El pueblo donde se encerró a una conocida reina y hoy presume de ser una de las joyas de Castilla
Las puertas del palacio se cerraron con un golpe seco y el silencio ocupó el pasillo que Juana I de Castilla había cruzado minutos antes. El eco de las pisadas de los guardias se apagó mientras ella quedaba instalada en una estancia amplia, de paredes gruesas y ventanales altos. Allí, entre muebles austeros y el olor a madera envejecida, empezó un confinamiento que se prolongaría casi medio siglo.
Esa reclusión, impuesta por su padre primero y por su hijo después, dejó una huella profunda en la historia de Tordesillas, hoy convertida en una de las localidades más atractivas para recorrer en Castilla y León.
El Real Monasterio de Santa Clara conserva la elegancia de la realeza medieval
El casco histórico, perfectamente reconocible por sus calles empedradas y fachadas tradicionales, concentra algunos de los edificios más emblemáticos de la villa. El Real Monasterio de Santa Clara, levantado en el siglo XIV por orden de Alfonso XI como residencia real y convertido después en convento, es uno de ellos.
Su estructura mudéjar, con artesonados decorados y un claustro que conserva la armonía original, alberga colecciones de arte, mobiliario y piezas litúrgicas. En una sala se guarda un órgano realejo vinculado a la propia reina Juana, junto a objetos que ilustran la vida en el interior del monasterio durante siglos.
Muy cerca, las Casas del Tratado mantienen viva la memoria de un acontecimiento que tuvo repercusión mundial: la firma en 1494 del acuerdo que repartía los territorios recién descubiertos entre Castilla y Portugal. Estos palacios unidos, con fachada de piedra y ladrillo, acogen hoy un museo que exhibe documentos, facsímiles del mapamundi de Juan de la Cosa y maquetas históricas que ayudan a entender el alcance de aquel pacto.
El puente medieval une las orillas del Duero y enmarca una de las vistas más reconocibles de Tordesillas
La Iglesia-Museo de San Antolín, de estilo gótico-renacentista, destaca por su torre de ladrillo y un interior que reúne piezas de gran valor artístico. Entre ellas sobresalen un Cristo yacente atribuido a la escuela de Gregorio Fernández, esculturas de Juan de Juni y obras de Pedro de Mena. El acceso a su tejado-mirador permite contemplar el trazado de la villa y la vega del Duero, con el puente medieval como protagonista.
Ese puente, de diez arcos y tajamares triangulares, conecta desde hace siglos ambas orillas del río y fue punto estratégico en las rutas comerciales y militares de la Meseta. Desde él se obtiene una de las mejores vistas de Tordesillas, con la torre de Santa María al fondo y el caserío agrupado en torno a la Plaza Mayor.
La plaza, porticada y rodeada de edificios de arquitectura castellana, es centro de encuentro y escenario de actividades festivas. Sus soportales albergan comercios y bares donde es posible probar especialidades como el lechazo asado o los vinos de la Denominación de Origen Rueda.
Las iglesias de la villa muestran estilos y épocas que dialogan en piedra y ladrillo
En un recorrido por el patrimonio religioso de la villa no pueden faltar la iglesia de San Pedro, de finales del siglo XVI con bóvedas estrelladas, y la iglesia de Santa María la Mayor, construida entre los siglos XVI y XVIII con elementos góticos y clasicistas. También merece atención la iglesia de Santiago y las ermitas de las Angustias y de la Virgen de la Peña, esta última patrona de la localidad.
La oferta cultural se completa con el Museo y Centro Didáctico del Encaje de Castilla y León, instalado en una casa del siglo XVI. Su colección reúne bordados, indumentaria y piezas litúrgicas elaboradas tanto en la región como en otros países europeos.
Quien se acerque a Tordesillas encontrará un conjunto compacto de historia, arte y tradición que puede recorrerse a pie y sin prisas. Cada esquina guarda un episodio que conecta con episodios decisivos de la historia de España, y esa densidad de pasado es parte de lo que hace de esta villa un destino tan singular y apetecible para una escapada.
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