. Así que mi primer consejo sería: compara mis opiniones con las de otros.

Una de las tareas más determinantes de cualquier campaña es construir una narrativa; una historia breve y sencilla que explique dónde estamos, cómo llegamos aquí y hacia dónde tenemos que ir. Si seguimos la estructura narrativa común a casi todas las transformaciones políticas y religiosas que han tenido éxito, la del movimiento estudiantil para frenar el cambio climático sería algo así: “El mundo se encuentra sumido en el caos climático, causado por las grandes compañías de hidrocarburos, los multimillonarios que obtienen sus beneficios y los políticos a los que han comprado. Sin embargo, nosotros, héroes jóvenes, nos enfrentaremos a estos oligarcas, con nuestra autoridad moral como arma para levantar un movimiento tan grande y políticamente peligroso que nuestros gobiernos se vean obligados a poner fin a la economía basada en la los combustibles fósiles y a recuperar las condiciones propicias para que los humanos y otras especies puedan prosperar”.

Creo que esta narrativa se vería muy reforzada por los recientes hallazgos que sugieren que la recuperación ecológica (restaurar los bosques, las marismas, las turberas, los fondos marinos y otros ecosistemas esenciales para el planeta) podría contribuir significativamente a prevenir la degradación del clima, al extraer dióxido de carbono de la atmósfera (escribiré sobre esta cuestión dentro de unas semanas, cuando haya leído más sobre estos hallazgos). Un movimiento exitoso también debería definir un objetivo claro y tangible; tal vez una fecha concreta en la que los países alcancen una economía libre de emisiones de carbono.

Podría recomendar una hoja de ruta, como una versión ampliada del nuevo acuerdo verde propuesto por los demócratas más progresistas. En este caso, tendría que establecer una serie de indicadores para evaluar si los gobiernos van o no por buen camino. Así se garantiza que son los activistas, y no el gobierno, quienes siguen fijando el orden del día. Este objetivo debe fundamentarse en un conjunto de principios irreductibles que puedan ser explicados y difundidos con orgullo y convicción. He aquí un par de ejemplos posibles: “La vida humana no es negociable, no se puede cambiar por dinero” y “las generaciones que aún no han nacido tienen los mismos derechos que las que ya están vivas.”

Unos principios claros parecen ser una condición esencial para que un movimiento tenga éxito a largo plazo. Un fascinante reportaje publicado en la revista digital Truthout explica cómo los indígenas que viven cerca del lago de Texcoco en México se opusieron al proyecto de construir un aeropuerto internacional; uno de los mayores proyectos de infraestructura de América Latina, valorado en 13.000 millones de dólares. Se resistieron durante 17 años y, contra todo pronóstico, lograron imponer su criterio. La campaña se basó en el principio de que su tierra y su comunidad no estaban a la venta, por mucho dinero que se les ofreciera. Con este argumento, el gobierno mexicano solo tenía una opción: el uso de la fuerza. Sin embargo, se habían tejido organizaciones comunitarias tan fuertes y tenían a tantos mexicanos de su parte que el uso de fuerza dejó de ser una opción.

De esto se desprende otro elemento crucial: que la unión entre los miembros de este movimiento sea tan sólida que pueda resistir todos los intentos de división y coopción. Estas comunidades no surgen por accidente, sino que se construyen consciente y cuidadosamente, a menudo con la ayuda de formación, música y diversión. Deben ser lo suficientemente fuertes como para ayudar a aquellos miembros que puedan sentirse desesperados, agotados o que puedan derrumbarse, especialmente cuando la reacción a sus protestas se vuelva desagradable. De hecho, los políticos y los medios de comunicación han empezado a hacer circular teorías de conspiración que sugieren que detrás de este movimiento estudiantil se esconden fuerzas siniestras desconocidas: después de todo, ¿cómo es posible que estos chicos estén organizando estas huelgas sin la ayuda de nadie?

Con solo 16 años y liderando una batalla

Greta Thunberg, cuya huelga escolar desencadenó este movimiento, ha escrito una respuesta mucho más digna y madura que los artículos que la atacan. Lo cierto es que  no han hecho más que empezar. Como algunos de nosotros podemos atestiguar, la crueldad de los grupos de presión financiados por el sector de los combustibles fósiles (y de las publicaciones que difunden su mensaje) no conocen límites. Como ya hemos visto, creen que atacar a los chicos es juego limpio. En respuesta, yo propondría que los estudiantes en huelga por el cambio climático definan una estrategia de combate para dejar a sus oponentes sin munición.

En mi opinión, al movimiento por la justicia global le perjudicó enormemente su incapacidad para excluir o contener al llamado “bloque negro” Integraban este bloque personas vestidas de negro, algunas de las cuales acudieron a las protestas preparadas para pelear y a menudo destrozaron tiendas de barrio. Debido a este comportamiento el apoyo ciudadano fue disminuyendo gradualmente. Algunos miembros de este movimiento creyeron que podían fijar las reglas de juego que quisieran y creo que es una actitud que no se puede consentir.

Un buen ejercicio es el preguntarse qué es lo que más les gustaría a las autoridades y a la policía que sucediera, y luego hacer lo contrario. Les encantaría que surgiera una facción violenta que erosionara la credibilidad de los jóvenes huelguistas y les proporcionara una excusa para enviar a los agentes antidisturbios y disolver las protestas. Nunca les sirváis esta excusa en bandeja.

Para que un movimiento tenga éxito también es necesario un modelo de organización que le permita seguir creciendo. Un enfoque prometedor es una Gran Organización, a través de la cual los activistas crean redes de las que surgen ramas que, a su vez, forman a las ramas que nacen de ellas. Contribuyó a que Alexandria Ocasio-Cortez se convirtiera en la congresista más joven de la historia de los Estados Unidos. Necesitan tácticas inteligentes, divertidas e innovadoras que sorprendan a sus adversarios y mantengan el nivel de entusiasmo. Creo que siempre es mejor que un reducido número de personas definan la narrativa, los principios y la táctica a seguir y que más tarde un grupo más amplio las apruebe. Fui testigo de cómo el movimiento Ocupa Wall Street se empantanó en el imposible proceso de desarrollar políticas complejas por consenso.

Les hemos dejado a los jóvenes un gran marrón. Sin embargo, hay adultos muy curtidos, algunos con mucha más experiencia que yo, que están dispuestos a ofrecer consejo y ayuda. Cualquier apoyo debe respetar los términos de estos jóvenes: ellos lideran, nosotros seguimos. Lo cierto es que cargan con una responsabilidad enorme, es una lucha que no pueden permitirse perder. Y si lo desean, les ayudaremos a soportar este terrible peso.

Traducido por Emma Reverter

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