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Peligro de ruptura

Pablo Casado, aspirante a la presidencia del PP.

Rodolfo Irago

El PP se encamina a un congreso extraordinario que puede acabar como el rosario de la aurora. El gran partido conservador español tiene pendiente desde hace años resolver un debate que les divide casi por la mitad. Se trata de decidir si siguen la estela pragmática y blanda de Rajoy o vuelven al palo y tentetieso de Aznar y de la derecha de toda la vida.

Rajoy fue el sucesor inesperado de Aznar en 2003. Era el candidato con menos muertos en el armario, con menos equipo y con menos aspiraciones de matar al padre; al menos, en teoría. Hace unos días, el propio Aznar reconocía que lo eligió porque “era el que tenía menos inconvenientes en un momento determinado”. Todo un elogio.

Rajoy convivió en los primeros años con los restos de un aznarismo calcinado por las mentiras de Irak y del 11M hasta que en 2008 cogió las riendas del partido. Ya en aquel momento, los sectores más duros del PP intentaron tirarlo del caballo, en expresión de Esperanza Aguirre, pero la “lideresa” madrileña no se atrevió a dar el paso.

Diez años después, un “alumno aventajado” de Aguirre, Pablo Casado, vuelve a la carga para tratar de evitar el continuismo mariano encarnado en Soraya Sáenz de Santamaría. Casado se ha apoyado en los mitos del aznarismo para reivindicar una vuelta del PP a sus esencias; es decir, a la derecha pura y dura con apoyos incluso desde los antiabortistas de HazteOir.

Los sectores mas ortodoxos del PP le reprochan a Rajoy su traición a los principios ideológicos del partido, su falta de decisión para enfrentarse al independentismo y hasta le ven rasgos socialdemócratas a su ministro de Hacienda, el “rojo” Montoro, empeñado en subir impuestos. En esta vida está claro que todo depende del lado desde el que se vean las cosas.

El PP vive, además, absolutamente desconcertado tras perder abruptamente el poder y enfrentado a un proceso de primarias 'sin tutelas y sin tutías' por primera vez en 40 años de historia. Por no saber, no saben muy bien si su mayor enemigo ahora mismo es Pedro Sánchez o Albert Rivera.

Gane quien gane, al PP le espera un camino muy complicado y con un horizonte electoral borrascoso. Unos años de penitencia en la oposición, bien ganados por la corrupción, la parálisis, la soberbia y una gestión que ha multiplicado la desigualdad social en nuestro país.

Ahora bien, el panorama sería todavía mucho más negro para ellos si el partido se rompiera. Y ese peligro existe porque da la impresión de que los sectores que respaldan a Casado no se sentirían representados en el PP de Santamaría y que podrían tener tentaciones de arrimarse definitivamente a Ciudadanos; una idea de reunificación que ya ha lanzado varias veces el timonel de la derecha patria, José María Aznar.

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