Un viaje al Oriente del siglo XVII a través del Museo de la Compañía Francesa de las Indias

La Ciudadela de Port-Louis, en Bretaña.

Roberto Ruiz

Hubo un tiempo en el que la globalización comenzaba a dar sus primeros pasos. Porcelanas, sedas, marfiles, algodones, papeles pintados, oro… Un tiempo en el que las mercancías que llegaban desde Asia no lo hacían en grandes contenedores, sino en barcos contados que vivían auténticas aventuras hasta alcanzar sus destinos. Y en ese tiempo, Francia fue uno de los países que mayor comercio mantuvo con el otro extremo del mundo. Para recordar aquella época, con sus luces y sus sombras, el museo de la Compañía de las Indias nos cuenta desde la Ciudadela de Port-Louis, en Bretaña, los entresijos del comercio marítimo de los siglos XVII y XVIII.

Desde el interior de una auténtica fortaleza, el Museo de la Compañía de las Indias ilustra los vínculos entre la ciudad de Lorient y la historia de la Compañía Francesa de las Indias Orientales. Es decir, la organización encargada del comercio marítimo con otros continentes. Entre manuscritos, modelos de barcos, pinturas y porcelana viajamos al pasado para conocer al detalle la historia naval francesa, así como los intercambios culturales y comerciales que la Compañía mantuvo entre Francia, África y Asia para dar paso así al inicio de la globalización, y ofrecer una versión marítima de las rutas que desde la antigüedad unían Oriente y Occidente a través del incienso, la seda, las especias o la porcelana.

Un poco de historia, para ubicarnos

En 1666 Luis XIV, conocido como el Rey Sol, firmó sin saberlo el nacimiento de la ciudad de Lorient junto a la desembocadura del río Blavet. Cerca, en el brazo de tierra de Port-Louis, se estableció la Compañía de las Indias Orientales fundada por Jean-Baptiste Colbert, y su actividad hizo que la zona se desarrollara rápidamente, provocando la aparición de Lorient. Una ciudad a la que no le podía venir mejor su nombre, pues fue heredado del navío Soleil d’Orient, el primer navío mercante que fue construido en sus astilleros. Un imponente barco que desde que fue botado en 1671 solo tuvo oportunidad de realizar un viaje de ida y vuelta hasta India, pues en 1681 al realizar su segundo viaje naufragó cerca de las costas de Madagascar.

Para proteger Lorient y Port-Louis se aprovechó una vieja ciudadela marítima construida por los españoles durante las Guerras de religión de Francia y ahora, desde 1984, esa ciudadela es la sede del Museo de la Compañía de las Indias y del Museo Nacional de la Marina. Durante el siglo XVII los barcos amarraban aquí en espera de vientos favorables, de manera que se convirtió en el puerto de partida en la ruta hacia la India. De modo que además de dos museos, en nuestra visita podemos conocer además un formidable enclave defensivo cargado de historia.

En un momento en el que Francia competía de tú a tú contra las Compañías de las Indias Orientales británica y holandesa, bajo el reinado de Louis XIV la compañía francesa tenía su propio “derecho a propiedad sobre las tierras ocupadas, derecho a acuñar moneda, derecho de justicia soberana, a cargar buques de guerra y mercantes, y derecho a la esclavitud”. El museo aborda la esclavitud llevada a cabo por la compañía sin tapujos ni rodeos, y ofrece toda una sección dedicada a ella. Ni más ni menos que 152 expediciones partieron de Lorient con más de 56.000 esclavos africanos a diferentes destinos, especialmente la Luisiana francesa, Santo Domingo o las islas Mascareñas, donde era intercambiados por bienes textiles, ornamentos, armas u otras mercancías. 

De Francia a las Indias Orientales y las Américas

El Museo de la Compañía de las Indias nos cuenta la memoria de una época que hoy parece estar hechas de aventuras, cuando las rutas marítimas que llevaban a las indias Orientales y a las Américas suponían auténticos retos náuticos en territorios plagados de exotismo. Hasta el siglo XVII Lorient vio desembarcar en sus muelles sedas y algodones, muebles lacados, fina porcelana china, especias, cajas nacaradas, jengibre, papel pintado, abanicos, café y té, esencias, plantas tropicales y, cómo no, también oro. Y eso el museo nos lo cuenta con detalle, de forma didáctica, cronológica y temática.

A través de cuidadas reconstrucciones y piezas de la época, el Museo de la Compañía de las Indias nos lleva por esta época de epopeyas, comercio, naufragios y también esclavitud. Nos ayuda a comprender el nacimiento de las compañías comerciales y a poder imaginar cómo era la navegación y la vida de la tripulación a bordo de los barcos de la Compañía de las Indias, en una época en la que la palabra escorbuto hacía templar hasta al navío más majestuoso.

Con multitud de maquetas, mapas, instrumentos de navegación, grabados, mercancías e incluso una colección de más de 450 piezas de singulares y preciosas piezas de porcelana, el museo nos permite convertirnos en auténticos expertos del comercio de mercancías exóticas, y más aún si aprovechamos para visitar el vecino Museo Nacional de la Marina. En él podremos reconstruir los periplos que llevaron a los barcos franceses por medio mundo y cómo a su paso por África y Asia fueron fundando asentamientos coloniales como los de Moka, Pondichéry, Chandernagor o Cantón. 

Aunque el museo ofrece toda la información necesaria para que podamos hacer nuestro propio viaje desde Lorient hasta las Indias, también ofrece visitas guiadas a cargo de guías turísticos aprobados por el Ministerio de Cultura.

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