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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Palestina: creando redes

Rescate por la PAL de una cachorra que vagaba por las calles de Tulkarem (Palestina). Foto: Javier Martín

Javier Martín

El punto de partida de esta historia que aún no ha finalizado se remonta a octubre de 2015, llevado por la intriga de la situación del movimiento de liberación animal en países de Oriente Medio. Una intriga que se fundaba en una base histórica, religiosa y política. Histórica, puesto que Oriente Medio ha sido cuna de la civilización; religiosa, porque es el lugar geográfico donde surgen las religiones más poderosas del mundo, y la influencia que tienen estas en la opinión de la sociedad; y política, porque la situación en Oriente Medio no es precisamente la comodidad que tenemos en Europa. Como activista que utiliza las redes sociales como herramienta, empecé a contactar con otros activistas en Jordania. Meses después ya tenía un vuelo para Ammán.

Es en abril cuando un compañero me hace llegar la entrevista a Ahmad Safi, director de Palestinian Animal League (PAL), que El caballo de Nietzsche había publicado ese día. Justo era lo que estaba buscando: personas comprometidas con los derechos animales y con Palestina. Esto hizo que cambiase todo lo planeado anteriormente. Desde que estoy en la lucha por la liberación animal he encontrado mucha gente que se excusa con tener muchos problemas en sus vida como para involucrarse en los problemas de los demás. Precisamente era la bofetada que necesitaban: palestinos en territorio ocupado, con la falta de libertades que ello conlleva y la violencia que viven en su día a día, preocupados en que la justicia llegue a todos. Más de treinta voluntarios que salvan obstáculos entre Gaza y Cisjordania para ayudar a los que no tienen voz.

Dar con Ahmad no me llevó mucho tiempo y estuvo encantado de recibirme, además de ponerme en contacto con voluntarios de PAL para ver en qué podía colaborar, intercambiar ideas y organizar mi estancia. Una vez llegada la fecha del viaje, el plan parecía sencillo: llegada y noche en Ammán, al día siguiente cruzar la frontera por King Hussein Bridge y llegada a Ramala. Lo que no esperaba es que recorrer esos 100 kilómetros me iba a llevar más de ocho horas, con interrogatorio incluido... El tema de cruzar la frontera daría para escribir otro artículo.

Llego a Ramala a medianoche (cuando esperaba haberlo hecho, como mucho, a las seis de la tarde) y sin poder comunicarme con nadie de la organización. Pese a ello, Murad, veterinario voluntario de PAL, se mantiene paciente, esperándome en la plaza de Al-Menara. Nos conocemos en persona y subimos a una cafetería situada en la última planta de un edificio que da a la plaza. Mientras tomamos limonada con hierbabuena nos contamos sobre el movimiento en nuestros países y mi viaje a Palestina. Es tarde y tenemos que despedirnos, al día siguiente quedaremos en el mismo lugar muy temprano para reunirnos con Ahmad Safi.

A las ocho en punto, Murad y yo ya estamos en la puerta del lugar de trabajo de Ahmad, y ahí llega él, con un racimo de uvas en la mano y una sonrisa. En la oficina, mientras trabaja, me cuenta cómo PAL nació en 2009 y me habla sobre los planes para el futuro y en qué podría colaborar con ellos en este viaje. Me adelanta que Malek, uno de los voluntarios de PAL, está en Tulkarem –una población al noroeste de Cisjordania– haciéndose cargo de la recogida, vacunación y esterilización de perros callejeros. Primera oportunidad que tengo de echar una mano. Hace pocos días que recogieron a Olivia, una perra ciega a la que alguien cortó las orejas y que está muy asustada. Hay que conseguir que vuelva a recuperar la confianza en el ser humano. Olivia es una de los miles de perros callejeros que se calcula que viven en Palestina. Ellos se agrupan en manadas de entre siete y diez individuos para sobrevivir a la falta de alimentos y a las agresiones que pueden llegar a sufrir por parte de los humanos.

Inicio muy temprano mi camino a Tulkarem, sin saber si mi anfitrión en la ciudad estará esperándome o no. En los días previos, ni los compañeros de Malek del PAL ni yo hemos logrado contactar con él. Cuando el taxista me dice que ha llegado mi parada, cojo mis dos mochilas y me planto en la calle sin saber muy bien a dónde dirigirme. En una de las esquinas de la plaza hay una tienda de frutos secos donde veo movimiento, y entro. Le explico al dependiente que tengo que contactar con alguien para que venga a por mí o para que me dirija hacia algún punto. La hospitalidad palestina no falla: me cede una silla para mis mochilas, me ayuda a buscar una señal wifi, me permite realizar varias llamadas y me da de desayunar. Una amabilidad que no dejaré de ver en todo mi viaje. 

Por fin, Malek llega a por mí y vamos al campus de las universidades de Khadouri y Al-Najah para que me muestre en qué consiste su trabajo. Es además el lugar donde se lleva a cabo el proyecto de perros callejeros. Han conseguido que la universidad ceda sus instalaciones para esterilizar a los perros en quirófano y, una vez recuperados, vuelvan a estar en libertad. Debido a la situación de Palestina, es complicado encontrar adoptantes dentro o fuera del país, ya que no disponen de aeropuerto propios ni de salida por mar. Asisto a dos esterilizaciones en la mañana. Tienen nueve perros y un zorro recogidos, y por la tarde liberaremos a cinco de ellos.

Una jornada normal para Malek

Un día cualquiera de Malek consiste en levantarse para ir a la universidad a limpiar las jaulas donde los perros descansan y se recuperan de la operación, alimentarles y darles un paseo (a los que son más sociables) y esterilizar a los que acaban de llegar, además de ir a clase. Por la tarde, recogida de jaulas y captura de perros, gracias a avisos de vecinos. Estos se comunican con los voluntarios de PAL para avisar de que por su barrio han visto a algún grupo de perros y así poder controlar las manadas. Una vez que los perros se encuentran a salvo en la universidad, Malek recorre algunas carnicerías en busca de restos para poner cebos en las trampas. Además de su trabajo voluntario, Malek necesita un trabajo remunerado, por lo que se plantea ir a Ramala, ya que en breve comenzará el programa de esterilización de perros callejeros allí.

Desde que comenzó el programa ‘Street Dogs’ en febrero de este año ya se han esterilizado más de 140 perros en Tulkarem. Algunos vuelven al campus una vez liberados, ya que seguramente haya sido el único lugar donde han recibido muestras de afecto en toda su vida, desde que fueron abandonados o, muchos, desde su nacimiento. Esto es lo que nos pasó al liberar a dos de los perros una noche. Llegando al campus nos dimos cuenta de que uno de ellos nos estaba siguiendo, así que ya se quedó con nosotros. Hoy por hoy acompaña a Olivia en sus paseos.

Tras una semana involucrado en uno de los cinco proyectos que tiene PAL en Cisjordania (en Gaza tienen un grupo que también está colaborando en la defensa de los animales) me dispongo a volver a Jordania, apurar hasta el último día es muy arriesgado por los controles de la frontera y puedes perder el vuelo. 

En Jordania he contactado con varios activistas, aunque es un tema más complicado allí. Jafar, uno de las personas con la que logro contactar, me recoge en el hotel donde me hospedo para llevarme a una pizzeria en Ammán con opción vegana. Un lugar excelente para hablar de la situación del movimiento de liberación animal en territorio jordano. Jafar tiene 32 años, es vegano desde los 19, cuando ni siquiera sabía que había un término para definir su toma de posición. “A los 16 dejé de comer carne, eso conllevó una pelea en casa, pues mis padres decían que iba a morir, así que volví a comer animales hasta que empecé a leer, con 17 años, sobre gente vegetariana y que estaba viva”, cuenta riendo. “Es a los 19 cuando empiecé a pensar sobre la leche, los huevos y la esclavitud del resto de animales”, comenta.

Hace unos años, junto con algunos compañeros, Jafar intentó montar un puesto para difundir información y explicar lo que es el veganismo y el especismo. Acabaron todos en comisaría. “Aquí el primer problema con el que te encuentras es la religión. Si la religión dice que puedes comer animales mucha gente se lo toma mal, porque estás diciendo algo que va en contra del Corán. Pero en el Corán no hay ningún punto que diga que sea obligatorio hacerlo”, cuenta. Y añade: “Nos hicieron firmar un documento donde se redactaba que si volvíamos a hacer algo parecido tendríamos problemas graves”.

Ahora utiliza las redes como herramienta para hacer llegar la información, tiene su propio blog en árabe e inglés, ha creado una página interactiva donde habla de su proyecto y está preparando un canal de youtube. Hablando sobre la situación del activismo por los derechos animales en España, Jafar no da crédito a que, en este tipo de movimientos emancipatorios, puedan tener cabida personas racistas, sexistas y homófobas. “Se me cae un mito sobre España si hay gente así”, dice rotundo. Le comento que es un tema a debate en estos momentos y que está levantando muchas críticas dentro del movimiento en nuestro país.

De vuelta, repaso mi viaje. Ha sido gratificante ver cómo, de noche, es muy común encontrarte a personas mayores alimentando a animales callejeros. Tengo grabada la imagen, nada más aterrizar en Ammán, de un señor, vestido con la kuffiyya jordana, jugando con una colonia de gatos mientras los alimentaba. Lo mismo en Palestina. La solidaridad y generosidad que demostraron conmigo, la demuestran con los de otras especies. Mientras, el sistema carnista es igual en Occidente y Oriente Medio, aunque bien es cierto que en este último lugar los asesinatos de los animales se hacen en plena calle. Son presenciados por los niños, al igual que puede ocurrir con la matanza del cerdo en cualquier pueblo español durante los meses de invierno.

Frente a esa normalización de la muerte, es alentador encontrar personas dispuestas y entregadas a cambiar eso y a apostar por un mundo más justo para todos. Por eso mi reto actual es ayudar a Ahmad, Murad, Malek y a todos los voluntarios de PAL en Palestina para que puedan seguir haciendo su trabajo. Ya estamos organizando una charla con Liz Tyson, coordinadora de PAL, que el próximo mes de noviembre, nada más volver de Palestina, visitará Madrid, Barcelona, Bilbao y Santiago de Compostela. Un evento que pretende dar a conocer PAL y sus proyectos, igual que los actos solidarios para recaudar fondos que se celebrarán el mismo mes en ciudades como Gijón, Granada, Lanzarote, Pontevedra, Bilbao, Barcelona y Madrid. ¿Te sumas? Escribe a liz@pal.ps

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

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