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Por qué España necesita Más País

El líder de Más País, Íñigo Errejón, durante la presentación de los candidatos de las 18 provincias donde se presenta el partido.

Clara Ramas

Diputada de Más Madrid en la Asamblea —

Hay diversas razones que explican la necesidad de la candidatura de Más País. La primera es del orden de lo inmediato: España necesita un gobierno, y necesita que ese gobierno sea progresista. Ello, a su vez, depende de la movilización del voto progresista, pero no solo: también requiere la capacidad de acuerdo. El 28A hubo una movilización fuerte para frenar la entrada de Vox, pero de nada sirve una mayoría en las urnas si después no se convierten en acuerdos de gobierno. Hubo la voluntad popular, pero los partidos no han estado a la altura para saber ejecutarla. El país lleva seis meses paralizado porque los partidos han privilegiado sus intereses antes que el mandato democrático y han sido incapaces de alcanzar un acuerdo. En estas condiciones, lo extraordinario, lo revolucionario, era ser responsable y dar un paso adelante.

Sin embargo, paradójicamente, solo mirando lejos pueden encontrarse las bases para un acuerdo en lo inmediato. Era necesario que surgiera una fuerza política que permita un cambio de mirada: una mirada larga, con vocación de futuro, que hable de la próxima década de los españoles, no del siguiente telediario o el siguiente congreso del partido. Ello implica comprender que la política no trata de intereses organizativos, posiciones morales o afirmaciones identitarias, sino de leer las necesidades de la gente; de comprender al pueblo que ya existe, en lugar de lamentarse por cómo nos gustaría que fuera; en una palabra, de poner el país por delante de las siglas.

Italo Calvino dijo que había que escribir “integrado en la vibración del tiempo”. Lo mismo cabría decir del político: si no sabe leer la “música de las cosas”, su capacidad de transformación quedará reducida a la nada. El tono, la atmósfera de hoy, suena a desafección, a angustia, a hartazgo, a resignación colectiva. El neoliberalismo en general, y los años de crisis en particular, han destruido derechos y garantías, erosionado nuestros vínculos colectivos y generado un horizonte de precariedad y atomización para grandes capas de la sociedad. La violencia machista y las agresiones rompen la sociedad cada día. La mercantilización depredadora de todo lo que existe hace peligrar la propia existencia del planeta, la naturaleza o la vida. La crisis climática pone el peligro nuestra propia supervivencia. La economía de mercado ignora sistemáticamente la necesidad de poner en el centro de la vida social los cuidados y la reproducción de la vida. La jungla del todos contra todos como estado psíquico colectivo genera desconfianza y ansiedad. El deterioro, en fin, de las condiciones económicas, naturales y vitales se dibujan como negro horizonte de futuro.

En estas condiciones, es urgente un proyecto político que vaya más allá de las consignas para ganar unas elecciones y que sea capaz de mirar a largo plazo: de diseñar políticas contra la precariedad, de retejer nuestros lazos como sociedad, de reunirnos en un proyecto colectivo de futuro como país y de ofrecer horizontes de estabilidad y certidumbre para emprender proyectos vitales a largo plazo como la elección de un hogar, una carrera profesional o una familia. Son estos los retos a los que hay que derrotar, no al oponente electoral de turno. Se trata, en suma, de ofrecer un proyecto para reconstruir el país: no de fundar un partido, sino de contribuir a reconstruir España.

Eso significa que la política tiene que dejar de ser una telenovela privada volver a hablar de lo que importa: el planeta, la naturaleza, la familia, la comunidad. Esto requiere el diseño de políticas públicas que marquen la dirección para, al menos, la siguiente década en España. Hay medidas que podrían concretarse de forma inmediata, como son el establecimiento de un techo a los precios del alquiler, una reforma reforma fiscal que baje los impuestos a autónomos y trabajadores y reduzca las bonificaciones a las grandes compañías o la derogación de la reforma laboral. Pero, además de eso, habría, al menos, tres líneas a medio plazo que responden a los retos esenciales de nuestro país:

Una transición ecológica que transforme nuestra economía mediante la innovación tecnológica y el empleo verde, realizando la justicia social y trabajando por tener un planeta habitable.

Una transformación social y económica que logre poner en el centro la vida, los cuidados, la familia y la comunidad en lugar del trabajo y el consumo.

Un posicionamiento contra la desigualdad de género que nos permita ir a las raíces estructurales y subjetivas de la violencia machista, promoviendo masculinidades no tóxicas y construyendo condiciones de libertad, derechos, diversidad e igualdad para todos y todas.

Es innegable que las condiciones de partida eran exigentes: una convocatoria electoral imprevista, en unos plazos muy ajustados, sin disponer del aparato organizativo consolidado con que cuentan otros partido. Sin embargo, la expectación generada, que se ha manifestado en altos índices de audiencia, asistencia a los actos y suma de los territorios a la candidatura, hablan de que quizás comienza a dibujarse un nuevo ciclo político, con nuevas lógicas, nuevos actores, nuevas formas de hacer. El bloqueo, la cerrazón y la esterilidad de estos últimos meses han sonado demasiado a vieja política. Más País puede contribuir a construir el paradigma político de futuro que España necesita.

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