Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El primer año de Macron... ya quisiera Albert Rivera

Amnistía Internacional pide a Macron "más firmeza" en su reunión con Erdogan

Carlos Elordi

La Bolsa de París ha celebrado el primer aniversario del triunfo de Emmanuel Macron subiendo más que cualquier otra europea. Además, la gestión del nuevo presidente cuenta con un alto grado de aprobación por parte de la ciudadanía (45 %), prácticamente la totalidad de su electorado de 2017 volvería a votarle y las protestas contra sus reformas han sido puntuales y nunca masivas. Por el momento Macron domina la política francesa de modo casi omnímodo y el presidente también ha logrado que Francia recupere algo de la presencia internacional perdida por su predecesor Hollande. Sin embargo, no ha conseguido en absoluto que Alemania se acerque a sus ideas para reformar la UE en el terreno financiero y fiscal.

La economía francesa cerró 2017 con un crecimiento del PIB del 2,2 %, la tasa más alta desde hace casi una década. La inversión extranjera en Francia sigue creciendo. Y los grandes diarios económicos aseguran que el mundo de los negocios, francés e internacional, apoya vivamente la política “pro-business” del presidente francés, sus rebajas de impuestos a las empresas y al capital y su decidida apuesta por la flexibilización del mercado de trabajo.

Fuentes no tan entusiastas sospechan sin embargo que una parte del éxito económico de Macron se debe al crecimiento que ha registrado toda Europa –al menos hasta hace poco, que todo indica que ya hay un parón-, al petróleo barato y al bajo coste del dinero que ha propiciado el BCE. Y temen que a partir de ahora las cosas pueden ser más difíciles. Los más críticos con el presidente dicen incluso que Macron corre el riesgo de terminar como el líder del centro-izquierda italiano Matteo Renzi, un ambicioso reformista que empezó subiendo a las alturas y en menos de tres años terminó derrotado y casi fuera de la política.

Son comparaciones muy forzadas. Francia e Italia son países muy diferentes, aunque compartan algunos problemas, y Macron tiene un capital político que su colega italiano nunca soñó. Cuenta con un partido nuevo –“Republique en marche”- que tiene la mayoría del parlamento y ninguna de las formaciones políticas tradicionales, de izquierda o de derecha, le hace la mínima sombra y frente a él únicamente se alza la izquierda radical encabezada por Jean Luc Melenchon, tras de que la ultraderecha haya entrado en una crisis existencial tras su derrota en las presidenciales de 2017.

Pero, seguramente por encima de todo eso, tiene a su favor una constitución que otorga al presidente poderes extraordinarios para ejercer la acción política sin pedir permiso a nadie y seguramente mayores incluso de los que goza el primer mandatario norteamericano. Y Macron los está utilizando sin límites. Hiperactivo, controlador hasta los mínimos detalles, ha creado una estructura de mando que depende estrictamente de él hasta el punto de que algunos columnistas franceses lo están empezando a comparar a Napoleón Bonaparte.

Su prioridad hasta el momento ha sido restablecer la confianza del mundo empresarial y financiero. Ha dejado para más adelante la atención a los problemas de la Francia trabajadora y popular, aunque ha prometido reformas también en este terreno. Lo cierto es que su estilo de ganador decidido y la mejora relativa de la economía no han suscitado hasta ahora una reacción suficiente para hacerle cambiar de rumbo.

Dos cuestiones, aparte de las incógnitas sobre la economía, ennegrecen su futuro. Una es la de la política migratoria, un formidable desafío en un país que tiene casi tres veces más de inmigrantes que España y en el que una parte importante de la población autóctona mantiene posiciones a veces no muy alejadas de la xenofobia. La otra es conseguir que Alemania y el resto de la Europa más rica acepten sus propuestas de compartir los riesgos financieros y de crear un presupuesto único para la UE, que fueron dos de sus principales banderas de su campaña electoral.

Si en el caso de la política migratoria –el principal desafío en todos los países de la Unión-, Macron aún no ha avanzado más que ideas generales, sus ambiciones en el terreno europeo hasta el momento se han visto frustradas y todo indica que eso mismo puede seguirle ocurriendo en el futuro. Macron ganó cuando Francia era el gran enfermo de Europa, y seguramente lo hizo por eso, mientras Alemania era el país políticamente más fuerte. Ahora la situación es la contraria: Angela Merkel sobrevive en precario, asociada a unos socialdemócratas que viven su peor momento, y en esas condiciones el país germano no está dispuesto a cambiar nada. Macron puede terminar pagándolo.

Dicho lo dicho, ¿a alguien le suena que lo que se ha expuesto hasta aquí tiene algo que ver con Albert Rivera y su Ciudadanos? Sí, que también nuestro compatriota quiere vaciar a un tiempo al PP y al PSOE para erigirse como única instancia de poder frente a ellos. Pero va lento, demasiado lento en su camino como para que su trayectoria se parezca mínimamente a la de Macron. Que en menos de tres años, viniendo de fuera de la política –aunque de los más altos niveles del poder financiero- creó de la nada un nuevo partido, ganó la presidencia, dejando de paso KO, seguramente para siempre, al otrora poderoso Partido Socialista y fuertemente tocado, también por mucho tiempo, al de la derecha. También porque el electorado francés comprendió casi de la noche a la mañana que él era el único que podía hacer frente con eficacia al desafío ultraderechista de Marine Le Pen.

Nada, o casi nada de eso, existe en el panorama político español. Aparte de que los dos personajes tienen poco que ver entre sí, aparte de ser ambos jóvenes. Macron es un peso pesado por donde quiera que se le mire. Cuenta con una formación académica del máximo nivel en un país en que ese nivel es muy alto. Y con una experiencia profesional también de primer orden. Fue un jefazo nada más y nada menos que de la Banca Rotschild y ministro de economía de François Hollande. La biografía de Albert Rivera es mucho más modesta, por decir algo. Sí, habla bien. Pero con eso no se va muy lejos cuando se trata hacer frente a los problemas de un país.

Etiquetas
stats