Las fallas del Canigó dan la bienvenida al día de San Juan y encienden el monte

Les Falles d'Isil Sant Joan 2008

Adrián Roque

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Las Fallas del Canigó no son solo una fiesta; son un ritual de fuego y renovación que se remonta a tiempos ancestrales, y que hoy sigue siendo una de las celebraciones más impresionantes de los Pirineos.

Estas festividades, celebradas cada año en la víspera de San Juan, son consideradas un Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde 2015 por la UNESCO, lo que subraya su relevancia histórica y cultural.

La Flama del Canigó, una llama simbólica que representa la unidad de las comunidades pirenaicas, es el corazón de esta celebración. Cada 22 de junio, esta llama se enciende en la cima del Canigó, un pico icónico de los Pirineos, para luego ser distribuida a diversas localidades del Pirineo durante la madrugada del 23 de junio. La llama, que simboliza la conexión y la herencia compartida entre los pueblos, es la chispa que inicia la magia de las Fallas.

La esencia de las Fallas: un ritual comunitario y vivencial

Aunque las Fallas se celebran a lo largo de todo el Pirineo catalán, en Andorra, especialmente en pueblos como Ordino, la fiesta adquiere una dimensión única. En este municipio, la quema de las Fallas se convierte en un acto de purificación, renovación y celebración de la vida.

La figura más importante de la fiesta es el fallaire major, quien, elegido por un juego de pistas y desafíos, se convierte en el encargado de liderar el evento, preservando la tradición y transmitiendo la importancia del fuego a las nuevas generaciones.

El ritual más significativo en Ordino es la quema del “mai”, una figura de madera que simboliza el paso del tiempo y la purificación del fuego. Esta tradición se ha mantenido viva a lo largo de los siglos, preservando una de las costumbres más emblemáticas de Andorra. La noche culmina con la quema de grandes hogueras, donde los habitantes del pueblo se agrupan para bailar, cantar y disfrutar del fuego, cerrando el ciclo de este rito de renovación.

La tradición de la llama del Canigó: un símbolo de unión pirenaica

El origen de la Flama del Canigó se encuentra en la leyenda de Carlomagno, quien, según cuenta la tradición, detuvo su caballo en las montañas de Andorra durante su expedición por el sur de Europa.

Allí, dejó una argolla dorada, la cual, en la actualidad, se utiliza en un juego de pistas donde los habitantes de Andorra compiten para encontrarla. La persona que lo logre es designada como el fallaire major, un honor que representa la unión entre las distintas parroquias del país.

Esta conexión entre los pueblos a través del fuego y la tradición sigue siendo una característica esencial de las Fallas del Canigó. Aunque la fiesta ha evolucionado con el tiempo, su esencia ha permanecido intacta: una celebración de comunidad, un regreso a los orígenes y una afirmación de la identidad pirenaica.

Una fiesta de fuego, música y solidaridad

La noche de San Juan se vive de forma única en los Pirineos, y especialmente en Andorra, donde el fuego no solo ilumina la noche, sino que también enciende los corazones de los habitantes. Desde el juego de pistas hasta las danza y los bailes alrededor del fuego, las Fallas son un espectáculo impresionante donde se mezcla la tradición, la comunidad y la magia del fuego.

En Andorra la Vella, Escaldes-Engordany y Sant Julià de Lòria, los habitantes también participan en una versión adaptada de la fiesta: las “fallas de luz”, una versión infantil que permite a los más pequeños iniciarse en esta tradición a través de pequeñas luces que giran en el aire.

Las Fallas, como símbolo del patrimonio cultural pirenaico, siguen siendo una de las festividades más especiales de la región. La conexión entre el fuego y la comunidad permanece como el eje central de esta celebración ancestral, haciendo de la Noche de San Juan un momento de renovación, de conexión con la naturaleza y de reafirmación de los lazos que unen a los pueblos del Pirineo.

Un legado que perdura

Gracias a su declaración como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, las Fallas del Canigó no solo preservan una tradición única, sino que también han logrado mantener vivo un sentimiento de comunidad que atraviesa generaciones. Esta fiesta de fuego, música y magia sigue siendo un símbolo de la identidad pirenaica, conectando a personas, pueblos y territorios bajo el fuego purificador de San Juan.

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