El pueblo canario en el que sus vecinos viven casi dentro de una cueva

En esta localidad se comparten gastos de electricidad y agua y las propiedades no se venden ni se alquilan para uso turístico

Alberto Gómez

12 de agosto de 2025 14:00 h

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¿Vivir dentro de una cueva? ¿Al lado del incesante oleaje? Pues es una opción que a día de hoy siguen “practicando” los 2.600 habitantes de Porís de Candelaria, un enclave singular ubicado en el noroeste de La Palma, en el municipio de Tijarafe, oculto bajo la sombra de una imponente cueva volcánica y acariciado constantemente por el Atlántico. Este lugar, que parece sacado de un cuento, es una realidad en la isla, conocido como un antiguo refugio de pescadores y hoy un reclamo para senderistas y aventureros. Su propio nombre, “Porís”, está asociado al significado de embarcadero o puerto natural, un término que en Canarias se refiere a un pequeño puerto natural o amarre para embarcaciones.

Durante décadas, Porís de Candelaria sirvió principalmente como un punto para que los pescadores guardaran y repararan sus aparejos y embarcaciones. Hace más de cien años, los barcos pesqueros que se dirigían a Tijarafe encontraban en el interior de esta cueva de origen volcánica un lugar donde el agua del mar estaba menos agitada, facilitando el atraque y la descarga de mercancías. Fue entonces cuando los pescadores comenzaron a levantar humildes casetas y a acondicionar las cuevas naturales que la geología volcánica de La Palma ofrecía, creando así las peculiares casas-cueva. La primera mención histórica documentada de Porís de Candelaria como puerto en la costa de Tijarafe data del año 1588.

Lo que antes fue un refugio pesquero, hoy se ha transformado en un idílico lugar de vacaciones y descanso para los lugareños de este rincón de las Islas Canarias. Actualmente, entre casetas y cuevas, se cuentan entre sesenta y setenta alojamientos, muchos de los cuales tienen casi un siglo de antigüedad y han pasado de generación en generación. Los vecinos, en su mayoría residentes de Tijarafe, acuden principalmente durante los fines de semana, festivos y, sobre todo, en verano, buscando conectar con el mar y alejarse del estrés. La comunidad se autogestiona, compartiendo gastos de electricidad y agua, y sus miembros se consideran una gran familia, por lo que las propiedades no se venden ni se alquilan para uso turístico.

En días de mar calmado, la pequeña bahía dentro de la cueva permite nadar en aguas cristalinas y explorar un increíble fondo marino con vida diversa

A pesar de recibir visitantes curiosos, Porís de Candelaria ha logrado mantener su encanto original al carecer de comercios, infraestructuras turísticas… o incluso papeleras. En este rincón extraordinario, el protagonismo recae en el mar, la roca y las historias transmitidas desde el desembarco de los portugueses, con el sonido del océano amplificado por la forma cónica de los acantilados que lo envuelven. Las casas se mimetizan con el entorno, adaptándose a la roca volcánica con una arquitectura que desafía las entrañas de la Tierra, con puertas y ventanas que se hilvanan donde la roca lo permite.

Llegar a Porís de Candelaria, aunque no es tarea sencilla, pero es parte fundamental de su encanto. Desde el centro de Tijarafe, una serpenteante vía de un solo carril desciende hasta la costa, ofreciendo vistas de lujo del océano en cada curva estrecha. Para quienes prefieren la aventura a pie, existe una ruta circular de dificultad media de algo más de diez kilómetros que combina senderos junto a acantilados y vegetación autóctona, premiando con vistas que pocas postales pueden igualar. Desde el aparcamiento principal, el pueblo se alcanza en apenas cinco minutos a pie por un sendero que ofrece vistas espectaculares de los acantilados y las cavernas volcánicas.

Leyenda de fe y mar

La identidad de Porís de Candelaria está profundamente ligada a una leyenda que mezcla fe y mar. Según la tradición, unos marineros portugueses encontraron refugio en la cueva durante una tormenta, llevando consigo una imagen de la Virgen de la Candelaria. Milagrosamente, la furia del mar amainó, pero cada vez que intentaban llevarse la imagen, la tempestad regresaba, lo que los llevó a dejarla en la cueva, convirtiéndola en protectora de los pescadores locales. Aunque la figura fue trasladada posteriormente a la iglesia de Tijarafe, donde sigue siendo venerada, una pequeña imagen de la Virgen de la Candelaria permanece en el centro de la aldea costera, con un altar cuidado y adornado sobre las rocas, convirtiendo el lugar en un santuario marino.

La particularidad de Porís de Candelaria también reside en sus desafíos legales y esfuerzos de conservación, ya que hoy en día sería imposible construir un pueblo similar debido a las actuales leyes de costas. El Servicio Provincial de Costas de Santa Cruz de Tenerife reclamó la recuperación del dominio público marítimo-terrestre en 2010, aunque una sentencia posterior del Tribunal Superior de Justicia de Canarias revocó el expediente por caducidad, dejando la situación sin una resolución judicial firme sobre la propiedad. Ante esto, organizaciones vecinales luchan contra lo que consideran destrucción patrimonial y cultural, defendiendo la historia del archipiélago. Además, Porís de Candelaria ha sido designado como la primera “ecoárea” piloto de la isla, parte de un proyecto regional que busca promover prácticas sostenibles y responsables en los espacios litorales.

Este mágico enclave ofrece experiencias inolvidables, como presenciar el atardecer desde el interior de la cueva, donde la abertura de la cúpula puede dibujar la silueta del mapa de La Palma en el cielo. Los colores de los acantilados se transforman con la luz del crepúsculo, creando un espectáculo visual. En días de mar calmado, la pequeña bahía dentro de la cueva permite nadar en aguas cristalinas y explorar un increíble fondo marino con vida diversa, aunque se recomienda precaución. Adicionalmente, se puede acceder a Porís de Candelaria mediante rutas en barco desde el Puerto de Tazacorte, que a menudo incluyen la visita a la cercana Cueva Bonita, descrita por César Manrique como la “Capilla Sixtina del Arte Moderno” por sus impresionantes colores y formas.

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