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A dónde va Arrimadas

Cayetana Álvarez de Toledo (izquierda) e Inés Arrimadas, en la tribuna de invitados del Parlament.

Raquel Ejerique

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Inés Arrimadas recogió el partido Ciudadanos en su peor momento. La que se consideraba sucesora natural de Albert Rivera, antes incluso de que Albert Rivera se prendiera a lo bonzo, está instalada en una táctica casi tan errática como la de su exjefe. Solo alguien que desee acabar dimitiendo puede seguir los pasos y la estrategia de alguien que acabó dimitiendo.

Cuando el partido quiso ser relevante en el gobierno era demasiado tarde y fueron los españoles el 10N los que decidieron que los irrelevantes eran ellos. Se quedaron con diez diputados después de haber tenido 57. Ahora, Inés Arrimadas, sin esperar a unas primarias, ha planteado la alianza de la derecha que su partido, y ella misma, rechazó cuando el PP les propuso España Suma. El problema que se va a encontrar es que Ciudadanos ya casi resta. Ha perdido, ahora en el eje de la derecha, su posición negociadora.

En un coletazo desesperado por no desaparecer en Catalunya, Euskadi y Galicia, la candidata oficialista ha propuesto la unión de las fuerzas “constitucionalistas” -que no se sabe si incluyen a Vox, cuyas propuestas suelen ir contra la literalidad de la Constitución, las sentencias del Supremo o la separación de poderes dos de cada tres veces- para concurrir a esas elecciones autonómicas. Otra vez, igual que hizo Rivera, hace propuestas que en su momento podrían haber impulsado a su partido, pero que por falta de reflejos acaban por no dar más que una imagen desesperada de una formación que boquea su último aliento a la deriva.

Como dice la frase seguramente mal atribuida a Einstein: “Si quieres un resultado distinto, no hagas siempre lo mismo”. Arrimadas, que no se sabe a dónde va ahora ni exactamente a qué parte de la población representa, ha optado desde las últimas elecciones por pisar las huellas frescas de su antecesor, con la diferencia de que ahora ya sabe que no puede cumplir aquel sueño inflamado por encuestas ciegas y erróneas de liderar la oposición y comerse al PP. Su estrategia, sin embargo, sigue pivotando sobre los mismos ejes: Catalunya, el antisanchismo y el trantrán de la desaparición del Estado a manos de los golpistas patrocinado por el PSOE. A su vez, se ha negado a prestar sus diez diputados y evitar que ERC fuera imprescindible en la investidura: curiosa postura la de anteponer la estrategia del partido a la presunta salvación de España cuando se compite en el terreno del voto patriótico.

Es como si todavía fuera 9N para Inés Arrimadas que, como hiciera su malogrado compañero Rivera, sigue sin escuchar que no hay hueco en la derecha, que otros hablan más alto sobre el apocalipsis y que tiene un partido por heredar herido y cada vez más a la fuga.

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